5-1 Una cana al aire.

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Pero cuando intentaba trasladar lo que soñaba a la vida real su cuerpo se negaba a comportarse como quería que lo hiciera.
Sus movimientos eran torpes, arrítmicos, muy alejados del fluido erotismo que había transmitido Bridget cuando se desnudó. Una representación que él había encontrado muy excitante.
Se dio cuenta de que quería complacer a Jimin.
Sospechaba que él no la consideraba capaz de actuar con el aplomo profesional de Bridget.
Quería demostrarle que se equivocaba, que la encontrara sexy... Al menos, más sexy que a Jade Chalfont o que a cualquier otra mujer que conociera.
La idea de recibir lecciones de baile inundó su mente mientras picoteaba el almuerzo al día siguiente.
Era evidente que no podía esperar competir con una bailarina bien entrenada, pero sí podía seguir los consejos de un maestro.
El problema era que los profesores de baile no ofrecían sus servicios
como instructores de striptease. Decidió que podía hacerse pasar por una actriz amateur que quisiera
recibir clases particulares con el objeto de preparar un papel como stripper para su próxima función.
Dando un nombre falso, llamó a varias academias por teléfono y recibió una variada serie de aturdidas pero bondadosas respuestas, que incluyeron desde disculpas tipo

«aunque la escuela no imparte clases de striptease, podemos arreglar algo»;

pasando por un esnob

«aquí solo enseñamos ballet»
o un codicioso
«seguro que podemos enseñarle, pero no forma parte del programa, así que será caro».

Al final se decidió por la Academia de Baile y Mímica, donde le habían respondido que preferían
hacerle previamente algunas preguntas sobre su edad y experiencia antes de sugerirle que aunque allí no impartían clases de striptease, era probable que pudieran trabajar alguna rutina que se aproximara o la ayudara a pulir los movimientos que ya realizaba.
Así que guardó su ropa de baile en una bolsa y, vestida desenfadadamente, con vaqueros, una camisa floja y el pelo recogido, recorrió en coche el extrarradio en dirección a la academia que había elegido. Resultó ser una enorme casa de la época victoriana, una edificación que una vez había sido
grandiosa y ahora presentaba un estado un tanto deslucido.
La fachada necesitaba con urgencia una capa de pintura, pero el camino de acceso estaba bien cuidado. Cuando se abrió la puerta principal, se sorprendió al ver a una sonriente mujer de edad madura.

—¿Señorita Jones? Por favor, adelante.

La mujer tenía un algo de acento extranjero y, aunque era mayor de lo que esperaba, el ceñido vestido negro que llevaba revelaba una figura ágil y elegante.
_____ pensó que quizás esa mujer ya no bailara mucho, pero era evidente que lo había hecho en el pasado. Llevaba el pelo recogido en la coronilla en un apretado moño, estilo bailarina.
La condujo a un estudio que se había reformado para impartir danza. Había barras de ballet y espejos, y el suelo era de madera pulida. También había un piano en un extremo.

—Me llamo Theodosia Solinski, pero por favor llámame simplemente Thea. Debes decirme cómo puedo ayudarte. —Sonrió—. Por lo general me dedico a enseñar a niñas cuyas madres están convencidas de que pueden llegar a ser bailarinas de renombre mundial.

Le devolvió la sonrisa.

—Imagino que para la mayoría no es más que un sueño.

—Para todas —afirmó Thea con cruel sinceridad—. Pero no me compadezcas, incluso yo soy como ellas. Por eso me dedico a enseñar. De todas formas, es bueno soñar.

—Lo único que quiero —explicó, ciñéndose a la historia que había inventado—, es resultar convincente cuando interprete el papel de artista de striptease en una obra de teatro en la que participo. He probado a bailar al son de la música que vamos a usar, pero no acabo de hacerlo bien.

90 DÍAS (JM & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora