Parte 27

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David

No miento cuando digo que me agrada la compañía de Natalie, una persona bastante madura para su edad y eso sin mencionar la amabilidad digna de ella. Una vez que la tortura ha terminado, la observo despedirse de todas las personas que conocía y me sorprende la agilidad con la que hace nuevos amigos.

Con mis manos dentro de mis bolsillos la espero, miro mi reloj y levanto la mirada al notar que viene en mi dirección, esboza una amplia sonrisa. A grandes zancadas llega hasta donde estoy y toma mi mano para llevar mi reloj frente a sus ojos.

—¿Nos vamos? —le pregunto, ella asiente.

—Pero es temprano ¿Te parece si vamos por unas cervezas? —ah, por Dios, esas son las mejores palabras que alguien te puede decir, la verdad que las necesito. —pero yo invito, ya has hecho mucho por mí.

—No —riño —no voy a dejarte... —de inmediato ella lleva la palma de su mano a mi boca y así me saca de aquel lugar a empujones —Natalie, por Dios —digo entre risas.

—David, déjame invitarte, ya has hecho mucho por mí —finalmente me suelta.

—Tú has hecho más cosas...

—No —me interrumpe, es que con las mujeres no se puede. Camina en dirección al auto y yo camino tras ella —y bien... ¿la pasaste tan mal como pensabas?

—La verdad no —soy honesto —no es el mejor lugar en el que quisiera estar pero tampoco es tan malo —ella suelta una risa y detiene su paso para caminar a la par mía.

—Sabes... mi sueño es pintar algún día tan real como todos esos pintores que has conocido hoy.

—Mi sueño es beber cerveza sin engordar —vuelve a reír en lo que llegamos a mi auto y abro la puerta para que suba, una vez que se incorpora rodeo el auto para subir de mi lado.

El único lugar más cerca es el bar del viejo Steve, al final se le cumplirá su sueño de conocerla, sólo espero que esté lo suficientemente ocupado para que no esté con sus palabras de la vida ni se le ocurra contar nada que no debe.

Al llegar, como lo esperé, el lugar está repleto de personas. Tomando a Natalie de la mano nos abrimos paso entre algunas personas, sólo luces neon alumbran las penumbras.

—¿Qué hay Steve? —digo, acercándome a la barra. Él está del otro lado y al verme esboza una sonrisa —¿Ya conseguiste a la mujer de tus sueños?

—Aún no, soy viejo y feo —dice, dejando de hacer lo que sea que estaba haciendo para acercarse a mí.

—¿Qué? Steve ¿Por qué dices eso?, no pienses que eres feo, sólo piensa que eres un mono hermoso.

Natalie suelta una carcajada que llama la atención del viejo Steve quién de inmediato deja de reír para verla con su entrecejo levemente fruncido, vuelve su mirada a mí y luego a ella.

—¿Y esta preciosa dama es tu esposa? —dice, acomodando sus lentes. Esposa... por la forma en que lo dijo sé que lo ha dicho a propósito.

—Ella es Natalie —le digo —Natalie, este es el viejo Steve —ella aprieta sus labios y mira a Steve que me está lanzando una mirada despectiva.

—Mucho gusto, Natalie —dice, extendiendo su mano a ella, quitándome la mirada de encima solo por unos segundos —conozco a David desde que usaba pañales, si quieres alguna historia vergonzosa de su pasado no dudes en volver —aclaro mi garanta.

—Bien, vámonos —digo, tomando a Natalie del brazo —dos cervezas por aquella mesa —señalo una mesa del rincón, donde el viejo Steve no pueda estar chismoseando.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora