Parte sin título 23

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Del singular interior del alma emana una luz de equilibrio y reflexión que fertiliza los sentimientos, preparando ese interior para nuevas cosechas. Es el momento en que los ojos se giran hacia las noches iguales de la mente, observando, en silencio, y aguardando una transformación interna. La vida es sembrada en el interior de los ojos: la nueva estación fecunda la inocencia ante la fertilidad de la consciencia universal. Las flores se abren coloreando la existencia, cubriéndola con guirnaldas decoradas de mariposas multicolores, mientras la Luna levanta el vuelo sobre los océanos somnolientos. El equinoccio de primavera celebra el paso de la luz del Amor al alma, en el horizonte del corazón.

La noche en Avalon se ilumina no solo por el fuego ceremonial renovado. La magia en Regina late haciendo que la isla resplandezca junto con ella. Su balanza interior se ajusta, luz y oscuridad en equilibrio. La reina siente el poder germinal de la magia emanando de su cuerpo, volviéndose uno con la cuna de toda magia. Ella ve a través de los ojos de Morgana, pero sus sentidos la llevan lejos de allí. Dura solo un instante, pero encuentra aquellos orbes verdes que siempre la han hecho perder su rumbo. Emma Swan...Ante la fuerza de aquella presencia en ella, Regina cierra sus ojos y respira. Cuando vuelve a abrirlos, se ve acurrucada en el regazo de su abuela y recibe el peso de una constatación que la aplasta: jamás podrá vivir aquel amor.

Quizás en otro cuento de hadas, en otro reino, sin magia. ¿Quién sabe? Quizás encuentre a Emma en otra vida, una en la que la rubia no necesite ser la responsable de llevar a cabo todos los finales felices, en la que no necesite perder a toda su familia y vivir el miedo del rechazo y del abandono; una vida en que Emma solo sea Emma, y ya eso significaría un mundo para Regina. Y ella misma no sería reina de nada, ni siquiera alcaldesa, no necesitaría cargar tanto sobre sus hombros y su nacimiento ni sería profetizado. Y entonces ella solo sería Regina.

Y un día, quizás una fea tarde de un martes de otoño, cuando las luces del crespúsculo estuvieran tiñendo de naranja el cielo, ellas se chocaran y se mirasen por algunos segundos más de lo necesario para unas disculpas recíprocas. Y así, algo torpes por la presencia de una y de otra, pudieran percibir un algo muy sutil indicando que no solo se quedaran con las disculpas, que aprovechasen aquel inicio de la noche en un café, a pesar de sus prisas y obligaciones, compartiendo algunas sonrisas y, ¿quién sabe?, algunas miradas que dejarán a ambas con deseo de un próximo encuentro, que llevaría a otro y a otro, y...

La realidad, sin embargo, tira de ella. No habrá una fea tarde de martes, ni siquiera es otoño. Y ella...ella es Regina, la reina del Bosque Encantado, la heredera de Avalon. Y Emma, a su vez, es el fruto del amor verdadero, la Salvadora y, de momento, la Dark One. Ellas no podrían estar más distantes la una de la otra, aunque, a su manera, cada una guarde a la otra en su interior. Tan imposible que estén juntas como la noche y el día; el cielo y el mar; el sol y la luna. Aquello hace que se encoja sobre sí misma mientras sus cabellos son acariciados por las amables manos de Morgana.

La Dama del Lago no logra alcanzar esa tristeza que se abate sobre su nieta. Solo la acoge y espera a que ella se abra. Morgana está orgullosa de Regina. La criatura nacida de la oscuridad de Cora y la luz de Henry, la que se había convertido en reina y había sido capaz de crear otro "reino" entero por sí misma. Aquella que había caminado por lo más profundo de la oscuridad y, aún así, había sabido reencontrar el camino de vuelta. Regina acaba de despertar toda su magia de luz, uniéndose a Avalon a través del descubrimiento del amor, la magia fundadora de todo.

«¡Está hecho!» una voz masculina, potente y sabia, hace que la reina despierte de su estupor

«¡Nunca dudé de que lo haríais, Taliesin!» Morgana sonríe al amigo y la joven todavía a su lado

Dark ParadiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora