Abigail Chamberlain.
Diecisiete años.
Maestra en el arte del sexo.
Abigail siempre ignora el toque de queda y lleva a su padre al límite, hasta que él la envía derecha a un reformatorio llamado Foxcroft Cove. Allí, es registrada para sesiones tera...
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Nos habían notificado que por la tarde noche los estudiantes ahora podríamos hacer llamadas telefónicas cada jueves. Abigail no sabía a quién podría llamar. A su padre no porque seguía furioso con ella, a su madrastra tampoco porque no mantenían ningún tipo de relación, a Travis tampoco porque él era muy pesado y no quería que pensase que tenían una relación seria. No podía llamar a sus amigos antiguos tampoco porque, para ser francos, ella estaba por encima de todos ellos.
No tenía a nadie fuera.
Tomó una profunda respiración al pensar que allí fuera no tenía ningún verdadero amigo y que su familia no se preocupaban demasiado por ella tampoco. Estaba sola. Jadeó y puso sus manos en los bolsillos a la vez que caminaba penosamente hasta la biblioteca en busca de algo interesante que leer y que le distrajese de su tristeza.
Había habido un momento hoy en el que había pensado seguir a un chico de aquí para alentarlo a tener sexo con ella, pero entonces recordó lo que había hablado con Justin. Aunque ella no actuase como si quisiera, bien en el fondo quería genuinamente mejorar., quería ser capaz de sentir algún tipo de felicidad sin tener que tener sexo para conseguirlo. No quería convertirse en su madre, ella quería ser Abigail. Ella sabía que si quería conseguir algún tipo de ayuda por parte de Justin, primero tenía que ayudarse a sí misma. Tal vez haciendo actividades como la lectura podrían substituir el hábito constante de tener sexo.
Abrió la puerta y vio a algunos estudiantes dispersos por toda la biblioteca, algunos leyendo y otros probablemente haciendo deberes. La bibliotecaria, la señorita Smith, la recibió con una sonrisa cálida y Abigail se la devolvió encantada.
—Hola, ¿cómo puedo ayudarte? —preguntó la señorita Smith con un tono alegre.
—No sé si sea demasiado complicado, ¿pero podrías decirme dónde encontrar libros buenos? —respondió Abigail, aún con una sonrisa en los labios.
—No lo es para nada. —La señorita Smith asintió con entusiasmo, dispuesta a ayudarle. Se acercó a Abigail y susurró—: Una pregunta importante: ¿cuál es tu género?
Abigail abrió la boca para responder pero nada salió de ella. Tomó un momento para considerar si prefería romance, ciencia ficción, tragedia...
—Umh, creo que me quedo con la distopia —habló.
La señorita Smith le dijo a Abigail que la siguiera. La bibliotecaria caminaba con energía, parecía muy contenta con la vida, como si no fuese consciente de que estaba trabajando en las fosas ardientes del mismísimo infierno. Los delicados dedos de Abigail pasaron por los lomos de los libros a la vez que memorizaba los títulos que le interesaban.
—Espera aquí un momento —dijo alegremente la señorita Smith antes de irse al fondo de la biblioteca.
Abigail se quedó de pie con una posición extraña, su mirada observando cada uno de sus compañeros, los cuales estaban en un completo silencio mientras trabajaban. Ella nunca podría concentrarse así durante tanto tiempo, ella no era una charlatana pero tampoco era la mayor fan del silencio. La señorita Smith volvió con un libro en sus manos.
