One Shots Jerrie

Unrequired

Corrió al ritmo de su música.

Era un hecho que había admitido con esa risa espumante suya, sus ojos de una brillante sombra de azul. La expresión de felicidad en su rostro encantador me hizo débil, borrosa en mi estómago, y sudorosa en mis palmas, pero, más que nada, su felicidad trajo una sonrisa a mis labios, y yo haría absolutamente cualquier cosa para mirar esa sonrisa brillar en su rostro.

Fue amor.

Había sido amor desde el primer día.

Y el primer día había ocurrido hace cuatro años.

Ahora, yo estaba sentada en un pequeño café en la ciudad donde habíamos ido a la universidad, admirando el hermoso clima de otoño afuera. Yo estaba terminando mi último semestre de pregrado trabajo antes de ir a la escuela de derecho. Ella había conseguido su grado de estudiante en tres años y había comenzado la escuela para convertirse en un fisioterapeuta. Aunque realmente no había estado segura de cómo podía manejar a través de mi último año de la universidad sin ella a mi lado, lo había hecho bien, probablemente porque hablamos tantas veces por teléfono y nos las arreglamos para visitarnos con frecuencia.

"¿Puedo traerle algo para beber?" Preguntó una camarera de mediana edad.

"No, gracias" Respondí. "Estoy esperando a alguien."

La camarera me sonrió de nuevo. "Está bien, llámame de nuevo si necesita algo"

Le eché un vistazo a mi reloj. Ella no era una persona que siempre llegaba tarde, yo era la que siempre llegaba temprano. Desesperadamente temprano. Principalmente porque no podía esperar más para verla.

Nos habíamos conocido en una clase de filosofía que ambos odiamos. Bueno, técnicamente, ella lo odiaba, ya que no podía envolver su cerebro alrededor de las teorías exageradas. Para mí, la filosofía no era tan mala como pretendía que fuera, tenía algo que vincularme a ella; Compartiendo un odio por una clase parecía una buena idea.

"¿Quieres chocolate caliente o algo en la biblioteca?" Finalmente pregunté después de la clase un día. Había tardado casi tres meses en no ponerme nerviosas para sugerir que nos quedáramos sin estudiar para nuestra clase, que sólo había ocurrido un par de veces, siempre en grupos.

"Claro, ¿Son las seis en punto?"

Cualquier momento que ella había nombrado habría estado bien para mí, pero suprimí las palabras de mi boca. En lugar de eso, había accedido, y, más tarde ese día, nos habíamos conocido y hablado sobre su batido y mi chocolate caliente. Su charla burbujeante me mantuvo entretenida durante más de una hora, y fue cuando salimos a caminar por el campus que descubrí su mayor debilidad, la gravedad.

Bajando las escaleras de la biblioteca, sin ninguna fuerza ni choque, ella había tropezado y aterrizado su trasero en el suelo. Aturdida por un momento, me miró con esos enormes y magníficos ojos azules de ella, y luego sonrisas se derramaron desde dentro de ella, haciéndome reír junto a ella. Había ofrecido mi mano y ella la había aceptado, y confesó que probablemente era la persona más torpe que jamás encontraría.

Más tarde, admito que nada podría estar más cerca de la verdad.

"La gravedad conspira seriamente contra mí" Explicó, frotándose la cadera como si hubiera sido herida durante su caída. "Me caigo sin ninguna razón en general, por lo general varias veces al día, y ni siquiera quiero empezar a ver con qué frecuencia me encuentro con cosas que ni siquiera debería estar lo suficientemente cerca para golpear. Es ridículo lo espástica que soy"