6-3 Interrogatorio

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-Que íbamos a reunirnos aquí -dijo.

La última palabra terminó con un jadeo.
Él había acariciado
toda la curva superior de la pierna para terminar otra vez entre sus muslos.

-¿Por qué? -Le rodeó la espalda con el otro brazo hasta que pudo ahuecar la mano sobre el pecho para frotar el pulgar sobre el pezón, jugando con él breves instantes antes de retirar la mano-. ¿Esperabas reunirte con otra persona?

-Nunca sé qué esperar -confesó ella-. Eres tú el que dicta las reglas.

Él se inclinó y le apresó el pezón con los labios. Comenzó a golpearlo insistentemente con la lengua mientras con la otra mano continuaba explorando el cálido núcleo de placer entre las piernas.

-¿Hubieras acudido si pensaras que ibas a reunirte con un desconocido?

Ella se retorció sin poder evitarlo.
Él comenzó a mover los dedos más rápido, expertamente.

-¿Acaso tengo otra opción?

-Siempre puedes elegir.

Ella se reclinó sobre el respaldo y estiró las piernas debajo de la mesa, con una rodilla doblada
para que le fuera más fácil seguir moviendo la mano.

-No sabía lo que me encontraría hasta que llegué.

-Y ¿si hubiera sido así? ¿Si te hubiera dicho que vinieras y fuera un desconocido el que disfrutara de ti? -La penetró con un dedo y luego con dos, mientras excitaba el clítoris hinchado con el pulgar-.
¿Si te dijera que permitieras que fuera un extraño el que te hiciera esto?

No quería responder a esas preguntas. Quería abandonarse a las sensaciones que la reclamaban.

-¿Habrías venido en ese caso? -insistió él.

-Me corro... -gimió ella.
Se contorsionó en el asiento cuando el orgasmo la atravesó, impulsándose contra su mano al tiempo que intentaba reprimir los sonidos de placer que pugnaban por salir de su garganta. Luego se dio cuenta
de que no tendría que haberse molestado en gozar en silencio, pues la actuación que se representaba en el escenario había terminado y el público aplaudía con entusiasmo. El ruido habría ahogado sus gemidos.
Para cuando se recuperó, el escenario volvía a estar a oscuras y notaba las piernas pegajosas contra el cuero del asiento.

-Estoy empapada. -Tomó una servilleta de papel para secarse.

-No has respondido a mi pregunta -insistió él, cogiendo otra para limpiarse la mano.

-¿Qué me habías preguntado? -arrugó la servilleta.

-¿Te habría molestado que se hubiera tratado de un extraño? -preguntó.

De repente se sintió furiosa con él. Lo único que quería era relajarse después de un gratificante orgasmo, no necesitaba un interrogatorio de tercer grado.

-Por supuesto -repuso con agresividad-. Esto es un pacto, ¿recuerdas?

Hubo una pausa antes de que él sonriera.

-Sí, se trata estrictamente de negocios -convino-. Se me había olvidado.

-Has hecho que me perdiera ese número -añadió-. Quería verlo.

-¿Querías ver cómo azotaban a la señorita X? ¿Por qué?

-Pensé que sería excitante. -Volvió la cabeza y miró el escenario en penumbra-. ¿Sabes quién es la chica?

Él se rió.

-Sí.

-¡Dímelo!
Negó con la cabeza.

90 DÍAS (JM & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora