Parte 19

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Natalie.

Y así pasaron seis meses.

Okey no, pero así se siente estar unos días casada con David Schmitt a quién todo parece molestarle. Me arrepiento del día que acepté irme a vivir con él, con Alex nunca tuve ningún tipo de problema, podía pintar sus bragas y su respuesta simplemente era "me vale madre".

Voy a enviarle en un mensaje de texto mi arrepentimiento a mi amiga por mudarme con el señor "MiKingKongEsTodoUnOrangután"; pero antes de ponerme de pie para ir por mi celular la pienso dos veces, no quiero que Alex se sienta culpable porque yo esté sin hogar.

Me doy vuelta hasta quedar viendo el techo del hotel más feo que se vea en Nueva York, pero no me quejo, hay personas allá afuera que no pueden ni siquiera pagarse esto.

Me pongo de pie, ya consciente de la hora que puede ser, aunque la alarma no ha sonado, reviso mi teléfono celular y sólo hay un mensaje de Oscar sobre nuestro proyecto, si todo sale bien, pronto tendré un empleo donde pueda pagarme un apartamento decente para vivir yo sola.

Mi cabeza duele, casi no pude dormir toda la noche pensando miles de cosas, necesito un nuevo empleo, divorciarme ahora y hacer oídos sordos a lo que mi familia tenga por decir, tal vez mi madre tiene razón, ningún hombre va a tomarme en serio nunca. Pero bueno, yo no necesito de ningún hombre, ni de David, mucho menos de King Kong cuando tengo a Terminator guardado en alguna caja por ahí.

Aunque un consolador no me abrace por las noches, pero es algo.

Me miro al espejo y mi cansancio se nota, pero no hay nada que un buen maquillaje no oculte. Camino hacia el lienzo donde estoy haciendo la pintura que tenía pensado hacer en el cuarto de David. Necesito puntos extras a mi currículum, por supuesto que en una pared se vería más creativo, pero no tengo una jodida pared.

Mi celular suena y sólo por un par de segundos me imagino que puede ser David pidiendo disculpas, pero sé que él no es así, ni siquiera conoce esas palabras, yo me disculparé por decirle "jódete" pero a veces me siento tonta intentando hacer funcionar algo que es más que obvio que él no quiere ni como una amistad. Al parecer prefiere las mujeres casadas, pero no con él.

Observo la pantalla de mi teléfono antes de tomarlo en mis manos, me doy cuenta que es un mensaje de Camilo, un mensaje de buenos días preguntando si todo está bien, la verdad que no he hablado con él desde que me di cuenta de lo de David y Andi, ni siquiera he ido a las clases de Karate los últimos dos días, no sé cómo actuar ahora, pobre Camilo, me siento hipócrita sabiendo lo que hace esa mujer, pero mucho más hipócrita me siento por juzgarlo sin antes haberlo conocido bien.

Para: Camilo.

... ¿Quieres ir po... —comienzo a borrar todo. Esto molestaría a David. Pero... ¡A la mierda David! él no se preocupa ni por enviarme un mensaje y yo pensando en que le moleste si tomo un café con Camilo.

Al final, me decido por no enviárselo.

Termino de arreglarme y salgo de aquel lugar en busca de mi auto. Al salir del pequeño hotel un anciano está recostado en la pared cerca de la puerta extendiendo su mano hacia las personas que van pasando, todos lo ignoran. El anciano hace contacto visual conmigo y sus pequeños ojos marrones me miran con tristeza... mi corazón se encoge, extiende su mano hacia mí y sus guantes tienen agujeros. Yo... me trago mis lágrimas, saco el dinero en efectivo que ando conmigo y se lo entrego, esboza una gran sonrisa que me hace olvidar que hoy no desayunaré, pero me pregunto cuantas veces no ha desayunado este hombre. Comienza a hacer señas, por lo que deduzco es mudo, le sonrío y comienza a caminar a toda prisa hacia la panadería frente a nosotros.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora