Capítulo 11

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—Les  digo que estaba furiosa cuando llegamos— comenta Bill secándose el cabello y observando a su hermano que se encuentra recostado en su cama —la mirada que me lanzo me causo algo de miedo

—Te digo que es una malcriada—dice incorporándose.

—Yo creo que no le gusta el campo— dice Gustav quien también se encuentra en la habitación

—Lo que sea pero eso no le quita lo que es— vuelve a decir Tom— Le hacen falta un par de nalgadas

—Que tú con gusto le darías— dice Georg uniéndose a la plática y Tom sonríe travieso

—A  Lucy le agrada— dice Bill sentándose junto a Tom

—Y esta buenísima— se ríe Georg

—Sí, si esta que se cae de buena, pero es una grosera— comenta Tom

—Se parece a ti Tom— dice riendo Gustav.

—Eres un imbécil—dice aventándole una almohada.

—Oye idiota, es verdad en sus ojos se ven las ganas que tiene de ser libre— dice recogiendo la almohada— y tu también quieres ser libre en eso se parecen. — termina de decir  y sonríe, los demás chicos no dicen nada.

—Ella tiene millones puede ser libre— responde Tom después de unos segundos— además con esa cantidad de dinero yo no me preocuparía de vivir en lugar como este, estaría encantado.

—Tal vez el dinero es lo que menos le preocupe— dice Gustav serio

—Alguien como ella, no sabe lo que es no tener dinero, no digas estupideces viejo—sonríe Tom —mejor cambiemos de tema.

…..

El cielo se encuentra sin ninguna estrella, mientras el viento sopla impetuoso moviendo las copas de los arboles. La enorme casa se encuentra en silencio, todos los que habitan ahí se encuentran dormidos a excepción de una persona. Allie quien se encuentra en el estudio de su hermana leyendo un libro de terror Edgar Allan Poe su escritor favorito, lo único que iluminaba el estudio es una  pequeña lámpara junto al hermoso sillón blanco donde ella donde esta recostada, con el Ipod conectado y tarareando una melodía. No escucha si afuera llueva  o no pues la música no le deja escuchar, una ráfaga ilumina la habitación haciendo que la chica se gire hacia el ventanal y observa como el cielo se ha venido abajo. Se vuelve a girar y pone toda su atención a su libro, cuando la luz se va y queda completamente oscuras en la habitación, molesta deja el libro a un lado del sillón, con la poca luz del aparato ilumina un poco la sala, se quita los audífonos y busca una vela cerca pero no encuentra nada, escucha el caer del agua a tientas logra salir del lugar, necesita encontrar una vela y sabe que el único lugar donde lo encontrara es en la cocina, empuja la puerta haciendo esta un chirrido que le cala hasta los huesos, una vez dentro observa el lugar que es iluminado de vez en cuando por los rayos, mira todo a su alrededor buscando la puerta que dé hacia la despensa, en la casa de Londres la servidumbre siempre guardaba las velas ahí, así que supone que la señora Baizen haría lo mismo, mira dos puertas de madera de su lado derecho y camina hacia ellas, sus pies descalzos hacen ruidos sobre la madera del lugar, abre con cuidado una de las puertas pero esta todo oscuros, así que presiona un botón de su ipod para que este la ilumine un poco y observa solo telas, que suponen son manteles y servilletas, entre otras cosas que usaran en la cocina, cierra la puerta y abre la siguiente, esta observa todos los estantes repletos de cajas y latas de comida, se adentra mas en el armario y lo ilumina para poder ver si encuentra indicios de las velas, en la parte superior de uno de los estantes descubre una caja que dice velas escritas en marcador indeleble, sonríe ante su hallazgo ahora solo tiene que descubrir la forma de llegar hasta ellas.

— ¿Donde se supone que debe de estar el banco? — murmura mirando a su alrededor, sale del armario y busca un banco o una silla que le pueda servir de escalera, toma una que se encuentra en la mesa donde el resto del servicio come, la lleva hasta el interior y la coloca frente al mueble, se sube sobre la silla  y se da cuenta que esta no le ayuda a llegar hasta la parte superior, frustrada desciende de la silla y la saca del lugar colocándola en su sitio, regresa y observa la estantería de madera, guarda el ipod en la parte posterior de short de dormir y comienza a arrinconar las cosas para que no le estorben, usara las misma repisas de la encimera como escalera, una vez que estas están acomodadas de un modo que sus pies puedan quedar en posición para escalar, comienza con su labor, solo necesita una vela para iluminarse, sube un pie y luego otro afirmándose de la misma repisa como si  estuviera haciendo Wall climb, era una maldita clase de deportes que siempre odio pero que en estos momentos agradecía, estira su mano para tomar la caja, justo en ese momento un trueno surca el cielo como si fuera una gran explosión, provocando que tiemble y pierda el equilibrio, cierra los ojos al sentir como suelta la encimera y se precipita al suelo, en lugar del duro y frio suelo, siente unos fuertes y cálidos brazos que la sostiene por el trasero, su brazo izquierdo queda pegado a un torso desnudo, sus ojos se abren como platos, el corazón comienza a latirle de forma descomunal, no se imagina quien podría estar a esas horas en la cocina y muchos menos quien es el hombre que la sostiene aun, así que se remueve incomoda sobre el agarre.

— ¿Estás bien? — pregunta esa voz ronca haciéndole estremecer de pies a cabeza y haciendo que  su estomago sienta un camino de hormigas en su interior, suspira cuando sus pies siente el frio suelo.

— ¿Qui…Quien eres? — pregunta tartamudeando, ignorando todo lo que su interior siente, cuando él va a  responder un nuevo trueno se escucha haciendo que ella acorte la poca distancia que los separa, toma su mano y la aprieta debido al miedo, siempre le ha temido a los truenos, cuando era más pequeña corría a la habitación de sus padres y se metía bajo las cobijas provocando las risas de ellos, quienes la abrazaban y le decían que no era más que Zeus enojado porque perdía, y siempre respondía que porque no le dejaban ganar como su padre lo hacía con ella, provocando nuevas risas, cuando ambos fallecieron corría hacia la habitación de Maggie quien siempre murmuraba que necesitaba crecer, pero igual la abrazaba, pero ahora estaba en la cocina tomando la mano de un chico extraño, quien también apretó su agarre.

—Solo son truenos— susurra cerca de su oído, y la  saca del pequeño lugar hacia la cocina, donde se pueden ver mejor, debido a la poca claridad que ofrece la noche y la lluvia.

—Siempre les he tenido miedo— confiesa avergonzada, un rayo ilumina la habitación y ella mire al chico quien le sonríe, se queda pegada en esos ojos color miel, que brillan como los de un depredador, pero no uno peligroso sino más bien un sensual y maravilloso depredador, El también la mira, sus azules ojos se ven más oscuro casi eléctricos y su piel pálida resalta con el pijama de seda de color negro que lleva. Ninguno desvía la mirada del otro un nuevo trueno acompañado de un rayo hace que ella se pegue a él, enterrando su cabeza en el torso desnudo, escucha el latir acelerado de su corazón, él la rodea por la estrecha cintura, pegando aun mas su figura si es posible, ambos suspiran embriagándose del olor que cada uno despide, ella a flores exóticas y él tonos orientales, con notas amaderadas y especiadas. Algo que le da una sensualidad a su piel que ella no cree que sea real, pero es real hay un hombre que la sostiene.

That BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora