Parte 21

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Natalie.

Espero a David mientras reviso todas las alternativas posibles que tengo para apartamentos en esta ciudad, todos exceden mi presupuesto. Suelto un suspiro y dejo caer mi frente sobre el teclado de mi laptop, no sé qué haré hasta que consiga algo con mejor paga. Mi celular suena y lo saco de mi bolso aún sin despegar mi frente del teclado, cuando mis ojos enfocan las letras en el aparato me doy cuenta que es Oscar. Descuelgo la llamada y casi de inmediato su voz inunda mis oídos.

—Natalie, tengo el número que te dije que iba a conseguir —me hace esbozar una sonrisa, aunque... eso no garantiza el hecho que consiga el puesto —¿Tienes donde anotar?

—Dame un momento... —consciente que no camino papel o lápiz en mi bolso, me pongo de pie y comienzo a buscar en las gavetas de un librero de David la pluma que había visto por aquí, al encontrarla busco un papel y al tirar de lo que parece ser una libreta un papel cae de su interior, no me apresuro a recogerlo y comienzo a escribir el número que Oscar me está dictando.

—He hablado con él y le he mostrado algunos de tus trabajos, no creo que diga que no.

—No sé como agradecerte, Oscar —llama mi atención el papel que se ha caído a mis pies, es una fotografía.

—No tienes que agradecerme nada, Natalie. Yo soy el que no sé como agradecer todo lo que has hecho por mí.

—Vamos, que no ha sido nada —esbozo una sonrisa al ver el contenido de la foto, hay un niño que parece ser David. Escucho unas leves risas del otro lado de la línea —igual me siento en deuda con esta oportunidad que me estás dando.

—Seguimos en contacto ¿De acuerdo? Para lo que necesites ya sabes que aquí estoy.

—De acuerdo, muchas gracias de nuevo —dicho esto, la llamada se cuelga y me quedo viendo aquella foto detenidamente. No hay duda que es David, a la par de él está un hombre sosteniendo una niña en brazos y una mujer, quienes intuyo, son sus padres y hermana. Miro el reverso de la foto y tiene una fecha de hace dieciocho años.

Vuelvo mi vista a la fotografía y sonrío al ver a aquel niño con el espacio de un diente faltante. Mi celular vuelve a sonar y esta vez me muestra un mensaje cuyo remitente es Camilo.

De: Camilo.

"Traje lo que me pediste"

Rápidamente voy al exterior luego de dejar la fotografía en su lugar, el otro día le había preguntado sobre un par de guantes que no ocupara para llevárselas al anciano del hotel. Casi toda la noche estuve aprendiendo palabras esenciales en el lenguaje de señas, pero la verdad que no creo haber aprendido algo.

Al llegar al portón ahí está Camilo junto a una caja, frunzo mi entrecejo y alterno mi mirada entre él y la caja a la par suya.

—¿Una caja? ¿Trajiste todo tu guardarropa? —ironizo, él suelta una leve risa y recoge la caja del suelo.

—Les pregunté a todos mis compañeros de trabajo si querían unirse a la causa y todos estuvieron más que encantados. No sólo llevaron guantes.

—Pero, ni siquiera saben su talla —él esboza una sonrisa mientras lleva la caja a su hombro y la otra mano la lleva a su bolsillo, me he dado cuenta que eso es algo que hace todo el tiempo, otra cosa que juzgué mal y me riño interiormente, yo creí que esa era una táctica para ocultar su anillo de matrimonio.

—Tal vez tenga familia que la necesite, me deberías llevar a conocerlo, para saber mejor su talla —tal vez no sea mala idea.

—Cuando tenga mi auto de regreso y obviamente dinero, iré a buscarlo y puedes venir conmigo si gustas —él ladea sus labios en una sonrisa y asiente.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora