Capítulo 10.
POV Jules Williams.
Escuché un grito proveniente de la habitación de Sídney e inmediatamente me levanté de la cama y corrí hasta ahí.
La encontré sentada en la cama con las sábanas enredadas en su cuerpo.
Estaba sollozando y toda sudada, pero lejos de parecerme asqueroso como me habría parecido si fuese cualquier otra mujer, sentí una opresión en mi pecho.
-Gatita, ¿qué te pasa? Has gritado. ¿Estás bien?- Tenía un nudo en la garganta. Ella negó con la cabeza.
No sabía qué hacer, así que solo me senté en su cama y la cogí de la cintura para acercarla a mí y abrazarla.
Joder. Olía tan bien. Me estaba volviendo loco.
Me aparté de ella a duras penas.
-Iré a por agua, ahora vuelvo, ¿sí?-Le dije. No la conocía de absolutamente nada, pero sentía la necesidad de protegerla a toda costa.
-Está bien.-Dijo ella con la voz ronca y con lágrimas todavía en sus mejillas.
Bajé las escaleras lo más rápido que pude y fui a la cocina a por un vaso de agua.
Cuando volví a subir le ofrecí el vaso y ella lo cogió agradeciéndome.
Se me encogió el corazón.
Dios. ¿Qué coño me pasaba? ¿Qué me estaba haciendo? Cuando la vi por primera vez en la fiesta del amigo de Malcolm no pensé que me fuera a calar tan fuerte.
Me hizo gracia cómo trató al imbécil de Jones, y también me hizo gracia el mote que empleó para llamarle.
Tuve claro desde el principio que ella no era como las demás, que ella no era la típica tía que buscaba sexo con un tío conocido para buscar algo de fama.
Tuve claro desde el principio que Sídney Cox sería todo un enigma.
Un enigma de esos que atrapan, y a mí me había enganchado por completo.
Me devolvió el vaso una vez que se terminó el agua y yo me di la vuelta para salir de su habitación.
-Espera-Me giré a donde estaba ella con el ceño fruncido.-Quédate. Por favor.
Bajó la mirada, como si tuviera miedo de que yo sudase de su propuesta, cuando muy dentro de mí me moría por dormir a su lado.
Me encantaba ese toque inocente que le daba el color rojo en sus mejillas, ese color que estaba justo ahí en ese momento.
Me acerqué a ella y le acaricié la mejilla, ella cerró los ojos al sentir mi tacto e inclinó la cabeza contra mi mano, dejando entrever los chupetones que le había hecho horas antes.
Me mordí el labio al recordar lo cachondo que me había puesto con tan solo unos besos en el cuello.
Joder, definitivamente, esta chica iba a matarme.
Me metí en su cama y la acerqué a mí, puse mi brazo rodeando su cintura y ella puso su cara contra mi cuello.
Se me erizó la piel cuando sentí su respiración chocar contra mi clavícula.
Subí mi brazo y le acaricié el cuello con el pulgar, ella tuvo la misma reacción que la primera vez, solo que esta vez sonrió contra mi cuello y dejó un último beso en este, antes de quedarse dormida junto a mí.
Yo me quedé observándola como un jodido acosador.
Pero, joder, no podía ser más guapa.
-Me estás volviendo jodidamente loco, Gatita.-Susurré y ella pasó su brazo por mi torso desnudo, como si me hubiese oído.
Y así me quedé dormido, yo abrazándola a ella, y ella abrazándome a mí.