Capitulo 8: Esto es demasiado

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El sol colándose por la ventana golpeó el rostro del arcángel, quien con cierta pesadez abrió los ojos. Era extraño. Nunca le pasaba. Pero le restó importancia. Ya no sentía el pesó del cuerpecito de Castiel. Se sentó y se pasó una mano por la cara.

— ¿Habrán vuelto ya?—se preguntó—. ¿Cas?

— ¿Sí?

Gabriel se frotó los ojos y miró a su hermano.

— ¿Qué mierda?—susurró al verlo—. ¿Cuándo años tiene?—murmuró, pero fue escuchado por el menor.

—Diez, ¿por?—preguntó, pasándose una mano por el cabello.

Padre, ¿por qué nos pasa esto?, pensó.

Salió de la cama y fue a ver los Winchester. Sin esperar ni un «hola», dijo:

—No me lo van a creer.

Se hizo a un lado y los hermanos vieron al joven de diez años. Dean estampó su frente contra la mesa, y Sam se llevó las manos a la cara. ¿Qué diablos estaba pasando?

—Muy bien, muy bien. No nos desesperemos—dijo Dean, regulando su respiración.

— ¿Qué les pasa?—preguntó Castiel, ladeando la cabeza.

—Nada, campeón. No te preocupes—respondió Dean.

—Gabriel, tengo algo que contarte—susurró Sam—. Vamos al cuarto.

Ellos se fueron, dejando a Castiel con Dean. Sam cerró la puerta y le contó a Gabriel todo: que Dean había tenido una «visión», que tipo de visión había sido, el nombre del hermano menor y que habían planeado volver una vez más a la casa, pero que él y Castiel debían ir con ellos.

—Siendo ángeles, ustedes son los únicos que pueden sentir presencias. Además, Castiel podría intentar luchar contra una amenaza.

—No me tranquiliza mucho eso, Sam.

—Sé que te preocupa, pero ten en cuenta que él tiene que «crecer», en cierto sentido.

Gabriel suspiró. Sabía que él se preocupaba por el bienestar de su hermano, al igual que Dean lo hacía. Pero para Gabriel era algo... extraño el hecho de sentir un instinto de protección hacia Castiel, pero aun siendo así, dejaba que ese instinto lo guiara.

—Gabe, vamos esta misma tarde. Sé que estamos teniendo demasiadas salidas, pero no podemos hacer más. Busqué en más páginas y leí mucho, pero todas decían lo mismo: que Manuel murió, pero nunca dice como, aunque ya sabemos que se suicidó. Que su familia se fue y lo mismo de siempre. Además, no sabemos qué pasó con los padres ni con Lucas. ¿Qué más podemos hacer?

—Sam...

—Sé que te preocupa Castiel, pero Dean y yo creemos que él puede pelear contra cualquier amenaza.

Gabriel movió levemente la cabeza y suspiró. Era verdad: Castiel debía poder luchar por sí mismo. No podía dejar que fuera tan dependiente de ellos.

Aceptó acompañarlos a la casa. Y acordaron que esa sería la última vez que irían, ya que, sin saberlo, podían estar liberando alguna entidad maligna y ellos, justamente, no lo sabían.

En lo que sería la sala, Dean se había sentado junto a Castiel.

—Cas, tú... ¿recuerdas algo de ayer?

—Mmm...Creo que salí un rato con Gabriel, pero no recuerdo mucho. ¿Mi hermano está bien?

—Sí, campeón. No pasa nada con él.

La pareja volvió y Sam le dijo que el Truquero estaba dispuesto a acompañarlos, junto con Castiel.

—Mientras no haga ninguna... broma...—dijo el rubio.

El amor de un hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora