Capítulo 43: "prisioneros"

93 9 0
                                    


Sheryl

Recuerdo cuando era pequeña y jugaba al secuestro, siempre decía que las personas de las películas eran muy tontas porque se dejaban dormir por el bendito paño con formol, siempre gritaba a la televisión diciéndoles que no respiraran y se hicieran los desmayados para que los suelten y se vayan.

Ahora me rio de mis ocurrencias, no sirve de nada dejar de respirar, el fuerte hedor calar por tus entrañas como el oxígeno, es inútil siquiera intentarlo, se siente como si un fuego se extendiera por tu cuerpo hasta llevarte al límite de la inconsciencia.

Ha sido una de mis peores experiencias, y despertar en este lugar tan oscuro no la mejora.

No puedo ver nada, literalmente todo está negro, giro la cabeza buscando alguna fuente de luz, pero no la encuentro.

Un gran dolor en los pies se asoma e inconscientemente trato de llevarme las manos hacia ellos, pero algo me lo impide.

Al halar mis manos el estridente sonido de unas cadenas retumba en toda la estancia, al sentirlas rodeando mis manos me desespero y comienzo a tirar de ellas fuertemente y mientras más halo me lastimo las muñecas y mi desesperación va en aumento.

No me doy cuenta que estoy llorando, hasta que siento gotas saladas caer en mis labios, trato de pararme, pero al primer intento caigo al suelo nuevamente, la cordura se me escapa totalmente al darme cuenta que también mis pies están atados.

Todos los recuerdos de la noche anterior pasan delante de mí como relámpagos, Sander y yo en el mirador haciendo el amor, cuando me llevó a casa, el hombre que apareció de la nada, como golpeó a Sander.

La preocupación invadió mi cuerpo y grito como loca.

-SANDER

mis sollozos se funden con mis gritos y el eco del lugar hace que mi voz escuche más fuerte y escuchar mi propia desesperación poco a poco me está volviendo loca, pero no paro, sigo gritando su nombre con la esperanza de que me escuche.

-SANDER- lloro- ¿HAY ALGUEN EN ESTE MALDITO LUGAR?, POR FAVOR ALGUIEN QUE ME AYUDE.

Una luz que no sé de donde proviene me ciega, entrecierro los ojos para acostumbrarme a la iluminación agachando la cabeza ya que no puedo con las manos.

Escucho unos pasos acercarse a mí lentamente, mi corazón se acelera, me arrastro para atrás, huyendo de quien sea que venga hasta que choco con lo que creo es una pared.

- ¿Q-quién eres? – escuche una risa que me puso los pelos de punta, juraría que la he escuchado antes, pero luego lo pienso y me digo a mi misma que debe ser causa de los nervios.

Vi una silueta, pero no pude alcanzar a identificarla ya que se movía hacia la oscuridad, y aun desde ahí podía sentir sus ojos clavados en mí.

- ¿Qué quieres de mí? –silencio- ¿Dónde está Sander?

No respondió, al contrario, como no lo podía ver solo sentí sus pasos alejarse.

-NO- continúo caminando hacia lo que supongo es la puerta- NO TE VAYAS, MUESTRA LA CARA.

De repente se detuvo y pensé que volvería para decirme quien era y por qué estaba haciéndome esto, pero nada sucedió, reanudó su salida y al acercarse a la luz fruncí el ceño, estaba completamente vestido de negro hasta traía capucha, pero metería las manos al fuego por decir que era el cuerpo de una mujer.

-COVARDE- grité justo cuando cerró la puerta.

Sander

Cuando desperté solo era consciente del gran dolor de cabeza que me invadía, me llevé la mano derecha a la cabeza.

Tuviste que Ser Tú [CORRIGIENDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora