Parte 26

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David.

Por primera vez en mi vida, siento que he hecho algo bien.

Miro el cuadro frente a mí mientras espero a Natalie, con una mano en mi bolsillo y con la otra sosteniendo una copa de vino analizo la supuesta pintura que es un jarrón con flores ¿Será esa una pintura vanguardista? No lo sé, me perdí entre tantos términos que Natalie mencionó, pero que no entendí.

Tomo un sorbo de vino al ver mi reloj cuando escucho unos pasos detrás de mí, giro sobre mis talones para encontrármela a ella intentando ponerse un collar, no puedo evitar que mis ojos analicen cada rincón de ese cuerpo enfundando en un pequeño vestido blanco ¿Sería muy atrevido pedir que me deje tocar?

—¿Me ayudas? —pregunta, sacándome de mis pensamientos. Se forma una sonrisa en sus labios que van de un suave tono de rojo, da media vuelta quedando de espaldas a mí.

—Por supuesto —contesto, aclarando mi garganta cuando mis ojos se van para otro lado, dejo la copa de vino sobre la mesa detrás de mí. Tomo el collar, su aroma a flores invade mis fosas nasales y cuando el collar está perfectamente colocado, se gira nuevamente en mi dirección.

—Sólo voy por mi bolso —comienza a caminar hacia las escaleras y me quedo ahí viendo la forma delicada que sube cada escalón.

En un par de semanas me estaré divorciando de ella, no puedo evitar pensar que va a ser de su vida luego, si tendrá donde vivir, con quienes saldrá o si vivirá con alguien más. Tal vez, cuando se nos olvide toda esta mierda de que estuvimos casados podamos ser amigos, sinceramente, es la única mujer de la que considero poder tener una amistad.

—Lista —habla, cuando estoy tomando la copa de vino nuevamente. Le doy un sorbo y la devuelvo a la mesa para salir de la casa cuando ella está bajando las escaleras a toda prisa. Me mira y mira la copa sobre la mesa, camina hacia mí tomando la copa para llevarla a la cocina.

Ya me estoy comenzando a acostumbrar a esos sus arranques de orden obsesivo.

En diez minutos, ya estamos camino al lugar que se supone es la exposición. La observo de reojo y está mordiendo la uña de su dedo índice, desde que la conocí me he dado cuenta que eso es lo que hace cada vez que está ansiosa.

—Gracias David —dice, no sé cuantas veces me ha agradecido hoy, pero creo que en toda mi vida nadie me había agradecido tanto como ella.

—No es nada —mi vista sigue en la carretera, en cuestión de segundos y sin siquiera percatarme sus labios están sobre mi mejilla y de inmediato vuelve a su lugar.

Tampoco nadie me había babeado tanto como ella.

—¡Natalie! —me hace reír, comienzo a limpiar mi mejilla y miro en el espejo retrovisor que me ha dejado sus labios pintados de rojo —¿No ves que pueden haber chicas lindas ahí? No puedo andar tus labios pintados sobre mi mejilla.

—También habrán hombres guapos, no pueden verte con mis labios pintados sobre tu mejilla —saca el pañuelo del bolsillo de mi traje y comienza a limpiarme.

—En ese caso, déjalo así —digo, fingiendo molestia, le arrebato el pañuelo y lo devuelvo a mi bolsillo, ella suelta una risa que me termina contagiando. Vuelve a incorporarse en su lugar con su vista al frente, manteniendo una sonrisa en su rostro.

El resto del camino lo recorremos en silencio con música de Go Go Dolls y uno que otro chiste que a ella le hace reír, nos estamos comenzando a llevar bien.

—Me la paso bien contigo, David —dice, una vez que hemos llegado, se recuesta de lado en el espaldar de su asiento y me mira a los ojos —gracias por venir conmigo.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora