Parte 58

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David

Al día siguiente, despierto y Natalie ya no está ahí. Lo primero que hago es buscar mi teléfono celular, no hay mensajes, no hay llamadas, no hay notas, no hay nada que me diga si ya se fue a Italia y entro en pánico, no quiero que se vaya, no sin antes decirle todas esas palabras que tengo atoradas en la garganta que no me he atrevido a hablar y que me están matando de a poco. Quiero tirar todo aquí pero justo en el momento que levanto mi almohada una nota cae al suelo, no dudo en recogerla de inmediato y mi corazón salta dentro de mi pecho cuando descubro que es su letra, con un lugar y una hora específica.

"Mi avión sale a las ocho con cuarenta y cinco. No quise despertarte.

Prometo llamarte cuando llegue.

Nat."

Miro la nota y después mi reloj, me doy cuenta que ya casi es hora. Corro hasta el baño para lavarme la cara y me arreglo el pelo. No importa la ropa que llevo, me había quedado dormido con lo mismo que vestía ayer pero eso ahora es sin relevancia, tengo que llegar ahora. Conduzco a toda velocidad y en minutos estoy en el aeropuerto, de nuevo. El estómago se me encoge cuando cruzo el lugar a toda prisa, cuando llego hasta el sitio exacto estoy jadeando y no logro verla por ningún lado. Entro en pánico solo imaginarme que ya puede ser muy tarde, pero entonces diviso su melena castaña, está de espaldas a mí pero esa figura no se me perdería en ninguna parte. Y en ese momento, como si alguien llamara su nombre, se gira y me mira a mí.

Mi mirada de súplica es la primera en hacer acto de presencia cuando sus ojos enfocan los míos, entonces me da un gesto, uno similar a una sonrisa y comienza a caminar hacia mi persona. No puedo siquiera describir lo preciosa que se mira con un abrigo largo de color oscuro que deja ver su blusa de cuello alto con el mismo tono, con vaqueros color beige y unas botas. Es hasta el momento que está frente a mí que la rodeo con mis brazos, sin esperar una palabra de su parte, mis dedos se hunden en su piel y entierro mi cara en el hueco de su mandíbula.

—Natalie...

—No pensé que vendrías...

—Por Dios... —la interrumpo y me separo de ella para verla a los ojos—. No tienes idea de lo que... Nat... por favor... no te vayas... no sin antes saber todo lo que me he guardado todo este tiempo... ——Trago saliva, el pulso se me acelera y el corazón me golpea fuerte dentro del pecho. —No tienes idea de cuánto me arrepentí de todas las cosas que no me atreví a decirte antes.

—Bien. —Se aclara la garganta, sin despegarme la mirada de encima continúa: —¿Y qué es eso que quieres decirme?

—Que yo no puedo vivir sin ti, Natalie. —Mantengo el contacto visual, siento que si un momento miro en otra dirección voy a perderme la belleza que hay dentro de esos ojos de chocolate. Son tantas cosas que tengo por decirle que comienzo a enumerarlas, pero no me salen ni un poco como yo me había imaginado que sería en mi cabeza. Mi voz suena a la de un desconocido, a la de un niño ansioso, quiero decir tanto que continúo sin poder detenerme, sin siquiera coger aire: —. Que yo te amo con todo mi corazón y que no hay forma que esta vez te deje ir sin que sepas que no hay un día que no te piense. Que me siento tan afortunado por haberte conocido, porque irme a Las Vegas contigo fue lo mejor que pudo haberme pasado y no lo cambiaría por nada. Que si pudiera devolver el tiempo... volvería a dejarme cazar por ti.

Natalie suelta una risa, una de esas adorables y graciosas en partes iguales que me contagian de felicidad. Aunque no era esto lo que yo pretendía... bueno... creo que no ha salido como yo esperaba.

—Lo siento. No salió para nada como lo tenía pensado. —Me contengo una risa, al mismo tiempo que sorbo por la nariz y miro los ojos de Natalie, cristalizados, tan tiernos y conmovedores en partes iguales. De pronto me siento en paz... me siento tranquilo... como si me desprendiera de tantas cosas que no habían dejado de agobiarme, aunque no es lo que esperaba, verla reírse, sonreír, es más de lo que pudiera pedir. La miro en ese momento y lo primero que hago es acercarme solo dejando de hacer contacto visual por un momento para ver sus labios—. Yo... —Mis manos viajan a ambos lados de su rostro—. Creo que no hay palabras suficientes para decirte todo lo que pienso, para darte las gracias por todos estos días que estuviste conmigo. Ni siquiera existen todas esas oraciones que necesito para describirte, para hablarte sobre lo importante que fuiste y sigues siendo para mí. Cualquier frase se queda corta con todo lo que te mereces, cielo.

Todo esto lo estoy diciendo mientras me acerca un poco más, hasta que nuestros alientos se mezclan y cierro los ojos un momento para sentir su boca así de cerca.

—¿Qué... qué estás haciendo? —Me pregunta cuando mis labios están rozando los suyos. Entonces, me atrevo a responder:

—Lo que debí hacer hace mucho tiempo.

Sin pensarla dos veces uno mis labios con los suyos, un beso que no tiene prisa, uno de esos cariñosos, que me recorre entero, que sin necesidad de palabras dice todo lo que le he querido decir todo este tiempo, todo lo que me he callado todos estos meses, todo lo que no he podido contarle, un beso que manifiesta cuánto la he extrañado, que no puedo vivir sin ella, que no pienso dejarla ir. Natalie envuelve sus manos alrededor de mi cuello y profundizo el beso, nunca había besado a nadie con esta necesidad con la que estoy besándola a ella ahora, nunca nadie me había besado de la intensidad que ahora Natalie lo está haciendo.

—Te amo, Natalie. Te amo con todo mi corazón. —Nuestras frentes están juntas, nuestras respiraciones se encuentran. La miro ahí tan cerca de mí y me doy cuenta que esta mujer me gusta, me encanta, me fascina, de una forma que jamás había experimentado con nadie. Entonces, hago algo que me prometí no volver a hacer jamás, algo que ni siquiera me hubiese imaginado hacer en un futuro, pero aquí estoy más seguro que nunca, porque así lo quiero, porque la amo en serio y porque sé que ella es la mujer de mi vida, de la que nunca quiero separarme y vivir por el resto de mis días: Me postro sobre una rodilla, tomo la mano de Natalie y ante su mirada expectante, me atrevo a preguntar: —Nat, ¿Quieres casarte conmigo... otra vez?

No me dice nada, nuestros ojos se conectan en ese momento y no puedo descifrar su gesto. Ahora siento miedo, no sé qué haría si ella no siente lo mismo que yo, no sé qué haría si ella me rechaza. No sé qué pasaría si en este instante Natalie me dijera que no está dispuesta a casarse conmigo de nuevo.

—No sé, tengo que pensarlo.

—¿Qué? —Entonces me mira a los ojos, con cierto gesto de picardía.

—Que voy a pensarlo, porque hay un sujeto rubio que no me he podido sacar de la cabeza durante todos estos meses, y me pregunto qué me ha hecho para hacerme sentir de esa forma. —No voy a mentir que estuve a punto de desmayarme y escuchar aquello es como una ola de alivio que me hace soltar un suspiro junto a una sonrisa.

—Pues qué maldito... —Natalie se ríe, ni siquiera me importa que haya gente pasando a nuestro lado, o que algunas personas estén mirándonos desde una distancia prudencial, o que alguien detrás de nosotros esté poniendo atención a la escena tan detenidamente, pero ahora no es precisamente por lo que quiero preocuparme, hasta que escucho, justo detrás de Natalie:

—Natalie. —Ella se gira, y entonces, me doy cuenta, que todo el tiempo ese sujeto que estuvo detrás de nosotros, es Oscar, el tío de Nat, a quién no puedo creer que esté conociendo con los ojos llenos de lágrimas, la nariz llena de mocos, con las manos temblorosas y los pies hechos gelatinas. Tengo que agregar que todavía estoy postrado en una rodilla y cuando lo veo aparecerse ahí, lo primero que hago es ponerme de pie de un salto, más por la impresión de finalmente llegar a conocerlo. . —. Creo que te esperaré en casa. Podemos reprogramar el vuelo si lo necesitas. —Ahora él me da toda su atención a mí y ladea sus labios en una media sonrisa para decirme: —Un gusto conocerte, David.

Me estrecha su mano y yo hago lo mismo dándole un suave apretón con un saludo cordial y se despide de nosotros. Ambos lo observamos alejarse hasta perderse tras unos portales. Entonces, miro a Natalie y después escucho el llamado a un número de vuelo. Natalie mira hacia un papel que sostiene en manos, me mira a los ojos y bromea:

—¿Crees que alcances en una maleta de cuarenta y cinco pulgadas?

—Me ofende que hasta ahora desconozcas mis habilidades, cielo.

Natalie se carcajea, se acerca a mí y con sus brazos envolviendo mi cintura, susurra sobre mis labios:

—Y sí, sí quiero casarme contigo... otra vez... una y mil veces si es posible. —Su declaración me llena el pecho de algo indescriptible, de una sensación abrumadora, pero de algo que se siente tan bien, tan reconfortante, que me llena de felicidad y me hace sonreír. La abrazo fuerte, me da un beso suave en los labios y agrega: —Yo también te amo, David.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora