Abigail Chamberlain.
Diecisiete años.
Maestra en el arte del sexo.
Abigail siempre ignora el toque de queda y lleva a su padre al límite, hasta que él la envía derecha a un reformatorio llamado Foxcroft Cove. Allí, es registrada para sesiones tera...
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YOUNG GOD | VEINTISÉIS.
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ABIGAIL CHAMBERLAIN
Miré mi hoja de papel cubierta de corrector y más corrector que había estado usando durante toda la clase de mates.
Ocho días. Habían pasado ocho días desde lo último que habíamos escuchado de Courtney y el suspense me estaba matando. Hubo un momento en el que había contemplado entregarme a Nate solo para que no tuviera el placer de hacerlo ella, ¿pero de qué serviría?
La verdad es que había permitido que ella se infiltrara en mis pensamientos más profundos —el cual era trabajo de Justin—, pero no podía evitarlo. También había perdido muchas horas de descanso. Cada vez que me tumbaba para descansar, no paraba de mirar por la ventana esperando que ella apareciera de repente o algo. Eso es lo que pasa cuando juegas mucho al Slender* de pequeña, de cierta forma siempre te esperas que alguien aparezca de la nada. La concentración es algo de lo que también carecía. Por eso me encontraba en la oficina de la directora.
—Señorita Chamberlain, me han comunicado que no ha estado muy concentrada en muchas de sus clases. La mayoría de sus profesores se han quejado de su falta de motivación a la hora de debatir. —La directora, Cindy Newton, se levantó de su asiento mirando los muchos informes que le habían entregado—. ¿Sabe que no solo estamos aquí por su salud mental? Tiene que progresar académicamente también.
Observé a la mujer que tenía la piel tirante por su moño. ¿Sabía que responderle? No. Estaba lejos de importarme ahora mismo, además.
¿De qué servía esto, igualmente? Esto lo estaba haciendo por mi padre, todo era por mi padre y a pesar de mi esfuerzo, él seguía completamente desaparecido según mi progreso. El hombre tenía que haber estado aquí para mí, él fue quien me presionó para hacer esto para recuperarme; él me matriculó aquí, ¿dónde está él ahora? No está en ningún jodido lado.
Golpeaba el suelo con mi pie, impaciente, y me comencé a encontrar agitada. Silencio durante ocho malditos días. Inhalé profundamente y seguí centrándome en los pájaros que se posaban en una rama de fuera.
—¿Cuántas veces puedes repetir una cosa en tu cabeza hasta que se pueda considerar que estás perdiendo tu cordura? —pregunté, inclinando la cabeza mientras raspaba con las uñas la mesa.El miedo que sentía, las náuseas y el insomnio temporario, todo era jodidamente doloroso. Todo lo que Justin me dijo fue que manteniera la calma, que manteniera la calma.
