8-1 Subasta.

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—Disculpe, pero deseo que me deje pasar —dijo bruscamente.

Él se rió y dio un paso atrás, dejándola salir. Decidió que iría a la piscina de cualquier manera.

Quizá podría pedir prestado un bañador y nadar un poco.
Pidió indicaciones a uno de los miembros del servicio y se dirigió por un largo pasillo.
Un arlequín de brillante atavío pasó junto a ella seguido por una mujer vestida con un revelador uniforme escolar de gimnasia y un sombrero de paja.

Intentó imaginar el disfraz que habría elegido Park. Solo le había visto una vez sin traje, cuando llevó el mono de cuero en la motocicleta. Lo imaginó con diversos uniformes, siendo el favorito el de húsar. Apretados pantalones blancos y botas brillantes, chaqueta ajustada adornada con entorchados. Le sentaría muy bien a su alta y atlética figura. Guardó la imagen en su memoria, intentando sustituir la del americano.

Cuando llegó a la piscina, se encontró con una multitud de nadadores riéndose y gritando. Notó sorprendida que ninguno de ellos llevaba máscara, y cuando algunos salieron del agua, se percató de que tampoco llevaban bañador. Un miembro del servicio se acercó a ella.

—Si quiere ver mejor, le sugiero que baje a la sala de observación. —Le señaló una puerta.

Ella bajó unos escalones y se encontró una habitación bajo la piscina en la que sonaba una música de ambiente por unos altavoces ocultos. Había grupos de hombres y mujeres observando la acción en el
líquido elemento a través de una gruesa pared de vidrio. Los cuerpos quedaban desdibujados por acuosos y surrealistas reflejos que hacían que parecieran extrañas formas. Mientras seguía allí parada, observando, los nadadores comenzaron a moverse frente al panel. Antes de que pudiera alejarse, escuchó una voz detrás de ella.

—¿Reconoces a alguien?

El ya familiar olor a loción para el afeitado inundó sus fosas nasales y se dio la vuelta. El policía americano la miraba sonriente. Notó la barba incipiente que le sombreaba la barbilla bajo la máscara negra.

— Por favor, deje de seguirme —le pidió con frialdad.

—No estoy siguiéndola —dijo—. He venido a observar el espectáculo.

Señaló la pared de cristal. Ella se percató de que en ese momento solo quedaban dos nadadores en
la piscina. Los cuerpos desnudos de un hombre y una mujer agitaban el agua mientras intentaban alcanzarse. Siguió observando y vio que comenzaban a acariciarse al ritmo de la música; ambos cuerpos flotaban en una serie de ingrávidos y eróticos movimientos. Con la piel en sombras parecían extraños
flotando en el espacio exterior. Incluso cuando se enredaron en el coito final, sus empujes de caderas parecieron discurrir a cámara lenta, lo que dotó sus movimientos de cierto matiz inocente. Consideró que
era como contemplar un baile ritual y no un acto sexual.

—Todavía sigo diciendo que la realidad es mejor —aseguró el policía, cubriéndole el trasero con la mano antes de palmearlo—. ¿Qué te parece, nena? ¿Hacemos tú y yo un numerito sin ropa?

Ella se alejó y dirigió sus pasos hacia la puerta.

—Ya se lo he dicho, estoy esperando a un amigo.

Él la siguió.

—¿Y qué? Déjale un mensaje. Si llega a aparecer puede sumarse al grupo.

—No creo que eso le gustara —replicó, apurando el paso.

—¡Eh, escucha! —gritó el policía—. Estoy acostumbrado a obtener lo que quiero y ahora mismo te quiero a ti.

—Qué pena... —replicó—, porque yo tengo la noche ocupada.

90 DÍAS (JM & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora