Parte 25

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Natalie.

A la mañana siguiente, despierto con un terrible dolor de espalda.

Abro mis ojos y pestañeo varias veces para ubicarme que estoy en la sala de la casa de David, sobre el sofá y que ya es demasiado tarde.

Mierda.

Me siento mirando alrededor y hay una manta sobre mi cuerpo, miro el espejo a un costado mío reflejando una imagen no bonita de mi persona. De inmediato me levanto arreglando mi cabello y viendo si sobre mi cara no hay rastro de haber babeado anoche.

Mi rímel se ha corrido e intento arreglarme lo más que puedo cuando me pregunto dónde está David. Es muy temprano para que salga a trabajar ¡Ni siquiera se dignó a despertarme!

Voy a entrar en pánico al ver la hora que mi reloj muestra y suelto todo el aire que mis pulmones estaban reteniendo cuando recuerdo que hoy no trabajo, lo que me hace recordar el motivo.

Voy hasta la cocina por un vaso con agua, una vez que vierto el líquido dentro del vaso de cristal transparente regreso al sillón tomando un sorbo con paso lento, sobre la mesa que está frente al mueble dejo el vaso para buscar mi celular dentro de mi bolso y revisar mis redes sociales, me siento completamente masoquista ver los perfiles de mis padres y lo felices que se ven en familia. Me decido por primera vez en mi vida enviarle un mensaje a mi padre, tal vez no me reconozca por ese motivo no acepta mi solicitud.

Me dejo caer de espaldas sobre el sillón con mi mano en mi frente una vez que le he dado enviar, reposo mi mano que sostiene mi celular sobre mi abdomen. Escucho la puerta abrirse, levanto la cabeza y un David sin camisa se aparece tras ella.

—Buen día —me dice, le sonrío a modo de respuesta. No puedo evitar que mis ojos viajen por ese sudoroso cuerpo y observar el recorrido de unas pequeñas gotas de sudor que acarician su abdomen y llegan justo a la goma de su pantalón deportivo mientras él camina hacia mí —¿Disfrutas este paisaje? —pregunta, abriendo sus manos y señalándose a sí mismo —¿Quieres pintarme al estilo Jack a Rose en el Titanic? —me guiña un ojo, me dan ganas de reír pero no voy a hacerlo frente a él.

—He visto paisajes mejores —digo con indiferencia, volviendo a la posición que estaba. Escucho un jadeo de su parte y vuelvo mi mirada a él.

—¿Disculpa? —dice en un tono exagerado, lleva su mano derecha a su pecho fingiendo indignación —no hay un mejor paisaje que King Kong en su selva. Lástima que no pueda andar en su hábitat natural porque da comezón.

No, con David no se puede ser serio, aprieto el puente de mi nariz, termino soltando una risa aunque no quiera y él con toda la seriedad que no lo caracteriza camina en dirección a la cocina negando con su cabeza.

—¿Y así vas hasta la casa de Oliver? ¿Sin camisa? —cuestiono, viendo como su legging deportivo se le ajusta perfectamente bien, cuando gira hacia mí y lleva sus manos a su cadera.

—¿Por qué no? —contesta y aparto mi vista de inmediato —para eso hago abdominales todos los días —enarco una ceja viendo sus ojos y él esboza una sonrisa coqueta.

—¡Pero qué modestia! —exclamo, a veces no sé si es tan presumido porque en serio lo es o por que amaneció de buen humor para las bromas.

Me sorprende cuando se acerca a mí, por un momento pienso que se le olvidó algo en este sillón, para mi sorpresa, en el preciso momento que voy a ponerme de pie, él se inclina dándome un beso en la frente que me hace reír.

Nunca debí haber hecho este tipo de cosas con él. Pero no voy a acostumbrarme a este David, luego saldrá con al saber que mierda y me molestaré el doble.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora