Capítulo 45

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Eran más de las nueve de la noche, la casa estaba repleta de chicos y chicas de todas las edades, en su mayoría universitarios.
—No sé qué hacemos aquí —protestó Maggie alzando la voz exageradamente para hacerse escuchar por encima de la estridente música.
—Ayudándome a salvar mi relación con Fernando —replicó Carla blanqueando los ojos.
La fiesta era totalmente distinta a la que vivieron hace unas semanas atrás en casa de Miguel, pues ahora el reggaetón retumbaba en los oídos de los asistentes y los muchachos hacían movimientos complicados sobre la improvisada pista de baile.
Avanzaron ante las miradas de los jóvenes, algunos se inclinaban para hablarse al oído al verlas pasar. Esto incomodó a Maggie de sobremanera, pero en cambio a Carla parecía no importarle, su única misión era encontrar a Fernando y no desistiría de su idea hasta conseguirlo. De repente alzó la mano y la agitó con ahínco. Maggie rodó los ojos al ver la manera tan infantil de actuar de su amiga, hizo un rápido movimiento de cabeza, tomó mucho aire y avanzó tratando de fingir una sonrisa.
Carla, se colgó del cuello de Fernando y le dio un gran beso apasionado en los labios. A pesar de eso, el muchacho no se mostró cariñoso, ni siquiera para disimular frente a los presentes.
—Cuánto tiempo sin verte —saludó Miguel dejando su vaso de ron a un costado y tomando la mano de Maggie—. ¿Dónde te has metido?
Maggie sonrió sin prestarle mucha atención.
—Estuve muy ocupada —respondió sin interés.
—Me han contado que ahora haces labor social en un barrio de marginales —comentó Fernando y todos soltaron una risita tonta. Había tres jóvenes a los cuales Maggie no conocía y no aprobaba su manera de burlarse de ella—. Descuida, todos en algún momento sentimos en el pecho la enorme flama de ayudar al prójimo, y más si no tienen donde caerse muertos —Fernando pasó un brazo por el hombro de Carla, la condujo a su lado y esta se apoyó en su pecho, sin parar de reír por los comentarios que había soltado su novio.
Maggie agachó la cabeza por más que intentaba reprimir el llanto, este comenzó a inundar sus pupilas. Lo que más le dolió fueron las burlas de su mejor amiga.
—Ya, no les hagas caso —intervino Miguel, abrazándola y llevándola a un costado—. Ya sabes cómo es de bromista.
La muchacha alejó el brazo de Miguel y caminó abriendo la puerta que daba al patio para intentar estar sola, pero el lugar estaba casi igual de repleto que la sala principal, así que no le quedó más remedio que apoyar su espalda en la pared mirando como el resto se divertía, tomaban y reían como locos.
Sentía que no pertenecía a ese mundo, donde todos discriminaban a las personas simplemente por no tener un apellido de abolengo o no tener el suficiente dinero para derrocharlo en borracheras y lujos que al final de cuentas no valían nada para Maggie.
—No te sientas mal —Miguel intentó abrazarla pero ella lo rechazó una vez más. La sonrisa que antes se dibujó en el rostro del muchacho desapareció en un instante y, en su lugar tenía un gesto reprobatorio en el rostro—. ¿Acaso él es mejor que yo? —reprochó.
—Solo aléjate ¿Quieres? —respondió dándole la espalda y caminando sobre el pasto algo mojado. En ese instante, sintió como una mano la detuvo por la muñeca y jaló de ella haciéndola retroceder.
—A mí no me das la espalda —sintió el olor a licor que emanaba de Miguel al acercarse a ella—. Como se te ocurre cambiarme por un pobre pandillero como ese.
Maggie cerró el puño, reunió fuerzas y le lanzó un golpe en la mejilla derecha.
—Jamás hables de él sin conocerlo.
Miguel se contuvo para no responder con otro golpe. Pero las miradas de los otros jóvenes, chicos y chicas lo hacían sentir como un cobarde. Algunos silbaban, otros reían sin parar mofándose de él. El muchacho seguía mirándola con los ojos llenos de furia, como si de sus pupilas una llamarada pudiera salir en cualquier momento y pudiera pulverizar a todo el mundo, sintió como sus mejillas se tornaban de un rojo intenso, tan intenso que le comenzaron a quemar; trató de disimular una sonrisa ante los demás y, despacio de una manera tan aterradora para Maggie dijo muy cerca de su oído.
—Has aprendido muy bien las habilidades de esa gentuza —Maggie, sintió el aliento a licor muy cerca de su rostro, consiguió alejarse unos centímetros para respirar—. Eso te pasa por juntarte con esa clase de gente, te están contagiando lo ordinaria.
—Son mejores que tú y tus tontos amiguitos que no saben más que tomar y drogarse —dijo Maggie sin ninguna contemplación.
Miguel, levantó una mano con disimulo y le encestó una cachetada a Maggie, la muchacha se inclinó a un costado tratando de soportar estoicamente el dolor producido por el golpe, sintió como sus ojos comenzaron a inundarse. «¿En dónde estoy?» se preguntó para sí misma. «¿Cómo pude venir a parar con este tipo de gente?»

