Capítulo 44

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Sentado frente al mural, Alex tenía tantos recuerdos, le era imposible estar separado de aquel lugar por mucho tiempo, casi siempre estaba frente a él, le encantaba ver el nombre de Maggie debajo de la pintura. Sabía que las cosas serían difíciles, pero sabía también que jamás amó a nadie en el mundo, algo tan puro y natural como lo que sentía por ella. De pronto, miró a su izquierda, tenía la sensación de que alguien lo vigilaba pero no lograba ver de quien se trataba, sintió una presencia, algo extraño como si un ángel le cuidara las espaldas. Había pasado una semana desde el día en que «El Cojo» fue asesinado, desde entonces, sentía aquella presencia junto a él. Le venía a la cabeza la imagen de «El Lince» sabía que aquel aura tan misteriosa pertenecía a él, aunque nunca se había atrevido a decirle nada; en esa noche tenía la curiosidad de saber por qué siempre lo estaba vigilando.
—Siempre eres tan silencioso y misterioso, ¿verdad?
Silencio, ni el sonido del viento se hacía presente.
—¿Por qué me vigilas? —volvió a preguntar, sin ánimos de darse por vencido, sabía que lo había descubierto. Se acomodó el gorro poniendo la visera a un costado.
—No te vigilo, solo cuido de ti —sintió la voz suave y misteriosa del jefe de los dragones—. Ahora eres de los nuestros.
—Lo siento —respondió Alex poniéndose de pie—. Pero jamás pedí ser parte de ustedes, no quiero que me sigas a ningún lugar, se defenderme solo.
—Después de la paliza que recibió El Cojo, no me queda la más mínima duda de que sabes defenderte  —ahora, sintió al Lince junto a él, justo en su espalda, pero no tenía el valor de voltear para verlo a los ojos. Aquellos ojos que tanto le inquietaban.
—Pero al ser nuestro hermano, tenemos la obligación de cuidar de ti y los tuyos, no querrás que le pase algo a tu madre ¿o sí? —Alex se estremeció en cuanto la nombró—. O quizá a aquella muchacha de cabellos ondulados, aquella a la que esperas en la puerta de su escuela, tan impaciente, sonriente, lleno de amor, ¡Ahh, la juventud! —exclamó el pandillero fingiendo un suspiro.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó Alex cada vez más asustado.
—Tienes que defender el barrio junto a nosotros, solo eso y tus seres queridos tendrán toda nuestra protección.
—No necesito de ninguno de ustedes ¿acaso no me puedes entender?
El silencio volvió a hacerse. El lince se acercó a él y le cubrió la espalda con una chaqueta, aquella que era el símbolo de la pandilla, la chaqueta negra y roja que con tanto orgullo defendía su hermano. Alex intentó quitársela, pero la mano del pandillero se posó en la suya impidiéndole cualquier tipo de movimiento.
—Aprenderás a amarla —le dijo con su singular voz—. Con ella, honrarás la memoria de Carlos, encontrarás también que las cosas no son como parecen, todos nos ven como los malos de la historia, pero la realidad es otra.
—¿Ahh sí? Y cuál es la verdad ¿Qué matan a los suyos sin importarles, o porque simplemente ya no les sirve para nada?
No obtuvo respuesta de su parte, sino más bien, sintió como empezó a alejarse, sigiloso como siempre lo hacía. Alex miró a su derecha y descubrió cual era la razón.
—Perdón la demora —Max llevaba puesta una chaqueta verde limón, detrás de él, Sandra se acercaba con los brazos cruzados, señal fija de que otra vez se había peleado con Max.
—¿Cuándo pensaban decirme que viven juntos? —preguntó Alex.
Ambos jóvenes se miraron sin saber que responder.
—Cómo… —empezó Max.
—Pues… nosotros… —siguió Sandra titubeando.
—Pues quiero que me cuenten que hay entre ustedes dos —dijo Alex acomodándose la visera del gorro—. Deben tener algo serio, mira que vivir juntos.
—¡Hey! —exclamó Sandra con algo de indignación—. No sabes lo que pasó realmente.
—Porque nunca me cuentan nada.
—Y tú qué —intervino Max—. ¿Cuándo pensabas decirnos que ahora eres de los dragones?
Alex lo miró fijamente sin saber que responder, o que excusa dar al porqué llevaba puesta la chaqueta de la pandilla.
—Es una larga historia —dijo en señal de defensa.
—El por qué vivo en la casa de Max, también es una historia muy larga —replicó Sandra.
Alex sonrió, conocía muy bien a su amiga, sabía que era una especie de tregua, si él les cuenta el porqué de la cazadora, ella también le dirá su historia.
—De acuerdo, les contaré en el camino, ahora debemos irnos que se nos hace tarde.
—Por cierto ¿Dónde será la fiesta? —preguntó Sandra.
—En casa de unos amigos de Maggie.
—¡Qué! —exclamaron Max y Sandra al unísono, mientras que Alex detuvo el paso y volteó para verlos.
—No cuenten conmigo —Se disculpó Sandra—. A casa de esos estirados, ni loca.
—Yo… —empezó Max—. Somos amigos, pero no me siento cómodo en una fiesta como esa, los ricos son tan raros.
—Por favor, Maggie me pidió que vaya a esa fiesta y no tengo ánimos de ir solo, confió en ustedes, necesito de su compañía.
Max cruzó miradas con Sandra, como tratando de encontrar una respuesta en ella. La muchacha, asintió tan despacio que la respuesta solo podía ser interpretada por Max.
—De acuerdo —dijo Max—. Pero si vemos algo raro, te dejamos solo.
Alex sonrió y abrazó a su amigo dándole un golpe cariñoso en la cabeza, repitió la misma acción con Sandra, quien ahora sonreía al ver a su amigo tan feliz, a decir verdad, extrañaba verle sonreír.
Por el camino, fue Alex quien inició contándoles la historia de «El Lince» y el resto de integrantes de la pandilla.

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Hola mis lectores. Como les mencioné estamos llegando al final de la primera novela. Dejo este pequeño capítulo, si lo es muy pero muy pequeño 😂 pero volveré más tarde o mañana con el capítulo siguiente.
Así que les pido un poco de paciencia y sobre todo capten bien las cosas estamos llegando a una parte muy pero muy esencial de la histori.

Pd. He comenzado a actualizar una nueva historia.  Se llama Roma la pueden encontrar en mi perfil, por favor les pido que se pasen y me den sus opiniones. Gracias nuevamente nos leemos pronto 😃

Se vende un corazón - Trilogía (SVC Libro 1) #BLAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora