Noto las lágrimas inundar mis mejillas en un llanto silencioso. Mi cuerpo no reacciona. Mis ojos fijan la vista en un punto perdido de la habitación.
-Se-señorita, ¿se encuentra bien? -la enfermera me saca del trance.
Inmediatamente me levanto de la camilla, y camino torpemente hacia la puerta. La enfermera me agarra de la cintura y trata de llevarme de nuevo a la camilla. Hago fuerza y la aparto de un fuerte golpe, haciéndola caer en la camilla. Abro la puerta y, tras dirigirle una última mirada a la mujer, la cual se sujeta la nariz ensangrentada, salgo de la habitación corriendo. ¿A dónde? Ni idea, pero necesito ver a Harry. Es de noche, así que no hay casi nadie en el pasillo. Mientras corro por los pasillos noto un ligero aire frío en la zona de mi trasero, y entonces recuerdo que voy enseñando mis encantos naturales a todo ser que se cruza conmigo. Entro en una habitación cualquiera y busco una bata de médico. Encuentro una de un tal Dr. Flemming. Al menos es lo suficientemente larga como para taparme el trasero. Me dirijo a la recepción, donde una chica habla por teléfono. Nadie más se encuentra en la sala. Me escondo en una esquina y la vigilo.
-Sí, tía, es que encima van y no me quieren comprar el coche -oigo hablar a la chica, mientras masca chicle de forma desagradable-. Osea, es que me paso el día trabajando en este estúpido lugar lleno de estúpidas personas enfermas y no me hacen ese favor... Asco de padres, en serio.
¿Asco de padres? Asco de niñata, diría yo.
-Espera, chiqui, llámame al móvil, que el teléfono este es un asco -dice y cuelga. La choni, perdón, la chica coge su móvil y sale a las escaleras del exterior, dando la espalda al hospital. Ahora es el momento, Zoe. Llegó la hora de saber cuán útiles son las películas que veías con Harry. Sigilosamente me acerco a la recepción, sin dejar de mirar a la cerda, digo, a la chica. Tecleo en el ordenador, intentado averiguar cómo funciona. Pongo en la base de datos "Harry Styles". 12 resultados. Pruebo con "Harry Edward Styles Cox". 1 resultado. Entro en su informe. Habitación 129, piso 3. Vuelvo a dejar todo en su estado original, justo a tiempo, porque viene la puta, perdón, la...qué digo, es una puta. Corro como puedo, casi dando saltitos, hacia las escaleras, prefiero no usar el ascensor por si me encuentro a alguien no deseado. Como la enfermera a la que probablemente le he roto la nariz. Me da pena y todo, la pobre...
Piso 3. Tengo las piernas reventadas. Al menos no me he encontrado a nadie. Venga, ahora a buscar la habitación. 125, 126, 127, 128... ¡129! Abro la puerta con cuidado, y con la tenue luz de la habitación, puedo ver a mi niño. Dios mío, mi niño...Si me viese ahora, las pintas que llevo, se estaría riendo hasta quedar sin aire. Pero ahora apenas puede abrir sus hermosos ojos verdes. Verlo ahí, lleno de tubos y conectado a tantas máquinas me destroza por dentro. Me dejo caer de rodillas en el suelo junto a él, y no puedo evitar dejar escapar un sollozo.
(...)
Ya han pasado cinco semanas, y Harry aún sigue dormido. Intento visitarlo cada día para sentirme bien, pero sólo consigo derrumbarme. Hablar con él y no recibir ninguna respuesta de vuelta es muy doloroso. Demasiado.
-¿Sabes? A mamá le han dado un trabajo temporal en Londres. Vuelve dentro de tres meses. Mientras ella está allí yo cuido de la casa y de Noah. Dice que ya soy lo suficientemente mayor y que confía en mí. Si supiera lo que hacemos cuando estamos juntos ya no pensaría que soy tan madura -le digo al oído, dejando escapar una pequeña risa. Ni un ruido. Nada.
Este tipo de conversaciones son rutina para mí a este punto. Beso la frente de Harry y me tumbo junto a él. Observo sus pequeños ricitos morenos cayendo sobre su rostro. No tiene expresión alguna. Tras varios minutos observándolo caigo rendida. Despierto con una llamada a mi móvil.
-Mmmm...-es el único sonido que sale de mi garganta.
-¿Zoe? -dice Anna al otro lado-. Soy Anna, ¿dónde estás?
-Oh, Anna, lo siento. Había olvidado completamente que habíamos quedado...
-Eres un desastre, eh.
-Gracias, yo también te quiero. Espérame, voy para allá ahora mismo -cuelgo y me levanto rápidamente, haciendo que me maree.
Llego a la cafetería después de quince minutos andando. Busco a Anna con la mirada y me dirijo hacia su mesa. Desde que me dieron el alta en el hospital, Anna me ha estado ayudando muchísimo con todo. Ha sido como mi punto de apoyo, y le estoy realmente agradecida por ello.
Después de un par de horas tomando té, vuelvo al hospital. No están permitidas las visitas después de las 8:00pm, y mucho menos dormir con los pacientes en la camilla pero, ¿qué más da ya lo que haga? Ya he golpeado a una enfermera y he registrado en los archivos privados del hospital. Dormir junto a él será pan comido.
-Joder, pequeño, mírate...Sé que no puedes oírme, pero necesito hablar contigo. Necesito oír tu voz, necesito oír tu dulce risa y ver tus lindos hoyuelos mientras enseñas tu perfecta sonrisa. Necesito sentir tu mirada esmeralda sobre mí. Esa mirada con la que me decías todo lo que tu voz callaba. Esos besos accidentados, y no tan accidentados, que me hacían sentir en la cima del mundo. Me hacía sentir como que era la única chica en el mundo. Esas pequeñas cosas que me has enseñado. Me has enseñado a vivir mientras sea joven, siempre joven. Aún tengo todos esos recuerdos de medianoche junto a tí viendo estúpidas películas de comedia. Necesito todo eso de nuevo. Te necesito a ti. Y mírate ahora. ¿Sabes? Creo que debería ser yo la que tiene que estar ahí tumbada sin poder abrir los ojos. Tú no te mereces esto, Harry. Nada de lo que te ha ocurrido, todo ha sido por mi culpa. Ojalá despiertes pronto, Hazza. Ojalá.
Lo miro una última vez. Espera. ¿Qu-qué es eso? Una pequeña lágrima cae por sus mejillas, y una media sonrisa se forma en su rostro.
-¡¡ENFERMERA!!