3-1 Squash vs Kendo

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Los niños mostraban los movimientos básicos: llaves, bloqueos y patadas; aquello que todo el mundo debía aprender antes de progresar hacia estilos libres y más espectaculares de lucha. Parecían muy serios y decididos mientras efectuaban los pasos, gritando con entusiasmo marcial cada vez que completaban una maniobra. Después de que abandonaran el área en medio de una salva de aplausos, un joven cinturón negro efectuó un kata. Según explicó el locutor, aquello podía parecer un elegante ejercicio de gimnasia, pero en realidad era una coreografía con movimientos de defensa y ataque, que seguía un patrón y se utilizaba con el único propósito de entrenar.
Aunque no sabía nada de kárate se quedó impresionada por la velocidad y la certera fuerza del jovencito, por la intensidad de sus movimientos. Cuando prosiguió con la demostración aplicando cada
uno de los movimientos del kata contra cuatro adversarios que lo atacaron desde todos los frentes, se
sorprendió todavía más. Los asaltantes -todos adolescentes de su mismo tamaño- se lo estaban
pasando en grande interpretando su papel y cayendo al suelo con ficticia agonía, según iban siendo
despachados. Comenzó a aplaudir cuando terminó la exhibición.

-Si ese pequeño cabrón vapuleara así a uno de mis niños, le partiría la cabeza y... -decía agresivamente un hombre a su espalda.

-Jamás haría eso -repuso llena de cólera una mujer a su izquierda-, a menos que sus niños lo atacaran.

-Mi hijo jamás atacaría a nadie -refutó el hombre-. Pero este... este deporte, solo anima a los
niños a convertirse en matones.

-Para nada -protestó la mujer-. Mis hijos se entrenan en este club y son modelos de respeto y
autocontrol.

-¿Pegando a la gente? -El hombre hablaba con desprecio-. Mira que enseñar a los niños la mejor manera de patear la cabeza a alguien... Prefiero que mi hijo juegue al fútbol. No necesitamos todas esas cosas del kung-fu por aquí.

El hombre se alejó y la mujer miró a _____ al tiempo que arqueaba las cejas en una muestra de fingida exasperación.

-Algunas personas no entienden bien las artes marciales.

-¿Sus hijos practican kárate? -preguntó ella.

-Mis hijas -especificó la mujer-. No han venido porque este fin de semana les toca estar con mi
ex, pero esforzarse por alcanzar el cinturón negro les sirvió para orientarse. Les ha dado fuerza e incluso han mejorado su rendimiento escolar; pero no son tan estúpidas como para pensar que tener un cinturón negro las convierte en algo especial.
La multitud al otro lado del recinto se dividió y pudo ver que seis adultos
-cinco hombres y una
mujer- salían a la pista. Todos llevaban una elaborada armadura estilo samurái protegiéndoles el pecho y las piernas, así como cascos en la cabeza y sables de bambú.

-La siguiente demostración nos mostrará las excelencias del kendo -anunció una fría voz-. El camino del sable.

Jade Chalfont estaba casi enfrente de ella con un micrófono en la mano. Le favorecía la chaqueta blanca de estilo marcial oriental que cubría un hakama negro -el pantalón ancho con pliegues japonés
- generalmente usado por los varones. Tenía el pelo tirante, recogido en la coronilla. Su piel pálida y los labios rojos la hacían parecer una combinación entre samurái y geisha. Estaba segura de que había
elegido con cuidado la imagen que ofrecía, sexy y agresiva al mismo tiempo. Jade Chalfont, pensó, sería
una dominatrix temible si se vistiera con cuero negro.
Mientras Jade describía las diferentes partes de la armadura protectora y explicaba que los sables de bambú eran utilizados para los entrenamientos, sus seis alumnos se rodearon la cabeza con unas cintas
y se pusieron los cascos. Se inclinaron en una reverencia y empuñaron las armas. Todas las maniobras
mostraban una lentitud ritual que a ella le dio la impresión de control contenido. Demostraron diversos
movimientos de ataque y defensa, y luego la mujer y uno de los hombres se separaron para escenificar los
métodos que Jade explicaba con voz fría.
Se estaba preguntando por qué Jade no demostraba su propia habilidad, cuando notó que uno de los
estudiantes se hacía cargo del micrófono y ella se inclinaba para recoger un sable que _____ no
había visto que llevaba. Tenía un largo filo que brilló bajo las luces del polideportivo.

90 DÍAS (JM & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora