Capítulo 23

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Tema: Indeleble
Artista: Sanalejo

Ambos estaban frente a frente, ninguno logró pronunciar ni una sola palabra. Era tan extraño para Santiago, pues, no era la primera vez que se ven, pero… algo en él comenzó a cambiar, no veía a Aurora como antes y tenía miedo pero ¿Cómo es posible si se conocen hace tan pocos días? Además, que se había prometido no volver a sentir lo mismo por nadie más, pero con tan solo mirarla, aquellas promesas quedaban en el olvido.
—Santiago Guillén será muy pronto un buen escritor —anunció Aurora luego de terminar de leer un capítulo de la novela de Santiago. Él sonrió al notar la seguridad de su amiga, ¿siempre hablaba así, con esa seguridad tan contagiosa?
—Pues entonces dile a ese tal Santiago Guillén que ponga todo de su parte para que suceda —bromeó el muchacho guiñando un ojo a su amiga. Ella estaba ahora concentrada en su helado, pero sonrió al escucharlo, dejó a un costado la cuchara con la cual comía su helado y miró directo a los ojos de su amigo provocando que este se sienta algo intimidado, pero en vez de bajar la mirada concentró todas sus energías para seguirle el juego. Se quedaron mirándose así por un prolongado tiempo, pero los ojos de Santiago comenzaron a lagrimear y se obligó a sí mismo a bajar la mirada llevándose instantáneamente una mano para frotarlos. Se encontraban algo irritados, pero no le interesaba pues se concentró en la risa de triunfo de Aurora.
—¡Gané, tú tienes que pagar todo! —dio un saltito de emoción y volvió a sentarse acomodando sus anteojos. Aurora se sentía bien por haberle ganado, no se dio cuenta de las miradas amenazantes de los demás comensales. Pidió perdón a algunos de ellos y comenzó a reír despacio. Por lo visto, no dejará de celebrar por un buen rato.
—¿Sabes algo? —dijo de repente Santiago robando la atención de su amiga—. Es hermoso perder a tu lado… —quiso continuar la frase, pero no encontró palabras para seguir, el silencio se encargó de completar lo que quería decir. Aurora abrió mucho los ojos, sorprendida por lo que acababa de escuchar, pero no dejó de sonreír, eso es lo que más le gusta a Santiago—. ¿Cómo puedes comer helado exactamente a las 5:40 de la tarde y con este frio? —rompió el silencio, más que todo para salir del compromiso de hace un instante.
—No hace mucho frio —aseguró la muchacha—. Me encanta el helado ¿a ti no?
—Sí, pero hay veces que prefiero el café.
—Tenías que ser escritor —dijo Aurora tocándose la frente.
—Y eso que tiene que ver.
—Pues que por ahí dicen que un escritor siempre tiene a la mano un café cargado y un gato.
—¿Un gato? Y eso para que —preguntó extrañado.
—Debo suponer que el café cargado es para mantenerse despierto por las noches cuando escribe y, el gato ¿para sentir a un ser vivo cerca de él?
—O para acariciarlo —concluyó el joven riendo.
Ambos soltaron una carcajada olvidando nuevamente que estaban en un lugar público. Aurora guardó el ordenador portátil que llevaba consigo y susurró a su amigo.
—Creo que mejor nos vamos, porque a la próxima nos lincharán.
El joven escritor se puso de pie asintiendo, pero sin decir nada, dejó la cuenta sobre la mesa y emprendieron la retirada.
Caminaban muy lento, disfrutando de la brisa que corría en ese instante. Santiago, miraba a su amiga de rato en rato, le gustaba tanto mirarla, sentía como si la conociera desde hace mucho, es más, se atrevía a pensar que gracias a ella ha vuelto la esperanza a su corazón, la que perdió hace un par de años por culpa de aquella traición.
—¿Quieres ir a un lugar? —preguntó Aurora abrazándose para protegerse del frio.
—¿A dónde iríamos? —interrogó el muchacho saliendo de sus pensamientos.
—¿Quieres ir? ¿Sí o no? —volvió a preguntar algo tajante y decidida.
—Sí, claro que sí.
—Entonces sígueme.
Caminaron tan solo unos pocos pasos. Santiago miró hacia atrás y se dio cuenta que habían salido de la ciudad, no le importó mucho de todos modos, se sentía bien en compañía de Aurora.
La muchacha se desvió un poco del camino y comenzó a subir una pequeña colina, su amigo le seguía de cerca, la muchacha se dio cuenta que estaba algo confundido, esto la divertía mucho.
—¿Hasta dónde iremos? —preguntó el muchacho algo agotado por la subida. Aurora se detuvo, volteó hacia atrás y le lanzó una mirada reprobatoria, Santiago entendió y siguió caminando—. Está bien, ya no pregunto nada.
Aurora se detuvo de nuevo para esperar que su compañero llegue hasta donde ella estaba, Santiago se encontraba agitado, pero había logrado subir la pequeña colina junto a ella.
—Hermoso ¿verdad? —interrogó la muchacha mirando hacia el frente.
Santiago recuperó el aliento, se reincorporó y miró a donde Aurora le indicaba. Se quedó con la boca abierta al observar el paisaje. Jamás en su vida había visto un pasto tan verde, sentía ganas de acostarse en él. Al frente, un pequeño bosque de árboles frondosos que se elevaban tan alto que le era imposible imaginar hasta donde podían llegar. Sobre ellos, el sol aún sonreía pero con menos intensidad, el ocaso estaba cerca y no podían estar en mejor lugar para contemplarlo.
—Es… wow —articuló, no encontraba las palabras correctas para describir tanta belleza.
Aurora sonrió satisfecha, asintió un par de veces y se dejó caer sobre el pasto, con los ojos cerrados.
—¿No te provoca? —dijo señalando el pasto, invitando a que su amigo la imite. Santiago se recostó con un poco de temor, nunca había hecho esto antes, nunca en su vida había sentido el contacto con la naturaleza tan cerca y tan real como lo estaba experimentando ahora.
—¿Te confieso algo? —no esperó respuesta de vuelta y, continuó explicando—. Es la primera vez que hago esto.
—¿Cómo la primera vez?
—Quiero decir —hizo una pausa para llenar sus pulmones de aire fresco—. Nunca he salido a un lugar como este.
—¿Hablas en serio?
—Sé que es difícil de creer, pero es la verdad, fui criado en otro ambiente ¿entiendes?
—La verdad, no —confesó Aurora reincorporándose para mirar los ojos castaños del muchacho.
—Verás —continuó con dificultad—. Mi padre tiene mucho dinero y para protegernos o lo que sea, pues, nunca nos ha sacado a lugares como este. Nuestros viajes principalmente se han basado en grandes ciudades, capitales de otros países, pero… desearía haber tenido una infancia normal, para mí y mi hermana.
Aurora guardó silencio, esperando que él continúe, pero este no lo haría, tenía una extraña sonrisa en el rostro, una sonrisa que animó a la muchacha. Sonrió también y dijo al final:
—Vaya, no sé qué decir «Niño rico» —comentó puntualizando las últimas dos palabras.
—No me siento que lo soy, soy tan normal como tú pero la única diferencia es que no me tocó vivir una vida normal.
—Te doy la razón, pero aún estás a tiempo para recuperar el tiempo perdido —ofreció la muchacha sonriendo.
—Qué quieres decir…
—Pues que si tú quieres, podemos venir aquí la veces que desees.
Santiago volvió a sonreír, se sintió extrañamente feliz, pero le gustaba aquella sensación.
—Será muy hermoso —comentó recostando su cabeza sobre la grama, sintió su olor, todo esto le parecía tan mágico y perfecto.
Aurora le sonrió mirando sus ojos tan expresivos, jamás vio unos ojos como aquellos, no encontraba palabras que decir, solo disfrutaba del momento junto a Santiago, pero de repente algo le asaltó el pensamiento, algo que había pasado en los últimos días y le estaba cambiando la vida, y ese algo tenía nombre y estaba justo a su lado, jamás pensó ser amiga de un muchacho como aquel y, tampoco pensó ser la amiga de un escritor, pero, todo le parecía tan maravilloso. Santiago se reincorporó sentándose sobre el pasto sin despegar la mirada del cielo.
—Es hermoso ser amiga de un escritor —dijo Aurora apoyando una mano en el hombro de Santiago.
Santiago, sonrió «Si supieras que tú estás en cada una de mis historias» pensó reteniendo el impulso a decírselo.
—¿Por qué?
La tarde se acababa, el sol les sonreía ocultándose a lo lejos. Aurora volvió la mirada a su amigo y le dijo con los ojos ensimismados.
—Porque me emocionas con cada historia tuya, porque me encuentro en tus personajes y porque puedo hablar contigo de ellos. 

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Se vende un corazón - Trilogía (SVC Libro 1) #BLAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora