Parte 15

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Natalie.

—Oh por Dios, esta casa es estupenda —había llamado a Carmen justo después que David se fue a trabajar. Trajo muchas cosas para comer, supongo que se debe a lo que había dicho el otro día. Aunque ya me había encargado de llenar todos esos espacios del refrigerador, ahora parecía que nos estábamos preparando para un desastre natural con tantas cajas de comida amontonadas en una esquina. Según lo que me comentó cuando la llamé es que no había desayunado y, según ella, moría de sueño. Aún no se recuperaba del Jet Lag y había tocado suelo americano hace unas horas—si es que eres una condenada con suerte.

Ruedo los ojos.

—Que no, Carmen. —digo, sirviéndole un poco de jugo de naranja. Ya me había duchado y me había vestido con un mono para ir de compras. Le dije que no había necesidad que me acompañara que ella necesitaba dormir y terminó accediendo, dijo que ella mejor que nadie podía darme consejos matrimoniales pero admitió que era muy probable que no sirvieran de mucho.

—¿Sabes qué es también increíble? —me dice, viendo por la ventana. Llama mi atención qué es eso que mira con tanto esmero y me acerco a ella sosteniendo el envase del jugo con cierta curiosidad impregnada en el rostro —el portero. ¿Es que todo en esta zona tiene que ser bello?

Me hace reír, sí, Camilo es un hombre apuesto, voy a admitir.

—Bueno, solo sé que es casado —regreso al comedor, ella hace un sonido desde el fondo de su garganta, algo parecido a un bufido.

—Pues, solo espero que no tenga la misma suerte que yo —se gira hacia mí y agrega: —y deseo de todo corazón Natalie, que tu matrimonio si triunfe.

—Que no es un matrimonio de verdad, Carmen.

—Uno nunca sabe —se encoge de hombros y yo lo único que puedo hacer es respirar hondo y soltar ese aire con brusquedad porque no pienso discutir por esta tontería.

—Tiene una academia de artes marciales. ¿Te gustaría venir? —Carmen se acomoda en el desayunador mientras piensa su respuesta. Le tiendo un plato con los recién cocinados pancakes y lo toma para comenzar a comer de inmediato.

—No, definitivamente la violencia no es lo mío.

—¿La violencia no es lo tuyo, pero sí practicas tiro al blanco?

—Eso es diferente, es algo así como una terapia para el estrés, solo imagino la cara de ellos dos, de mi ex y la zorra. ¿Sabes? De pronto me siento hermanada con Jennifer Aniston, luego de vivir lo mismo y todavía tener que aguantar verlos en la tv todos los días, tan finos, tan elegantes, tan hijos de puta.

—Si Jennifer Aniston logró superar al bombonazo de Brad Pitt, ¿Cómo tú no vas a superar al renacuajo ese de tu ex? —se ríe, al menos sé que hago mi parte bien cuando ella suelta un risotada y se olvida de lo que estamos hablando, comienza a hablar sobre su viaje a Francia y me habla sobre las clases de tiro al blanco.

—¿Si me acompañarás este fin de semana, cierto? —me dice, cuando la acompaño a su auto, una vez que ella sube y baja la ventanilla —quiero conseguir la licencia para portar armas, así nadie se va a meter conmigo. Si hubiese tenido un arma cuando estaba con mi ex, apuesto que no me pasa esto.

—Carmen...

—¿Qué? Se vale soñar ¿no? No tienes idea de cuántas veces los he matado en sueños —me rio, sé que no debería pero lo hago —¿si me acompañarás?

—Sí, ya me convenciste —le extiendo la palma de mi mano en su dirección y ella la choca dándome un gesto con aprobación.

—Tú también la necesitas, con ese bombón rubio vas a tener que apartarte a varias del camino amiga...

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora