Parte sin título 17

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Pronunciar el nombre de Regina hace que la magia se agite en el interior de Emma, como un choque. Por algún motivo la parte de luz que había nacido con ella aún se manifiesta y no está dispuesta a abandonarla. Imaginar a la morena le provoca un profundo suspiro. Echa de menos incluso las peleas entre ellas. Aquella inquietante manera de ser de la reina, muchas veces intentando esconder un corazón lleno de miedo tras la petulancia que el poder le garantiza, la mirada tan profunda que se podría confundir con un portal entre mundos paralelos, todo en ella deja a Emma desconcertada. Nunca, en su vida, había conocido a alguien que se pudiera comparar a Regina, alguien que es capaz de entender sus propios miedos y su oscuridad.

A los 28 años, Swan fue arrancada de la vida que consideraba suya por un muchacho de 10 años, Henry, el hijo del que se había desprendido al nacer para que tuviera una mejor oportunidad. Exactamente como sus padres habían hecho con ella, en otro reino. Charming y Snow repetían que se habían separado de su hija por culpa de Regina. Ella sabe que no. La elección fue de ellos. Y ella lo sabe porque a los 18 años había hecho lo mismo. Había una elección, siempre la hay. Emma no juzga a sus padres, la verdad es que incluso los ha perdonado, pero no acepta que culpen a la reina, no por culpa de sus propias elecciones.

Los rechazos que había sufrido en los hogares de adopción, la sensación de nunca ser lo suficientemente buena, todas las decepciones que había conocido, todo lo que ella era parecía equivocado y sin sentido cuando lo inimaginable llamó a su puerta en forma de un adorable muchachito. Un muchachito que ella había traído al mundo. Y dada de la mano con Henry encontró su hogar en una pequeña ciudad que no consta en ningún mapa, creada por la Evil Queen del Bosque Encantado. Swan no sabe clasificar en una escala todo ese cúmulo de imposibilidades. Y justo ella, la reina, es la otra madre de su hijo.

Emma encontró a sus padres, a su familia, y está segura de que ellos la quieren. Y ella también quiere a Snow y a Charming. Y, sobre todo, ama a su hijo. Pero de todas las personas de Storybrooke, la única que consigue mirarla a los ojos y ver su alma es Regina. Las dos habían endurecido sus corazones a lo largo del camino que habían atravesado en sus vidas. Acumulaban dolores y tristezas que deseaban esconder de todos, pero ellas se reconocen, saben cuando se miran, sienten que sus mundos colisionan y, lo más increíble, incluso la magia de una responde a la de la otra.

Los días que había pasado con Regina en la cabaña del árbol fueron suficientes para Emma sorprenderse aún más con aquella mujer. La preocupación por cuidarla, por hacerla sentirse bien, las grandes barreras que se había permitido romper para estar con ella...y entonces recuerda aquellos dos besos rápidos, solo un rozar de labios, pero suficiente para provocar reacciones que Swan considera que nunca antes había conocido. Regina es alguien mágicamente embriagador. Alguien a quien la rubia desea hacer sonreír solo para verla iluminarse por completo haciendo algo tan sencillo.

Todo lo que ella es ahora y todo lo que ya fue clama por la reina. Como si solo Regina pudiera salvarla de todo aquello que sabe que hará.

«¡Solo regresa...a mí!» repite el pedido hecho a las puertas del portal, cuando la morena se dirigía a Camelot. En aquel mismo instante, Swan siente una suave brisa en el cuarto, volviendo más perceptible el aroma a manzana, tan consustancial a la reina, casi como una promesa. Por un segundo, se permite sonreír. Por un segundo, Emma se permite tener esperanza.

La ciudad comienza a ganar vida ante sus ojos. Y entonces recuerda que la esperan en el bosque y su semblante se vuelve otra vez sombrío. De algún modo, sin embargo, consigue guardar en algún recodo de su interior aquella pequeña llama que envuelve a Regina, Henry y a un hasta entonces lejano sueño de familia.

Dark ParadiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora