CAPÍTULO 28.

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YOUNG GOD | VEINTIOCHO.

YOUNG GOD | VEINTIOCHO

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Abigail se mantuvo extrañamente callada durante su largo camino hasta la casa del lago. Se habían parado en el taller de un amigo de Justin para cambiarse de coche porque corrían el riesgo de que supieran su matrícula del coche. La mano de Justin apretaba el volante con fuerza, cada vez más y más preocupado por la seguridad de su bebé.

Entonces se empezó a cuestionar si él y Abigail eran unos padres convenientes.

Los dos eran demasiado parecidos. Los dos habían sido abandonados o traicionados al menos por un padre y ambos eran objetivos. Les gustara o no, si no conseguían eliminar a Nate o Courtney, iban a tener que vivir la vida huyendo, siempre mirando sobre sus hombros y constantemente teniendo que mudarse de lugar. Su hijo no merecía una vida así.

Entonces empezó a pensar alternativas. Él tenía una una vieja amiga que no veía desde hacía seis años, Joanne, que era estéril. Ella había considerado la adopción, y a lo mejor esa era la perfecta solución. De esa forma, Justin sabría que el niño estaría en buenas manos y Joanne por fin podría convertirse en madre, ya que un tratamiento in vitro era algo que no consideraba porque tenía miedo de perder el bebé, así que era la perfecta solución para todos ellos.

De todas formas, tampoco era solo la decisión de él. Todo dependía de Abigail, y daba igual que decidiera ella, él se quedaría con ella siempre.

Un hilo de sudor se le formó en la frente a la vez que la culpa de haber hecho que una chica joven tuviera que pagar por sus errores le comía vivo. Todo lo que tenía que hacer era apretar el gatillo en ese entonces y ahora no tendría que soportar todo esto, pero no pudo hacerlo. A él le importaba ella.

Desabrochó algunos botones de su camisa y bajó la ventanilla un poco. Abigail se sentó correctamente y observó a Justin. Él estaba colorado y sudoroso, su respiración era mucho más pesada y sus nudillos se estaban poniendo blancos. Estaba teniendo otro ataque de pánico.

—Justin... —Ella murmuró su nombre y él aclaró su garganta, mirándola por un momento.

—¿Q... qué? —Su voz tembló. Estaba asustado.

Sus delicados dedos se posaron en su antebrazo porque había empezado a temblar. Una sonrisa comprensiva se plasmó en sus labios para dejarle saber que ella también estaba asustada, pero eso no pareció ayudar. Su piel se veía de un pálido inusual y sus labios se presionaron en una línea firme. Aparcó el coche a un lado y salió del coche. Ella le escuchó vomitar fuera.

Ella se desabrochó el cinturón de seguridad de inmediato y salió del coche, corriendo al otro lado y colocando una mano en su espalda, acariciándole para de alguna forma calmar el estrés que sentía él.

—No... puedo... hacer... —dijo, vomitando entre palabra y palabra y jadeando sin poder parar.

Abigail le echó un vistazo al coche y vio una botella de agua que estaba medio vacía, pero era lo suficiente para que él pudiera beber algo. La cogió, la abrió e hizo que él se enderezara. Eventualmente, él se enderezó al completo y cogió la botella, sorbiendo todo el agua que quedaba. La mantuvo en su boca y después la escupió, todavía jadeando. Se dejó caer ante sus rodillas y dejó salir un sollozo ahogado.

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