CAPÍTULO 17.

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YOUNG GOD | DIECISIETE.

YOUNG GOD | DIECISIETE

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La cafetería estaba prácticamente desértica -aparte de los típicos peleantes* que estaban fumando fuera y el borracho que pasó por la esquina-.


El dedo de Justin trazó el borde de la taza, donde había un café que no había tenido pensado de beber. Habían muchas cosas en su mente pero no podía priorizar ninguno.
No había estado en su apartamento durante dos días, el lugar no podía compararse con cómo era hace un tiempo, ahora era demasiado silencioso y demasiado vacío.

Miró a la camarera, quién agarraba una bandeja llena de cafés con una mano temblorosa y daba la impresión de que iba a tirarlo todo al suelo. Él se levantó para ayudarla a estabilizar la bandeja en sus manos, sonriéndole.

Ésto la sorprendió pero sonrío agradecida.

-Muchas gracias, no tienes por qué hacerlo, de verdad -protestó pero Justin sacudió la cabeza.
-No, insisto, es lo menos que puedo hacer por ti... -miró su chapa-, Madeline. -Las mejillas de ella ardían mientras posaba dos tazas en la bandeja y le decía que la siguiese.

C

uando entraron a la cocina, Justin dejó la bandeja al lado del fregadero y se apoyó en la encimera.
-Oye, me he dado cuenta de que la cafetería se llama Madeline's, supongo que eres tú la dueña, ¿no?
Madeline sacudió la cabeza.
-Realmente, mi padre abrió esto en mil novecientos noventa y ocho cuando nací y lo llamó así después. ¿Genial, no? -Empezó a poner tazas en el fregadero-. No está capacitado físicamente para llevar esto, aún así, no está muy bien que digamos.

-Ya veo. Mis condolencias -dijo y observó sus rasgos. Parecía joven, quizás una estudiante-. ¿Cuántos años tienes? Si no te importa que pregunte.

-Diecisiete. Tendré dieciocho en dos semanas -replicó mientras se giraba para fregar los platos.
Sus cejas se alzaron levemente.
-Mientras llevas esto, ¿cómo mantienes tus estudios?
-Cursos en línea. No es lo ideal pero es más sencillo -aclaró la garganta carraspeando-. Es mucho que llevar: mi padre, el lugar y los estudios, pero alguien tiene que hacerlo.


Él asintió levemente, mirando su reloj. Casi las cuatro, era casi la hora de juntarse con un viejo amigo. Ajustó la chaqueta en sus hombros y suspiró.

-Ha sido un placer hablar contigo, Madeleine, pero voy a tener marcharme y dejarte -se despidió y ella se rió, haciendo que frunciese el ceño-. ¿De qué te ríes?
-¿Quién sigue hablando así? -Rió.

-Es un hábito. Leo muchísima literatura de la vieja escuela y me he adaptado a ese vocabulario. No me juzgues.
-Oye, no juzgo -levantó las manos en señal de paz-. Fue un placer conocerte... No sé cómo te llamas.

-Es mejor que siga así -se encogió de hombros, girándose-. Nos vemos.

-

Eran las cuatro y media y Justin golpeaba impacientemente con su pie en el suelo. Puso un cigarrillo en su boca y actuó como que iba a fumar, aunque no lo iba a hacer. Era un hombre reservado pero tenía sus momentos dramáticos.

La casa en la que había entrado hace quince minutos estaba solitaria. Había cigarros quemados completamente, la habitación estaba sucia y había un olor tóxico pero tenía cosas que acabar, no importaba cómo de repulsivo fuese.


Justin se levantó y cogió una de las fotos enmarcadas del hombre que era antes de su mujer, analizándolo detalladamente. Reconoció que era una celebración de cumpleaños, quizás de ella. Parecían felices, era una lástima que ella muriese tan trágicamente. El coche estalló en llamas y ella quedó atrapada. No era de extrañar que él se convirtiese en una persona tan agria.

Internamente, Justin esperó que no acabase actuando igual que él y que no se rindiese tan pronto.


Sus oídos se mantuvieron alerta al oír las llaves en la cerradura y la puerta abriéndose. Se apoyó en el marco de la puerta con la foto en sus manos. El hombre que acababa de entrar a la casa se llamaba Alistair Burns y vivía de ese nombre. Ha traicionado a muchísima gente -incluido Justin-, por lo que es probablemente la razón de que él decidiese mantenerse a parte si no quería morir. Igual que el cambiarse el nombre.

Alistair se acercó al marco de la habitación pero saltó de sorpresa al ver a Justin en frente de él.
-Hola, viejo amigo, tenemos mucho que discutir. -Los labios de Justin se curvaron en una sonrisa maníaca mientras se acercaba a Alistair.

-Justin, y-yo... Mira, lo que sea que andes buscando no está aquí -Alistair levantó las manos en son de paz y se alejó unos pasos de Justin.
Justin sacudió la cabeza con esa sonrisa aún.
-Oh, yo creo que sí. -Su pie bajó, aplastando un cristal que había en mil pedazos-. Estoy seguro de que sabes que mi esposa ha sido asesinada, ¿verdad? -Arqueó la ceja mirándole.

La mirada de Alistair cayó sobre el marco de fotos que tenía Justin y sus puños se apretaron instintivamente.
-N-no lo sabía, lo siento por tu pérdida.
-Sí, sí, lo que sea -Justin movió la mano poniendo los ojos en blanco-. No estoy aquí para amenazarte, estaba jodiéndote. Necesito saber sobre Robinson.

-¿Robinson? ¿Qué quieres de él? -Las cejas de Alistair se fruncieron en confusión y curiosidad.
-No te preocupes por eso, Alistair. Necesito saberlo y ya está.

-Bueno, uhm, él estuvo en el almacén de Deadman la otra noche. Es lo único que puedo decirte, no estoy ya asociado con él -replicó Alistair con su cuerpo relajándose.

-Gracias -dijo simplemente Justin antes de dirigirse a la puerta pero paró y se giró hacia él una vez más-. Te dejé un pequeño regalo en tu cama, por cierto. -Con eso, se marchó.

Alistair estaba ligeramente aprehensivo cuando se acercó a la habitación, sospechó que iba a ser algo enfermo y, quizás, una bomba. Estaba equivocado. Era un cheque con mil cien dólares y una nota:

"Este es un regalo por no haber ido al funeral de tu mujer. Ten una feliz vida."

*Peleantes: vulgarismo para nombrar a las típicas personas que van buscando problemas y peleas, aunque no haya habido provocación.

--

BUEEEENO. Aquí tenéis el capítulo, espero que me dejéis vuestras opiniones.

¿Qué creéis que quiere Justin de Robinson?

¿Quién será?

¿Qué pasará y por qué no le dijo su nombre a Madeleine?

Besoooos,
Anny xx
winterbiebs

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