PARTE 03 - TOMÁS

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Esta era la mujer que le había dado el CD a Atkinson y que lo había besado de la manera que lo besó. Salió aturdido de la habitación, sin embargo, Atkinson había descubierto la vocación de su vida. Apenas se alejaba unos metros y la mujer lo alcanzó.

— Si quieres bailar, llámame…— le dijo con satisfacción la anciana.

El muchacho estuvo callado durante el resto de la velada, su madre lo notó; a las ocho (“Las veinte” dijo Dora) se fueron a casa. La mujer era todo menos imbécil y se percató enseguida que su tardío hijo había experimentado una transformación, lo primero que hizo el muchacho fue poner el CD en el CDP del vehículo, y se salió de este mundo. Dora lo vio mover sus dedos primero, luego agitarlos como si dirigiera la orquesta. En la calle Alcántara, con una platabanda de pasto y arbustos ordinarios, se detuvo, abrió la puerta y el inquieto Atkinson salió del auto, Dora lo miró asombrada, la “Danza de los Cisnes” atrapó al muchacho de cuatro y medio años, lo vio tirar los zapatos lejos, y bailó; el instinto de Atkinson lo hizo moverse, Dora puso al máximo el volumen, estaba descubriendo a su hijo. Lo vio bailar, se le llenaron los ojos de lágrimas. Terminada la música, Atkinson quedó estático y extático; abrió los ojos y volvió al auto. Dora, aunque profundamente emocionada, notó algo: Atkinson lucía una evidente erección. Sin preocuparse de ella, el niño le dijo simplemente “Mamá, quiero bailar”.

***

La obra transcurre entre el amor y la magia, enlazando en sus cuadros la eterna lucha del bien y del mal. La protagonizan el príncipe Sigfrido, enamorado de Odette, joven convertida en cisne por el hechizo del malvado Barón Von Rothbart y Odile el cisne negro e hija del brujo.

***

Dora llegó a casa muy inquieta, se calló todos los descubrimientos que le había mostrado su hijo, y además se acalló las emociones. Podó un par de rosales, mayo era una dura tarea. Esa noche permitió que Edgard llegara con sus torpes y ansiosos chupetones hasta su pezón izquierdo, la mujer proteetó alegando cansancio, terminando la sesión amorosa; se dio media vuelta y siguió pensando; Dora intuyó que “Mijj” tenía algo que ver… Entonces ahí estaba la respuesta. Esperó una semana, tiempo suficiente como para no soportar más que todos en la casa alegaran agriamente de las monotemáticas escuchas de Atkinson que ocupaba el equipo de música para oír unas cuarenta y ocho veces al día “El Lago de los Cisnes”.

***

— Alice, cómo estás… oh, muy bien…, graaaacias!… oh, sí… ‘¿At?’... bien… sí… algo obsesivo… entiendo que Mijj le regaló un CD… bueno… mira acerca de eso… quisiera una entrevista con Mijj… sí… ya sé… ¿tendrías la bondad de solicitarle una entrevista con ella?... bien te llamo… mmmh… ¡ah, tú me llamas!… bien… graaaacias…”

La única persona que podía llamar a Atkinson de una manera distinta era su madre que le decía “At”. Y en muy contadas ocasiones.

Diez minutos después Alice llamaba a una sorprendida Dora, diciéndole que Mijj quería hablar con ella ahora mismo, lo que era muy raro; Mijj era totalmente renuente a hablar con las personas (despreciaba a todo el mundo, abierta y secretamente) y a la solicitud de la madre de “At” había aceptado de inmediato. Eso era inédito. Mijj era una cripta, y ahora se había abierto. Dora sabía que Michaela era hasta grosera, lo de diva no se le iba a quitar jamás.

***

— Buenas tardes Mijj, gracias por recibirme…

— Buenas tardes, Dora… ¿quieres hablarme de ese niño?— dijo sin preámbulos.

Dora sabía que Mijj era una arpía, que los rodeos eran algo inútil con la anciana, y claramente esa mujer vieja y arruinada sabía qué asuntos traían a la orgullosa Dora que no iba a rogar nada, eso estaba fuera de su personalidad. Mijj lo sabía también. Ambas conocían quienes eran y se calibraban una vez más. Y decidieron que esto no sería un campo de batalla sino una mesa de conversaciones. Y ambas sabían que las condiciones estaban desterradas.

ATKINSON - AMOR ADOLESCENTE - Erótica -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora