Abigail Chamberlain.
Diecisiete años.
Maestra en el arte del sexo.
Abigail siempre ignora el toque de queda y lleva a su padre al límite, hasta que él la envía derecha a un reformatorio llamado Foxcroft Cove. Allí, es registrada para sesiones tera...
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Había muchas cosas en la mente de Abigail. Lo primero es que contempló la idea de salir corriendo de todo lo que siempre ha conocido, pero también de sus problemas. Aunque su corazón estaba en el sitio apropiado, su mente no. Dejar a su padre así, como su madre hizo, parecía egoísta, pero, claro, era hacer de sustitutivo a alguien que no era cualquier persona.
Quizás huir era lo correcto, así podría comenzar de nuevo en otro sitio. Estaba claro que su padre estaba haciendo una nueva vida con su nueva familia y ya no era parte de ésta, quizás la intención de su padre era de deshacerse de ella para no tenerla que aguantar más.
Lo segundo que tenía en mente era el beso. El beso que Justin y Abigail habían compartido no era nada romántico —su mujer había muerto hacía solamente una semana y media—, ella lo había hecho para consolarle. Sabía que lo iba a pillar con la guardia baja y así podría hacerlo. Igualmente, ella no pudo negar la forma en la que había cedido a su agarre tan fácilmente y cómo le había costado separarse.
La tercera cosa en su mente era su futuro. Necesitaba empezar a pensar sobre el instituto, la universidad y el trabajo. Estaba llegando a una edad donde necesitaba empezar a ser responsable. Todas las cosas que Justin había hablado con ella, habían hecho que mirase con perspectiva su vida.
Justin apoyó su mano sobre la de Abigail, despejándola de sus pensamientos. ─ ¿Estás bien? ─Preguntó mirándola. ─Sí, estoy bien ─asintió. ─No te creo ─dijo él─. No puedes engañarme. Ella suspiró apretando su mano gentilmente. ─Mi padre siempre me ha dicho que se preocupaba por mi bienestar, pero siento que solamente lo dice porque tiene que hacerlo y no porque quiera. ─Murmuró incómodamente, luchando para que no saliese todo lo que pensaba─ Tiene una nueva mujer, un nuevo bebé. En parte solo soy el constante recuerdo de la mujer que le puso los cuernos, de su hija bastarda. ─Espera ─las cejas de Justin se unieron─, ¿no es tu padre? ─Ella sacudió la cabeza sin ser capaz de replicar con palabras. Era cierto. Abigail era el producto de una de las noches de sexo de su madre. Su madre se ocupó de mentirle a su padre y de decirle que la había dejado embarazada, pero, por supuesto, la verdad se descubrió cuando un hombre apareció en la puerta demandando ver a su hija. Eso desencadenó los eventos que vinieron después y que llevaron a su divorcio.
Aunque él no dijo nada, Abigail se dio cuenta de cuán horrorizado estaba Justin de las noticias. Ella, al igual que él, tenía muchos secretos escondidos. La expresión que tenía en su cara era casi la réplica de la de su padre el día que se enteró de que no era el padre ─motivo por el que ella siempre ha pensado que le tenía algo de odio─. Por un momento, ella pudo ver en el aparcamiento algo de locura en él. El relajado, guay y serio hombre que estaba acostumbrada a ver, desapareció en cuestión de segundos.
