CAPÍTULO 30.

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YOUNG GOD | TREINTA.

YOUNG GOD | TREINTA

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ESE ES NATE.

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El amenazante hombre observaba desde lejos cómo el joven hombre entraba y se sentaba en la barra del bar con un cigarro entre los labios. Una sonrisa estiró de sus labios a la vez que le reconocía casi al instante. Bajó un poco su sombrero de copa y tomó otro trago de su ron, ajustando el anillo que tenía alrededor de su dedo. El anillo de playa tenía las iniciales PM grabadas en su interior. Era una simple baratija, pero era bonito, casi tan bonito como la mujer a la cual un día le perteneció.

Miró su móvil y vio que hacía poco había recibido un mensaje de su aliada, una molestia realmente. Qué pena que tuviera que deshacerse de ella una vez que esto terminara. Con rapidez, apretó su nombre en su lista de contactos, llamándola, y esperó a que contestara. Poco después su voz sonó.

—¿Qué quieres, queridísimo hermano? —preguntó ella con tono burlón.

La maldijo bajo su aliento, terminándose lo que le quedaba de alcohol antes de hablar otra vez.

Hermanastro. ¿Cuántas veces han de ser? —rugió, golpeando el vaso en la mesa y llamando así la atención de la gente en el bar—. Mira, lo he encontrado. Se está emborrachando. Le pondré algo en la bebida y por fin acabaremos con esto una vez por todas. Oh, ¿y te has encargado de los hermanos Blake?

Ella se rió con nerviosismo y Nate ya supo cuál iba a ser su respuesta.

—Bueno... No, la verdad. Todavía no me he encargado de eso. Han... desaparecido.

—¿Cómo mierda... Eres jodidamente inútil. Simplemente déjalos y ven aquí, joder. No puedo esperar a que esto acabe para poder deshacerme de ti —escupió.

—Somos familia, nunca podrás deshacerte de mí. Además, sé algunos de tus más oscuros secretos, así que podría llamar a la...

—¿Policía? Eres cómplice en todo y tengo pruebas, así que me haces caer, caerás conmigo.

Hubo un momento de silencio antes de que la voz de ella se escuchara de nuevo.

—Que te jodan, Nate. —Fue todo lo que la joven chica dijo antes de finalizar la llamada.

Él rió en voz baja, divertido por su ignorancia. Era buena con la pistola pero era una total cabeza hueca. Mientras aclaraba su garganta, se levantó y se acercó a la barra, sentándose en el taburete al lado de Justin. Justin había consumido demasiado alcohol ya y no tenía la menor idea de que el hombre que quería a la madre de su hijo muerta estaba sentado a su lado casualmente.

Nate sacó un pañuelo y lo puso encima de la barra. Tenía bordadas esas letras infernales. Nate conocía a Justin como la palma de su mano y sabía que lo reconocería tanto borracho como no.

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