Capítulo 46

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—Algo me dice que no deberíamos estar aquí —dijo Max quedándose atrás.

—Es que, no deberíamos estar aquí —corrigió Sandra moviendo la cabeza de lado a lado en señal de inconformidad—. Por lo que más quieras Alex, vámonos.

Alex la miró con algo de ira, al mismo tiempo comprensión, sabía de sobra la manera de pensar de su amiga y se sintió culpable en cierto modo por obligar a sus dos mejores amigos a acompañarlo, sin embargo, él tuvo el mismo presentimiento que Max hace un momento, es por eso que les pidió que le acompañen, algo podría suceder y no quería estar lejos de sus amigos, necesitaba ahora más que nunca de su compañía. Volteó y dio una rápida mirada, era raro pero, a pesar de estar sintiendo la presencia del jefe de los dragones, no alcanzaba a verlo por ningún lado, si algo había de admirar de aquel hombre, era su magnífica habilidad para camuflarse.

—Créeme, a mí tampoco me hace mucha gracia el estar aquí —confesó Alex—. Pero es por Maggie por quien lo hago, ella me pidió que viniera, puede correr algún peligro.

—El peligro lo vive a cada día al estar a tu lado —miró a Sandra sorprendido, no sabía a dónde quería llegar con eso. De pronto miró su chaqueta y supo que de alguna manera ella se refería a la pandilla—. Abre los ojos —la voz de la muchacha se suavizó de un momento a otro, colocó una mano en su mejilla para tratar de tranquilizarlo y hablarle con ternura—. Esta vez apuntaste demasiado alto, esa muchacha no es para ti.

—¿Hay alguna ley que nos diga en quien debemos fijarnos y en quien no? —preguntó alzando la voz más de la cuenta. Sandra lo miró con los ojos fijos en su rostro, sabía que diga lo que diga no hará desistir a Alex, lo conocía de sobra para pensar en algún tipo de reflexión de su parte sobre el asunto.

—No se trata de eso —agregó Max tímidamente—, lo sé porque en el corazón no se puede elegir —hizo una pausa y posó su mirada en Sandra, quien lo miraba con asombro—. Solo te pido que tengas cuidado, el padre de Maggie ya mandó antes a sus matones para que te den una buena paliza y, sé que puede volver a hacerlo en algún momento.

—Ahora no, tengo ángeles guardianes que cuidan de mi espalda.

—¿El tal Lince y ese grupo de vagos? —preguntó Max armándose de valor, Alex fue ahora quien lo miró sorprendido, jamás imaginó tanta valentía en su tímido amigo, tanto como para enfrentarse a él mismo.

Alex guardó silencio, sin saber que responder, no le gustaba escuchar reproches, mucho menos de quienes estaban siempre a su lado, pero en esta ocasión, sabía que sus amigos tenían razón, a pesar que no quería saber nada de «Los dragones» no sabía cómo sacárselos de encima.

Observó entonces como Sandra tomó del brazo a Max y juntos cruzaron la puerta hacia el interior de la casa, él hizo lo suyo y les siguió el paso de cerca. La casa era inmensa, jamás antes Alex había visto algo parecido y, al juzgar por la cara de sorpresa de sus amigos, estos tampoco habían estado en algún lugar tan singular como aquel.

Todos los jóvenes que pasaban por su costado, les miraban de manera rara, como si fuera unos bichos raros. Vio como sus amigos se sentían intimidados ante las atentas miradas y las risas burlonas. Alex, adelantó el paso hasta llegar al costado de sus amigos, les abrazó a ambos obligándose a separarse uno del otro, y les dijo alzando la voz por encima de la música estridente para ser escuchado.

—No dejen que les intimiden son solo un grupo de niños ricos que no saben lo que hacen.

—Ricos, así como Maggie —comentó Max.

—No, así no, ella es diferente.

—¿Qué diferencia hay? Todos son iguales —intervino Sandra—. Tarde o temprano se les sale el complejo de riquillos y empiezan con sus majaderías.

Se vende un corazón - Trilogía (SVC Libro 1) #BLAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora