6 Celos

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En la abarrotada cafetería del club deportivo el ruido y las risas apenas dejaban escuchar las conversaciones, pero _____  no fue consciente de ello hasta que Lisa Hadley la hizo volver al presente con un chasquido de dedos.

—Despierta, _____. Se te calienta el zumo de naranja.

—Lo siento. —Tomó el brik del zumo y se puso a jugar con la pajita.

—Llevas toda la tarde con la cabeza en otro sitio —comentó Lisa—. Desde luego no te has concentrado en el juego, o jamás te habría ganado. Si no te conociera bien diría que estás enamorada.

Ella sonrió.

El amor no era la emoción que inundaba su mente en ese momento. El sexo sí, pero no el amor.

—No tengo tiempo para enamorarme —aseguró.

Un hombre muy grueso con la cara roja y brillante de sudor hizo que la mesa se tambalease al pasar junto a ellas. Lisa lo miró sin disimulo, divertida.

—Ese tipo estaba en la sala de pesas, ¿puedes creértelo? —le dijo—. Siempre había pensado que en esa sala solo encontraría jóvenes y duros cuerpos de músculos brillantes y, cuando me asomo, ¿qué encuentro? Un tipo bajo y gordo, resoplando como una locomotora. Un asco...

—Quizá elegiste el momento equivocado —sugirió.

—Créeme, me he asomado casi todos los días y siempre veo lo mismo. Gordos de edad madura intentando parecer Schwarzenegger en cinco sesiones.

—¿No has visto entonces a las dos mujeres que sí lo han conseguido?

—¿Mujeres? ¿Me tomas el pelo?

—No, no, para nada. Esas dos chicas tenían unos músculos que serían la envidia de la mayoría de los hombres.

—Suena horrible. ¿Son tan terribles como imagino?

—No —aseguró—. Lo cierto es que resulta agradable mirarlas.

—No te creo.

—Pues estoy diciéndolo en serio. Eché un vistazo durante la noche de damas. Compruébalo tú misma.

—Gracias, pero no pienso... —manifestó Lisa—. Me gusta mirar hombres. Aunque no me refiero a los que usan la sala de pesas. ¿Quieres que te confiese una cosa? Lo cierto es que pagaría algo por pasar unas horas de pasión con uno de esos tipos que salen en las fotos de las revistas de culturismo. Ojalá llegue a conocer a alguno. —La miró fijamente—. ¿A ti no te gustaría?

—No. —Los cuerpos supermusculosos con venas abultadas como cordones y la piel aceitada y depilada siempre le habían parecido antinaturales.
Sin embargo, el de Jimin era delgado y duro.
Sus músculos eran los de un atleta, nervudos y fuertes bajo la piel.
Se dio cuenta con sorpresa de que, aunque era capaz de imaginar su cuerpo, jamás lo había visto desnudo.
Él la obligaba a despojarse de la ropa pero se mantenía vestido,
permitiéndole acariciar únicamente los testículos y el pene; como si esas fueran las únicas partes de sí mismo que estuviera dispuesto a compartir con ella.

—Lo vuelves a hacer —anunció Lisa—. Tus ojos muestran esa mirada perdida. Venga, cuéntame,  ¿quién es él?

—¿No se te ha ocurrido que podría estar pensando en algo del trabajo?

—Conociéndote es lo más probable —convino su amiga—. ¿No te sientes nunca frustrada?

—Pues no

—Eres rara. Yo sí me siento frustrada a veces.

—Pero tú tienes novio —se sorprendió.

90 DÍAS (JM & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora