Abigail Chamberlain.
Diecisiete años.
Maestra en el arte del sexo.
Abigail siempre ignora el toque de queda y lleva a su padre al límite, hasta que él la envía derecha a un reformatorio llamado Foxcroft Cove. Allí, es registrada para sesiones tera...
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Abigail se despertó de madrugada con un sentimiento malo en el estómago. Solo quería saltarse todas las clases y quedarse en su habitación durante todo ese día. Quería evitar a todos y a todo. Estaba estirada con un cojín encima de su cara, contemplando ahogarse a sí misma o no. Ese destino era mucho más fácil que tener que enfrentar a nadie... en especial a Sirius.
Ella había conseguido resistirse a su proposición pero estuvo cerca de no hacerlo, así que a partir de entonces, decidió que no haría nada relacionado con la palabra "fiesta". No iría a fiestas, no pensaría en ninguna fiesta ni planearía ninguna. Las fiestas están en la ecuación que da problemas. Si ella hubiera vuelto con él, habría caído en sus antiguos hábitos otra vez y no quería hacerlo; era la última cosa que quería.
Hoy, solo quería hundirse en sus penas y apartarse completamente de la humanidad.
...
Justin recorrió los pasillos de arriba abajo. Estaba dando un repaso rápido, asegurándose de que todos los estudiantes estaban en sus clases a excepción de aquellos que tenían una razón válida para no estarlo. Ya había puesto cinco detenciones en la última media hora y había mandado a dos estudiantes a la oficina de la directora por fumar drogas.
También iba a entrar a las clases para comprobar que todo estaba en orden. Personalmente, a él no le podía importar menos si los estudiantes estaban trabajando o peleando, solo quería mantenerse entre los favoritos de la directora. Los únicos estudiantes que le importaban eran aquellos que realmente querían ayudarse a sí mismos.
En los tres años que había estado trabajando aquí había descubierto que la mayoría de los que se apuntaban a sí mismos a las sesiones de terapia solo fingían sus "problemas" para llamar la atención de sus padres, que era lo que más odiaba él. El montón de tiempo que había malgastado en estudiantes que no tenían problemas reales podría haberlos usado para ayudar a personas como Abigail o Courtney.
Con el paso lento, se acercó a la clase de mates del Sr. Seymour en la que todos hablaban pero que fue silenciándose cuando él entró por debajo de la puerta. De inmediato, todas las conversaciones concluyeron y todos miraron a Justin con ojos inocentes.
—¿Qué miráis? Continuad con vuestro trabajo —dijo con un tono aburrido pero autoritario. Todos le hicieron caso y él empezó a caminar hacia el escritorio del Sr. Seymour, en el que se sentó al llegar. Justin fijó su vista en la pared, la cual necesitaba una nueva capa de pintura—. ¿Están presente todos tus alumnos? —preguntó, cruzando sus brazos en el pecho.
—Mm —murmuró Seymour—. Todos excepto una.
Justin cogió el bolígrafo y su libreta para escribir el nombre de la estudiante.