                    *************

Miró la pantalla de su ordenador, hacía mucho que no entraba a su cuenta de «Se vende un corazón» sin ánimo, revisó algunos de los mensajes que le llegaron de manera privada, la mayoría de chicas de todas las edades pidiéndole que suba un nuevo capítulo de «Veinte días para enamorarte, toda una vida para olvidarte» la primera novela que a su temprana edad estaba comenzando a escribir. Empezó a llorar recordando los bellos momentos que pasó junto a Aurora o quizá recordando los sueños perdidos de un joven escritor, jamás pensó que aquella obra reuniera tantos seguidores como lo estaba haciendo a través de aquel blog. Se detuvo en especial en un mensaje de una mujer de treinta y dos años llamada Paola, el mensaje decía así:
«La verdad es que no suelo leer novelas de romance, pero la tuya tiene algo en especial, tiene esa sazón que estaba buscando en una novela juvenil.
Debo presentarme, mi nombre es Paola Arellana, editora jefe de Ediciones Paraíso, pasé por este blog en el momento en que escuché hablar de ti y el éxito del cual comenzaba a gozar ésta, tu primera creación literaria. Mi sobrina es fanática de tu libro. Veo que aún no la terminas o estás buscando algún tipo de estrategia de mercadeo para crear expectativas en tus lectores. ¡Me encanta! Tienes un estilo único.
Espero que al leer este mensaje puedas contactarte conmigo, a nuestra editorial le encantaría publicar tu novela. Créeme tu eres aquella figura juvenil que estaba buscando. No olvides escribirme, me despido, hasta otra oportunidad »

Santiago leyó el mensaje por lo menos tres veces, no podía creer que ahora una editorial estaba interesada en publicar su novela. Le restó importancia al asunto y abrió una ventana para responder al mensaje.
«Gracias por escribir Paola, lamento informarte que jamás podré terminar de escribir la novela, mi corazón está demasiado lastimado como para seguir escribiendo. Lo siento, espero que comprendas. Hasta pronto»

Se quitó los anteojos y los arrojó a la cama, se tendió sobre el ordenador y empezó a llorar por enésima vez. En ese momento, escuchó el sonido que indicaba que alguien le estaba mandando un correo personal, sin embargo no quería revisarlo, quizá se trataba nuevamente de la editora y no tenía muchos ánimos de escuchar alguna oferta por parte suya, quizá era lo mejor, quizá y nunca llegaría tan lejos con su sueño de ser escritor. Su padre siempre le insistía que debía dedicarse a los estudios, pues esa era la clave para triunfar en la vida; aunque el concepto de triunfo para Santiago era muy distinto que el que tenía y trataba de inculcarle su padre. Jamás le interesaron los lujos y las comodidades en las cuales estaba siempre rodeado, le parecían tan vacías a veces. Hizo un repaso mental sobre su vida y descubrió con algo de nostalgia que jamás tuvo un verdadero amigo, no uno en quien confiar, pues, todos se acercaban a él por el dinero de sus padres pero en el fondo de su corazón se sentía solo, triste, vacío. Pensó en Aurora, quizá ella si le mostró una verdadera amistad, quizás jamás debió enamorarse de ella, porque quizás ahora comiencen a alejarse el uno del otro, le era ya muy complicado tragarse todo el dolor que sentía, tratar de ver con otros ojos a Aurora sería su más grande reto, pero aún no estaba preparado o quizá nunca lo estaría.
Levantó la cabeza para mirar la pantalla del ordenador, el ícono que brillaba en su computador era un mensaje de Aurora, lo abrió con algo de emoción en su corazón, en él, pudo leer lo siguiente:

«El ave se recupera rápidamente. Pero parece triste, parece que te extraña, a ti y a tu hermana. Él te extraña, al igual que yo, ¿Dónde estás? ¿Dónde está mi amigo Santiago? ¿Qué has hecho con él? Por favor, te lo suplico, devuélvemelo, extraño mucho platicar con él, extraño mucho reír con él, extraño cantar con él.

De los ojos del muchacho volvieron a brotar nuevas lágrimas, se había olvidado por completo de Ángel, el halcón herido que le dio a cuidar por encargo de Maggie. Pero además de eso, las palabras con las cuales Aurora le saludó le hicieron recordar aquellas noches sin dormir, pegado al teléfono, escuchando su voz y cantando junto a ella. Puso las manos en el teclado, pero no se le vino ni una sola idea a la cabeza, ¿Qué le puede responder? Entonces, dejó que su corazón lo guíe y empezó a escribir:

«¿De qué hablas? Soy yo, aquí estoy»
«¿Viste la cantidad de comentarios que te dejan los admiradores de tu novela? ¿No es increíble?»
«Lo siento, pero no lo es, no puedo seguir escribiendo, jamás lo haré, te lo dije»
«No puedes dejarte vencer, ese no eres tú. Santiago te extraño, necesito que vuelvas, por favor, perdóname»
«No hay nada que perdonar, esto tarde o temprano iba a suceder. Ahora si me disculpas me tengo que marchar. Hasta luego»
Santiago cerró su cuenta sin esperar respuesta de su amiga. Apagó su ordenador y revisó su celular, en él se encontraba un mensaje que Fernando le había enviado hace unas horas atrás invitándole a una fiesta. «Ha de ser la misma a la que Maggie ha ido» se dijo a sí mismo y se dispuso a buscar vestimenta para asistir a la invitación, quizá así logre distraerse un poco y olvidar todo el dolor que sentía dentro de él. 

Se vende un corazón - Trilogía (SVC Libro 1) #BLAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora