PARTE 11 - LAS BALAS

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Les pidió que se sentaran, un poco sorprendidos lo miraron, pidió que pusieran de nuevo el “play” de “Love of my life”. Lo obedecieron, el muchacho de 1,65 m, que crecería muy poco más, era asertivo, además un cliente, además hermoso.

[Y había pasado diez lucas[1] por una cuenta que no pasaba de los cuatro lucas y media].

Atkinson esperó, los primero acordes de guitarra iniciaron los pasos, cada uno fue perfecto, cada movimiento fue coordinado, “Love of my life, you hurted me…” el “leit motiv” fue danzado a cada paso, como cuando se toca guitarra… movió su cuerpo, cada parte se coordinó… “Love of my life, don’t leave now…” fue interpretado de modo que cada paso, cada evolución del cuerpo y las manos, era el ruego que hacía Mercury. Atkinson Adam lloraba en silencio y le rodaban amargas lágrimas por su cara preciosa y adolescente.

Y pasó lo que generalmente ocurría al final de cada interpretación que hacía Atkinson… nadie aplaudió… sólo un silencio sepulcral… cuando abrió los ojos, vio borroso a su magnífica audiencia… un gordo paralizado con un pedazo de pizza que se enfriaba goteando algo de queso barato en sus manos y camino a su boca, por su rostro caían lágrimas, un par de mozos que lo miraban en éxtasis, y un cocinero de pizzas que estaba con la boca abierta… les hizo una reverencia…

El gordo dejó caer su pedazo de pizza, sólo tocó sus manos unas contra la otra, iniciando un silencioso aplauso, lento y silencioso, para irse haciendo más sonoro, los otros dos lo fueron siguiendo, para terminar en una sonora salva de aplausos, de pie, gritando cosas incoherentes… atropellándose en las alabanzas.

Atkinson volvió a inclinarse; los cuatro estaban aún aplaudiendo; uno salió corriendo, levantó la cortina y trajo a un lustrabotas, además a un tardío vendedor de diarios y a una prostituta vieja que mendigaba un par de monedas por sexo barato y necesitado. Todos transeúntes de la una de la madrugada de Vicuña Mackenna con Providencia…

Atkinson bailó ahora “Rapsodia Bohemia”, los siete pintorescos personajes aplaudieron hasta que le dolieron las manos.

Atkinson apagaba los fuegos internos. Y lo logró.

Momentáneamente.

Llegaron más prostitutas, jóvenes y viejas, quizás varios mendigos, un feriante que traía todavía olor a lechugas además de un mareante hedor a cebollas, dos o tres jóvenes de no más de 15 años, homosexuales que vendían el cuerpo y la boca en el barrio Providencia bajo.

Atkinson contó a su audiencia, veinticinco personas, que gritaban, bebían, y comían. Bailaron con él, y aún le agarraron el poto. Y cada vez el cocinero se levantaba y golpeaba violentamente las manos insolentes que acariciaban insolentemente el hermoso trasero del joven Atkinson. ¡Al artista nadie le faltaba el respeto!, Atkinson sonreía… y por dentro lloraba… no sabía si de emoción o frustración.

“The show must go on”…· fue lo último que bailó.

Lo aplaudieron a rabiar, pidió permiso, fue a un cajero automático, sacó el máximo de dinero que Dora lo había autorizado a sacar, cincuenta mil pesos, trató de pagar todo lo que habían comido putas y putos, lustrabotas, diarieros, mendigos y desposeídos… (Su público) los encargados del local hicieron un conciliábulo, luego del que sólo le cobraron dieciocho mil pesos, los insumos de pizzas, y a la fuerza (casi bruscos en demasía) echaron a los improvisados espectadores. Uno de ellos  rogaba que no lo echaran, gritaba que amaba al “bailante”.

Atkinson tomó un taxi; en su casa se bebió una cerveza… odiaba el sabor y los resultados, pero ahora los necesitaba, lo aturdían, y era lo que quería, se fue a la cama. Se masturbó.

Se durmió rememorando su noche de singular triunfo, su mente vagaba desde el ritmo torpe y titubeante de un desdentado anciano, hediondo y borracho, que lo abrazaba llorando en medio de sus desgracias, y las caderas de Alonso moviéndose con su pene en el recto de Yvan. Su orgasmo fue triste, pero placentero; además se durmió. Y el sueño fue reparador. Para su alma y su cuerpo. Creía mitigar lo que sentía por Alonso. Comprendió también algo singular, había más que un público de manos enjoyadas al que satisfacer: el de las personas que no tenían oportunidad.

ATKINSON - AMOR ADOLESCENTE - Erótica -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora