Capítulo 39

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Su caminar era lento y sin ánimos, le faltaba la respiración por momentos, jamás le había parecido tan pesado caminar la colina como ahora, miró el féretro con disgusto, con algo de culpabilidad en el corazón, le parecía mentira, un mal sueño todo lo que estaba viviendo. ¡Eso, era solo un mal sueño! Y de un momento a otro alguien le despertaría con un pellizco o algo parecido. Disipó sus pensamientos con un movimiento de cabeza, sabía que todo esto era real, sabía que jamás volvería a ver a su hermano, y todas las tardes que solían pasar juntos, observando el barrio desde la punta de la colina, el lugar donde ahora yacerá por siempre; se dejó derrotar por el llanto, la muchacha que iba a su lado le tomó del brazo para impedir que pierda el control de su propio cuerpo y se deje caer.
—Tranquilo, estoy contigo —le susurró tratando de sonreír, sin embargo la voz se le ahogó y dio paso al llanto de inmediato.
«Estoy  contigo, jamás dejaré que nada malo te ocurra» Alex recordó la frase que solía repetir a su hermano desde muy pequeño y que ahora se habían vuelto palabras tan lejanas, tan vacías y carentes de valor.
Alex, no sabía si en algún momento encontraría las fuerzas suficientes para recuperarse de esta enorme pérdida, admitió que la fuente de su inspiración para pintar murales, siempre fue su hermano pequeño, extrañará tanto su risa franca y su regocijo al verlo llegar. Lamentó el haber estado tan alejado en sus últimos días de vida.
Cuando por fin llegaron a la cima de la colina, Alex divisó con la mirada el pequeño cementerio que se acostaba en ella, no quería dar un paso más, volvió a mirar al féretro y rompió a llorar de manera desconsolada, sus amigos, aquellos que siempre estaban a su lado lo abrazaron, tratando de consolarlo pero era casi inútil, pues jamás conocieron la enorme congoja que se siente al saber que ya no podrás ver nunca más a tu propia sangre. Maggie, se limpió las lágrimas que resbalaban por sus mejillas, llevaba un gorro con visera con el que intentaba cubrir su cabello casi a su totalidad. No era la primera vez que se escapaba de casa con la ayuda de Carla, pero no le quedaba opción, no podía dejar solo a Alex, ahora que más lo necesitaba, más aún, ahora que había despertado en ella un sentimiento inconfundible, algo que jamás imaginó sentir alguna vez. El amor. El sentimiento que invadía todo su corazón y le obligaba a ver las cosas de diferente color, no le interesaba la posición social que los separaba, todo eso perdía valor cuando estaba al lado de aquel joven, es más, Maggie sentía que siempre perteneció a un lugar como este, era extraño, pero siempre le atrajo la manera de vivir de las personas que se encontraban al otro lado de la ciudad, la otra cara del mundo, o el lado oscuro, como muchos lo llamaban hoy en día. Por primera vez se sintió en libertad, y que bien se sentía al poder caminar, la fatiga, el cansancio en las piernas, jamás pudo experimentar todas estas cosas, pues siempre estuvo bajo la protección exagerada de su padre, nunca entendió la manera de actuar de éste, y aunque sabía que a partir de todo esto se enfrentaría a problemas graves, estaba dispuesta a enfrentarlos, pues su libertad, ahora que la había descubierto no tenía precio, y lucharía contra quien sea que se cruce en su camino con el único afán de cortarle las alas. Por tanto tiempo había permanecido enjaulada, pero de un día a otro, Alex se había encargado de liberarla e invitarla a volar.
La ceremonia se dio con total normalidad, sencilla y sin nada fuera de lo común, salvo que al levantar la mirada, los muros del panteón se encontraban abarrotados de jóvenes de todas las edades, vistiendo una camiseta negro con rojo y sin mangas y la mayoría con un tatuaje de un dragón en el brazo izquierdo. Era aquella la señal de que pertenecían a la pandilla de los dragones, aquella que había albergado por tanto tiempo al joven fallecido.
Cuando el sacerdote terminó sus plegarias invitó a alguien que pudiera brindar las últimas palabras. Todas las miradas se posaron en Alex, este negó levemente con la cabeza pero sintió un apretón fuerte en el brazo derecho, inclinó la cabeza y fue su madre, con los ojos inundados en lágrimas y con la voz entre cortada quien le suplicaba algo para todos inaudible. El muchacho, con el mismo paso cansado pasó al frente, miró a los presentes, allí estaban todos esperando con atención lo que tenía que decir.
—Cuando murió papá —empezó luego de un largo suspiro—. Prometí frente a su tumba que protegería con mi propia vida si es posible a mi madre y mi hermano. Carlos aún era un niño, pero el arrebato del héroe de toda su vida le cambió por completo —guardó silencio un instante tan solo para ordenar sus ideas, no creía que era conveniente hablar sobre la adicción su madre, tampoco sobre la rebeldía de su hermano—. Carlos —continuó su discurso—, siempre fue un buen muchacho, valiente, respetuoso, muy inteligente y con ganas de vivir. Yo no sé decir palabras bonitas como todos ustedes están esperando, sólo diré que a Carlos siempre lo llevaremos en nuestros corazones, no quiero que su muerte ni la de los demás jóvenes quede aquí, sino que debe servirnos como un impulso para luchar, para que jamás un joven más del barrio ni de la colina muera a causa del pandillaje —bajó la mirada y acarició el féretro al mismo tiempo, las lágrimas resbalaban por sus mejillas, mucha gente le seguía con la mirada y muchos otros rompieron en llanto al ver tan desgarradora escena—. Hermanito, si existe un cielo, seguramente tú estás ahora en él, porque te lo mereces por tu enorme corazón y tu incansable bondad —al terminar tuvo que ser sujetado por Max para que no pierda el equilibrio y caiga, lo trasladó con cuidado mientras los sepultureros dieron inicio a su tétrico trabajo. La pandilla, atrincherada sobre las paredes hizo unos ruidos extraños, como la imitación de un felino, quizá un león o un lince. Alex distinguió a uno de ellos, aquel que destacaba entre todos por su fealdad y su magistral presencia, siempre con los cabellos largos y alborotados, de cuclillas imitando la forma de un felino, un lince. El lince, el líder de la pandilla, aquel sujeto que producía tanto temor en Alex. El joven lo miró con recelo, distinguió una sonrisa maliciosa en el rostro del pandillero. Alex, desvió la mirada tan solo para abrazar a su madre quien se desgarró en llanto, pero aun así, sentía la mirada fría y calculadora del líder de la pandilla puesta sobre él, un aire helado recorrió su columna, sintió miedo, un miedo incomprensible, un dolor en el pecho como el presentimiento de que días oscuros estaban por llegar, de que quizá la muerte de su hermano sea solo el comienzo de un largo calvario.
Al finalizar, todos los presentes comenzaron a irse, para algunos era un espectáculo las odas que brindaban los miembros de la pandilla al despedir a un miembro de ella. Alex, junto a Max y Sandra, contemplaron la tierra aún removida de la tumba de Carlos, todos alrededor eran incapaces de pronunciar una sola palabra. Casi como siempre, fue Max quien decidió dar el primer paso.
—Pintaremos un mural —dijo con la misma voz tímida que siempre le caracterizaba, todos voltearon a mirarlo, Sandra rodó los ojos, respiró un par de veces muy profundo para no exaltarse y le respondió con palabras suaves.
—Un mural, no sé si sea buena idea, no creo que sea el momento de…
—Hagan lo que quieran —interrumpió Alex volteándose dispuesto a marcharse, Max intentó detenerlo, pero Sandra le cogió del brazo y negó con la cabeza, sabía que en momentos como estos era mucho mejor dejarlo solo. Sabía además que en este momento solo le quedaba cabeza para pensar en lo que había ocurrido, en meditar y ordenar sus ideas.
Maggie, esperaba apoyada en la pared de la entrada del cementerio, acomodó su gorro al ver que Alex se dirigía hacia ella. Intercambiaron miradas, nerviosos sin poder decir nada, el muchacho tomó sus manos y las entrelazó con las suyas, sintiendo la suavidad de sus dedos. Ella, cándida, le sonrió inclinando la cabeza ligeramente.
—Ya deja de coquetearme —dijo fingiendo una sonrisa—. ¿No preguntarás cómo me siento?
—Sería inútil, no entiendo como tanta gente tonta pregunta eso. Yo sé muy bien cómo te sientes.
Alex, le lanzó una media sonrisa y apoyó la cabeza en su hombro. Ella, lo recibió con ternura, acarició su cabeza y en ese instante se sintieron un solo ser. Entonces ocurrió, Alex no soportó más y rompió a llorar, la muchacha de cabellos ondulados, apaciguó a su compañero y se sintió bien, a pesar del dolor de Alex, ella podía percibir la grandeza de su corazón, sus infalibles latidos y los suyos, formando una sola melodía que solo ellos podían interpretar.
—Te amo—. Maggie se estremeció, era la segunda vez que escuchaba estas sencillas dos palabras, los vellos de sus brazos se erizaron y a pesar del nerviosismo se sintió completa, segura entre los fuertes brazos varoniles de Alex.
—Te amo —concluyó antes de esconder su rostro y romper a llorar.

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Este capítulo debí haber actualizado ayer, pero hubieron cosas que me lo impidieron como un viaje repentino que tuve que realizar. Espero sus votos y comentarios por favor ya saben que son ustedes quienes le dan vida a esta hisoria. Gracias por todo el cariño que estoy recibiendo en esta historia

Se vende un corazón - Trilogía (SVC Libro 1) #BLAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora