Capítulo 41

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Todos observaban atentos, algunos habían dejado ya de gritar. Sobre un charco, Alex se levantó con dificultad, tenía todo el cuerpo adolorido, sentía la ropa pesada por el efecto del agua, con los ojos casi nublados ubicó a su contrincante. Éste se encontraba apoyado en un muro, con la espalda encorvada y un hilo de sangre y saliba mezclada caía a tierra producto de los constantes golpes que el muchacho le había propinado. Alex aún sentía fuego en sus venas, era como si su propia sangre le quemara, cerró los puños y se acercó corriendo, lanzó un golpe directo en el mentón del Cojo pero este lo esquivó y Alex con el peso de su propio golpe cayó nuevamente al piso con la boca hacia abajo. El Cojo le pateó en la espalda y con una mano lo levantó de los cabellos, sacó una navaja de su bolsillo y la colocó en la garganta del muchacho.
—Pendejo —dijo el pandillero con dificultad—, hasta aquí llegaste, es mejor que me supliques por tu miserable vida si no quieres tener una muerte igual a la de tu hermano.
Alex respiró profundo, sabía que tenía pocas posibilidades de sobrevivir, pero aún así puso a su dignidad y orgullo por delante de cualquier cosa, no soportaba que aquel sujeto lo tenga inmovilizado, sintió como su peso se cargaba sobre su espalda inmovilizándolo aún más, su aliento rozando su cuello cuando le habló. «¿Será el final?» Se preguntaba cerrando los ojos y pensando en miles de cosas y a la vez en ninguna en particular y, sin lugar a duda la primera persona que se le vino a la mente fue Maggie, allí estaba ella, con su enorme sonrisa, sus ojos color café haciendo juego con el ocaso de las tardes que pasaba junto a ella, sus cabellos volando libre, moviéndose de lado a lado al compás del viento. Lloró sin poder controlar las lágrimas las cuales provocaron ardor en sus ojos, pensando en que quizá nunca más podría volver a ver a su amada.
—¿Estas llorando? —preguntó burlándose El Cojo—. Tal y como lo hizo el mariquita de tu hermano.
Aquellas palabras se sintieron como una puñalada, dejó de llorar y su respiración se agitó, no soportaba oír como insultaba a su hermano, su mente se volvió a nublar y la misma sensación de venganza se apoderó de todo su cuerpo. El Cojo se acercó a su oído para seguir insultándolo.
—Son tal para cual…
En ese instante fue interrumpido por un fuerte cabezazo directo en su mandíbula obligándole inclinar su cabeza hacia atrás, dejó libre uno de los brazos de Alex por solo unos segundos, los suficientes para que este los aproveche y golpee insistentemente en la mejilla, en un instante, Alex hizo un movimiento que lo liberó por completo del peso que provocaba el pandillero sobre su cuerpo.
Ahora, Alex se puso de pie y le pateó en la cabeza, el pandillero se tambaleó produciéndole un gran mareo por el impacto del golpe, en un instante cayó casi inconsciente, el muchacho aprovechó el momento para arrojar lo más lejos posible el arma del sujeto, se montó sobre su estómago y comenzó a golpear su cráneo con furia, los golpes caían por diversos puntos de su rostro. En cuestión de unos pocos segundos El Cojo cayó inconsciente. Los pandilleros se volvieron locos gritando de manera tan rara que producían pánico en Alex. Éste, al ver cuál es el efecto de su furia retrocedió a un costado, miró el cuerpo de su contrincante ahora sin conciencia y el temor se apoderó de él. «¿Lo he matado?» Se repetía constantemente a sí mismo. Miró sus manos, cayó de rodillas sin parar de llorar. En ese instante se escucharon unos apagados aplausos que se aproximaron hacia él, no sabía de quién se trataba y tampoco tenía muchas ganas de averiguarlo, pero al escuchar su voz su piel se volvió a estremecer.
—Sabía lo que pasaría, felicidades, le ganaste a uno de mis mejores hombres.
Aquella voz dulce, inconfundible le aplastó e inmovilizó por completo, cerró los ojos y los volvió a abrir en solo un segundo, lo primero que logró ver frente a él fue al Lince que se inclinaba sobre el cuerpo del cojo, luego, de cuclillas, dirigió su mirada hacia Alex, le sonrió de manera especial, el muchacho agachó la mirada, al estar frente a él le producía unas ganas inexplicables de mirarle a los ojos, pero sin embargo no se atrevía a levantar la cabeza.
—Bravo —volvió a decir muy despacio, su voz se hizo apenas audible entre los gritos eufóricos de los pandilleros—. Solo te falta darle el tiro de gracia —dijo ofreciendo un revólver al muchacho.
Alex lo miró alarmado, tembló al imaginarse a sí mismo portando un arma de semejante magnitud.
—¿Está vivo? —preguntó con temor.
—Sí.
Este monosílabo hizo que su alma regrese a su cuerpo, no podía imaginar ser el responsable de la muerte de alguien.
—Pero no por mucho tiempo —ofreció de nuevo la pistola—. Tienes que hacerlo, has ganado esta batalla, estás en tu derecho.
Alex rechazó el ofrecimiento con un movimiento de cabeza.
—No pensarás dejar a tu hermano sin vengar ¿o sí? —preguntó esta vez endureciendo el tono de su voz.
Escuchó como los miembros de la pandilla estallaban en gritos cada vez más descontrolados.
—¡Muerte, muerte, muerte!
Escuchó el coro a una sola voz. El Lince se paró y avivó los gritos alzando los brazos.
—No lo haré, no me convertiré en uno de ustedes.
—Tarde o temprano tendrás que hacerlo, no hay vuelta atrás, fuiste elegido desde un principio.
Entrecerró los ojos sin poder creer lo que acababa de escuchar y, por primera vez desde que finalizó la pelea se atrevió a levantar la cabeza y mirar al Lince de frente a los ojos.
—Por favor… —se escuchó una débil voz, se trataba del Cojo quien levantó una mano tomando al líder de la pandilla por el pantalón—. Piedad, no lo hagas —suplicó una y otra vez.
El Lince sacudió su pierna para obligarlo a soltarle.
—No me sirves —pronunció con la misma calma de siempre sin voltear a verlo.
—Por favor —volvió a suplicar.
—Alex, tienes que hacerlo —habló dirigiéndose al joven y ofreciendo de nuevo el revólver—. Él no tuvo piedad con tu hermano.
—No lo haré, jamás podría…
El pandillero lo miró por un largo rato, pidió silencio a la turba, volvió a bajar los brazos y sonrió.
—Es una lástima —dijo dando la espalda a Alex, luego se acercó a quien hasta ahora fue su fiel compañero y el segundo al mando de «Los dragones».
—No —suplicó el hombre tratando de ponerse de pie, mientras que el lince lo apuntaba directo en la cabeza—. Te juro que…, te juro.
—No jures —respondió sonriendo—, simplemente no me sirves, has perdido, tienes ahora un reemplazo.
Los ojos del cojo se inundaron en lágrimas. El pandillero apretó el gatillo sin pensarlo dos veces y la bala quedó incrustada en el ojo derecho del sujeto, cortándole la vida en un instante. Arrojó el arma a un costado y miró a Alex, quien se encontraba pasmado, sin poder creer lo que acababa de presenciar.
—Bienvenido a la familia —dijo el Lince de manera fría pero sosteniendo su suave tono de voz—. Ya eres parte de los dragones.
Luego de esto se alejó del lugar y todos sus secuaces le siguieron el paso, en un instante, aquel lugar que estaba repleto, quedó en silencio, dejando a Alex sólo junto al cadáver de su contrincante. 

Se vende un corazón - Trilogía (SVC Libro 1) #BLAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora