Parte 18

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El estruendoso sonido del jodido aparato sobre mi mesa de noche me hace estremecer, adormilado extiendo mi mano para intentar palparlo sin abrir mis ojos, necesito apagar ese ruidoso sonido agudo y la maldita alarma cae al suelo.

Maldición.

De mala gana me pongo de pie y lo apago luego de un suspiro, si no es porque me ha costado un buen dinero lo lanzo contra la pared. Lo primero que mis ojos miran es la jodida pared color fucsia y cualquier resentimiento que haya tenido por la noche debido a que Natalie no regresó se me pasa.

Yo no modifico sus cosas, por lo tanto, no quiero que ella modifique las mías.

Tomo mi celular y veo que no hay una notificación de nadie. En parte, siento peso de conciencia pensar que haya deambulado a media noche por las calles, se me ocurre preguntarle a Andi si Camilo durmió con ella pero eso va a sonar algo comprometedor.

Tomo una ducha y el agua tibia relaja mi cuerpo, hasta olvido la pared fucsia de mi cuarto. Salgo del baño y tomo mi celular para hacer las llamadas correspondientes para amueblar el cuarto a la par del mío.

Significa que estaremos alejados de la rápida y furiosa. Pero King Kong puede sobrevivir a eso, no es la única vagina en este mundo.

Me arreglo para ir a trabajar y llama mi atención un panfleto con distintos colores en él y el nombre de los tonos ¡Por Dios! Estoy seguro quería pintar mi habitación como la suya en el antiguo apartamento que vivía, con paredes de distintos colores.

Espero mi auto no esté pintado de colores también porque me pego un tiro.

Una vez que estoy listo voy hasta mi refrigerador y veo todo tipo de jugo ahí, hay pasteles y cervezas, me ruge el estómago pero prefiero no tomar nada, son suyos; no quiero que los comparta conmigo.

Al salir de mi casa, el puto de Anderson pasa y toco el claxon a modo de saludo, él hace lo mismo y me toma segundos ponerme a la par de él, maneja como abuelita. De hecho, mi abuela manejaba más rápido.

Bajo la ventanilla cuando paso a la par suya y muevo mis cejas a modo de reto, no veo su gesto pero sé que me ha visto porque cuando piso el acelerador a fondo él hace lo mismo, sólo que luego de unos cuantos metros comienza a quedarse atrás.

Buuu... abuela Anderson.

Llego hasta la empresa y lo espero en la entrada junto a Simón, el guarda de seguridad. Sostengo mi maletín en una de mis manos y con la otra me saco el teléfono celular de mi bolsillo esperando cualquier mensaje de Natalie pero no lo hay y yo no voy a llamarla.

—Muchas felicitaciones, señor Schmitt —Simón llama mi atención —he escuchado sobre su matrimonio —él sonríe de manera amplia, a lo que me veo obligado a contestar con la misma expresión.

—Así es —sonrío, sin mostrar mi arrepentimiento.

Miro mi reloj y Anderson se aparece hasta luego de unos varios minutos.

—¡Hey, Anderson! ¿Cómo que te quedaste atrás? —digo, quitando la mirada de mi reloj para ponerla en él quién viene caminando hacia mí acomodando su saco con una mano, llevo mi mano a mi bolsillo mientras espero su respuesta.

—Sí, tuve mis razones —dice, simplemente.

Caminamos juntos hacia la sala de reuniones, hoy hay una junta y agradezco interiormente no tener que ver a Andi por al menos unas cuantas horas. Tomo mi lugar al lado del caga-billetes para esperar que la dichosa reunión inicie luego de saludar a algunos socios.

—Oliver, ¿Te sientes bien casado? —suelto de pronto, Oliver levanta la mirada quitándola de su computadora para enfocar mis ojos, su ceño está levemente fruncido y luego enarca una ceja meditando en mi pregunta.

Recién Cazados © (Borrador de la 1era edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora