Parte 54

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Cuando despierto de nuevo, casi a medio día, ella ya no está.

Recuerdo que se levantó casi unos minutos después que yo lo hice y me encontró en el baño, pero nada comprometedor, estaba lavándome los dientes.

—¿Estás mejor? —me preguntó, la miré a través del espejo y le dije que sí —tengo que ir a trabajar, cualquier cosa me llamas ¿de acuerdo?

Le dije que sí de nuevo con un leve asentimiento sin hacer contacto visual en sí. Levanté la mirada y la observé dar media vuelta y salir del lugar. La verdad que no sabía que decirle y preferí mejor arreglar mis pensamientos para poder hablarle después.

Me encerré en mi habitación casi todo la mañana, apagué mi teléfono y me dediqué a escuchar música y concentrarme en lo que sea que tenía en la pantalla de mi laptop. Ya no estaba enfermo, pero mi cabeza daba miles de vueltas en la conversación de la noche anterior, intenté callar todos esos pensamientos haciendo algo pero otra vez, no lograba concentrarme del todo. Sentía que todo lo que hacía era ilógico y acabé borrando todo lo que había escrito para tirarme a la cama y volver a dormir.

—Solo voy a limpiar un poco —me dice Caroline una vez que abro la puerta después de escucharla tocar insistentemente. Me había despertado de no tan buen humor, miro la aspiradora y le doy espacio para que entre pero esa fue toda nuestra interacción. Me voy a baño a darme una ducha mientras ella se encarga de limpiar el lugar, eso era lo que habíamos acordado, como forma de pago de la deuda que tiene conmigo.

Al ver que no había forma de trabajar con mi cabeza en otro sitio, llamo a Steve y le pregunto si puede acompañarme a buscar mi traje para su boda, él me dice que sí aunque me mira con cierta extrañeza una vez que lo recojo por el bar, le digo que soy malo eligiendo atuendos y necesito su opinión, pero la verdad es que solo quería pasar un tiempo con Steve.

—No he visto a Natalie —dice de pronto, una vez que estamos en la tienda y se me cae la corbata que sostengo en manos —¿tienes idea de dónde puede estar?

—La verdad que no —es todo, me pongo el saco que cuelga de mi antebrazo y me encuentro con los ojos de Steve en el espejo. El anciano está sentado con las piernas cruzadas y ambas manos extendidas en el sillón beige.

—¿Discutieron? —ruedo lo ojos.

—No... —digo de manera seca —¿La has visto? ¿Por qué entonces me preguntas por ella?

—No, no la he visto —me doy media vuelta y ahora tiene los brazos cruzados sobre su pecho. Sabe de lo que hablo, sé que sabe algo por la forma maliciosa en que se curvan sus labios al ver mi expresión, decido ignorarlo y probarme el siguiente traje que no es muy diferente al primero —pero tu rostro me dice muchas cosas.

—Steve, casi muero. Mi rostro debe decirte mucho sobre mi experiencia cercana a la muerte —el anciano se ríe y se pone de pie un momento. Se acerca a mí con esa sonrisa todavía plasmada en su rostro y me acomoda la corbata. Steve y su ahora prometida, quieren que los invitados vistan completamente de blanco, la boda sería en la orilla de la playa, frente a la casa de Flor, a varios kilómetros de aquí. Ya todo está todo listo, Steve va a casarse y yo todavía no puedo creérmelo.

—Lo escuché por ahí...

—¿Por ahí?

—Un pajarito...

—Diablos... vamos, Steve... que ya no tengo cinco años.

El viejo Steve me muestra una sonrisa y comienza a anudarme la corbata celeste.

—Bueno, son amigos ¿no? Supuse que seguían viéndose.

—No... —hago una pausa, no le hablo de lo de ayer, sé que Steve querrá saber más detalles y no va a descansar hasta que le diga todo. Hay cosas de anoche que prefiero guardarme.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora