Parte 1 Sin Título

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Regina Mills aún no se creía todo lo que sus ojos habían acabado de presenciar. Estaba a punto de ser engullida por las tinieblas, de convertirse en la Dark One cuando Emma Swan decidió salvarla, entregándose ella para que la oscuridad la consumiera. Y todo para que ella, Regina, la Evil Queen, pudiera tener su final feliz. La alcaldesa de Storybrooke se agachó lentamente, sin querer creerse el nuevo nombre que estaba grabado en la daga. Tenía que haber sido ella, ella había escogido el camino de las tinieblas hacía mucho tiempo, había sido capaz de matar y torturar tantas vidas que ya había perdido la cuenta. Pero ahí estaba el nombre de la Salvadora, el fruto del Amor Verdadero de Charming y Snow White. En la daga estaba escrito Emma Swan.

«No...» el susurro de Regina era más para cualquier entidad distante en el universo que para aquellos que se encontraban a su alrededor «No...» la desesperación en su pecho es la misma que sintió cuando vio a Daniel morir en sus brazos, cuando le arrancó a su propio padre el corazón para lanzar la maldición, cuando pensó que había perdido a Henry. No entiende por qué, pero es lo que siente.

«Regina...» Snow White la llama, pero no tiene fuerzas para responder.

«Regina...» Robin intenta acercarse, pero es como si algo que envolviera a la alcaldesa repeliera su acercamiento.

«Mamá...» Henry intenta sacarla de aquel estado de conmoción, pero todo lo puede hacer ella es mirar la daga en sus manos, sentir el frío de la hoja, el sabor ocre de aquella oscuridad en su boca. Quizás llorara si recordarse cómo hacerlo «Mamá...» el chico insiste, la respiración en suspenso, asustado, nunca había visto a su madre de aquella manera, tan...frágil. Era como si el alma de Regina, que ni ella misma creía tener, se hubiera roto en mil pedazos.

David se abraza a Snow, que llora inconsolablemente. Hook mira hacia el cielo, perdido. Robin intenta entender aún lo que le sucede a Regina, a la mujer que creyó ser su segunda oportunidad, a pesar de todas las complicaciones. Henry está a un paso de llegar hasta su madre, que mantiene los ojos fijos en la daga, como si creyera que mirándola fijamente pudiera cambiar el nombre que en ella estaba escrito. Un viento helado sopla por las calles desiertas de la ciudad, que parece más gélida de lo normal, o así Regina lo siente. Hay tantas preguntas pasando por su cabeza que no consigue focalizarse en ninguna de ellas.

Cuando Henry toca su brazo, el conocido humo rojo los envuelve. Son transportados a la mansión de la alcaldesa. El muchacho comienza a procesar lo que había ocurrido y sus lágrimas se deslizan por su rostro mientras mantiene su mano en la muñeca de su madre.

«Emma...» el nombre pronunciado por Regina parece desencadenar un pequeño temblor en la ciudad, asustando a los dos y, probablemente, a los demás habitantes de Storybrooke.

«Mamá...» el adolescente llama una vez más y finalmente consigue captar la mirada de aquella que lo había adoptado cuando bebé.

«La culpa es mía, Henry, es todo culpa mía» consigue balbucear antes de desaparecer en su humo rojo, aterrizando en su habitación. El muchacho escucha la puerta cerrándose y corre escaleras arriba.

«No, mamá, no es tu culpa, por favor, abre esta puerta. ¡Mamá, escúchame, déjame entrar!» él golpea la puerta y llora «Mamá...te necesito, Emma te necesita...¡Mamá!»

Escuchando la desesperación de su hijo, Regina guarda la daga en una pequeña caja que había en su cuarto, y esta la encierra en un baúl dentro de su vestidor. Hace todo muy rápido para poder abrir la puerta. Cuando lo hace, encuentra a su pequeño desesperado, perdido, como ella misma lo está, lo que le provoca aún más dolor. Es todo por su culpa.

«Hijo, perdóname, yo...» abraza a Henry y sus lágrimas finalmente comienzan a caer «Yo dejé que esto pasara, Henry, lo permití. Es mi culpa, hijo» besaba los cabellos del muchacho que ya estaba casi de su tamaño.

Dark ParadiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora