Capítulo 7.
Durante estos cuatro días estuve más pegada a Jace que de lo normal y él también estuvo encima de mí en todo momento.
Me ayudó a hacer la maleta, guardé ropa más que suficiente para estar tres meses en la casa de Williams.
La tarde del domingo se nos pasó volando. Heather estuvo con nosotros viendo películas, y media hora antes de que el orangután viniera a por mí, me ayudaron a guardar las últimas cosas.
Quedaban cinco minutos para las ocho, y llamaron al timbre.
Mi hermano fue a abrir la puerta mientras yo me quedaba con Heather en el piso de arriba para despedirme de ella.
Me ayudó a bajar la maleta y cuando llegamos a la entrada, mi hermano estaba hablando con Jules.
-Si me entero de que le haces daño, si le haces algo que haga que ella esté aún más a disgusto, te haré la vida imposible, ¿te enteras?
Jace cada vez me daba más miedo cuando se enfadaba.
-Antes de que le pase algo a ella, prefiero mil veces tragarme sesenta clavos ardiendo.-Dijo Jules mirando fijamente a mi hermano.
Heather me puso la mano en el hombro, en señal de apoyo. Me aclaré la garganta para hacernos notar y Jace se giró hacia nosotras mientras que Jules fijó su mirada en mí.
Abracé a Heather.
-Te voy a echar de menos, rubia.-Me dijo. Le dediqué una pequeña sonrisa triste y fui a por mi hermano.
-Mi pequeña-Dijo-. Solo serán unos meses. Se pasará rápido y siempre podremos quedar.-Depositó un beso en mi frente mientras me abrazaba.
Quería llorar. Nunca me había separado de mi hermano. Siempre habíamos estado juntos. Incluso en los campamentos de verano.
-Te quiero, imbécil.-Le dije.
Él me abrazó más fuerte y después de varios segundos nos separamos.
Llevó mis maletas fuera y yo entré al coche de Jules.
Él me esperaba dentro, tenía la radio puesta. Me puse el cinturón de seguridad bajo su atenta mirada.
Sin darme cuenta, una lágrima bajó por mi mejilla, y antes de que yo me diera cuenta, Williams me la limpió.
-Gatita, no llores, por favor.-Dijo con su mano aún en mi mejilla. Yo se la aparté.
-No hagas como que te preocupas, eres un cabrón.
Jules me miró como si mis palabras le hubiesen dolido, pero yo no me lo tragaba.
El camino a su casa fue silencioso, solo se escuchaba la música de la radio, y después de unos quince minutos circulando por una carretera en medio del bosque, llegamos a una casa, que aunque grande, parecía acogedora.
-¿Es tu casa?-Le pregunté.
-Sí, vamos.-Dijo mientras cogía mi maleta.
Entramos y me encontré con un recibidor enorme decorado con cuadros preciosos y fotos familiares.
-Ven, te llevaré a tu habitación.
Le seguí por el pasillo hasta las escaleras y al subir, me llevó por otro pasillo aún más largo que el de abajo hasta llegar al final de este.
Abrió la puerta de la izquierda y me dejó pasar.
La habitación era completamente blanca, tenía una cama gigante en medio con la colcha también blanca. Los muebles eran negros, en contraste con la pared y la cama. Había un escritorio enorme con un ventanal en la pared de la izquierda, había unas vistas impresionantes que daban a un lago y a un campo de flores blancas y violetas. Me giré y me vi reflejada en un espejo inmenso que supuse que sería la puerta del armario. Y no me equivocaba.
-Te dejaré para que te instales, puedes ponerte algo cómodo, estaré abajo.
Asentí con la cabeza y arrastré la maleta por el suelo hasta dejarla al lado de la cama. La abrí y dejé todo su contenido encima de la cama para después guardarlo en el armario.
Cuando abrí el armario me encontré con un montón de vestidos de noche.
-¡WILLIAMS!-Le llamé. Él llegó a mi habitación en unos segundos.
-¿Qué pasa, Gatita?
-¿Qué es todo esto?-Le dije algo molesta. Odiaba que me llamase Gatita
-Son regalos.-Dijo como si nada.
-No los quiero, ya estás sacándolos de aquí.-Dije mirándole fijamente a los ojos.
Mala idea.
-Créeme-Dijo acercándose y tomándome de la cintura-, los necesitarás.-Apartó el pelo de mi cuello y sonrió al ver la marca que noches antes había dejado en él. Depositó un beso sobre ella, y como siempre que lo hacía, mis piernas temblaron, mi respiración falló y todos mis vellos se pusieron de punta.
Me soltó y me intenté hacer la asqueada, pero creo que no salió muy bien, ya que sonrió arrogante, como si supiera que tiene más poder del que me gustaría admitir sobre mí.
-La cena es a las diez, instálate cuanto antes y baja.-Dijo saliendo de mi nueva habitación.
Cerró la puerta, no sin antes guiñarme un ojo, y le escuché bajar por las escaleras.
Empecé a colocar toda la ropa que había traído en el armario, saqué mi pijama y lo puse encima de la cama para ponérmelo después.
Cuando terminé, eché la ropa que traía puesta en el cesto de la ropa sucia, que estaba en el baño de mi habitación, me lavé la cara y me peiné el pelo con los dedos, me puse el pijama y salí de allí.
Bajé las escaleras y fui a lo que supuse que sería el comedor.
Entré y me encontré a Jules tumbado en el sofá gigante, con un brazo flexionado sobre su cabeza marcando bíceps y sin camiseta.
Sin camiseta.
SIN PUTA CAMISETA.
Voy a ir llamando a los bomberos para que te apaguen...
Oh Dios, me moría por poder pasar mis manos por sus tatuajes para perfilarlos con mis dedos.
Estaba jodidamente musculado.
Me puse roja solo de pensar todo eso, pero antes de que pudiera darme cuenta, mis ojos recorrieron todo su precioso cuerpo hasta su cara, donde sus increíbles ojos me miraban fijamente.