Capitulo 12: Un encuentro y más desconciertos

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Luego de lo que le pasó a Gabriel, los Winchester habían estado tratando de averiguar la relación entre eso y lo que le pasó a Castiel. Se puede decir que, mentalmente, estaban agotados. Ya no sabían qué hacer para avanzar, más que ir a la casa nuevamente. Aunque esta vez, Sam dijo que había leído algo sobre hablarle al espíritu o fantasma o lo que fuera. Podían comunicarse con él sin la necesidad de usar la Ouija, cosa que Dean seguía negando rotundamente.

Habían decidido volver a la casa, aun si habían acordado ya no hacerlo porque los cansaba ir en vano. En serio, llegaron a creer que eso podía ser más poderoso que los ángeles que estaban con ellos, porque para hacerle lo que le hizo a Gabriel—si es que de verdad había sido él—debía tener mucho poder.

Dean seguía algo «abatido» por lo que Gabriel le había dicho el día anterior. No había podido dejar de pensar como se había puesto cuando le dijo lo de que había perdido a Lucifer. Eso sí que fue algo duro de escuchar; porque además, se ponía en el lugar de Gabriel y entendía que él estaría igual si Sam estuviese en el lugar de Lucifer en ese momento. Fue por eso que optó no meterse con el Truquero. Al menos no por un tiempo. El poco tiempo que el mismo estaría sin hacerle una broma pesada. Aunque de todos modos, Gabriel había incluso sentido un peso menos al decirle eso, y no llegar a los golpes o amenazarlo para que lo respetara o que no hablara mal su familia y de su situación. Y Castiel aún no entendía muy bien lo que estaba pasando con ellos. O por qué Gabriel se había puesto así al mencionar a «ese hombre», cosa que había dejado un poco desconcertados a los tres adultos. Estaban comenzando a temer lo peor: Castiel podía estar olvidando su vida como ángel.

—Hemos llegado—avisó Dean, estacionando a «su nena.»

—Espero que sirva de algo hablarle al fantasma—dijo Sam.

—Si no lo hace, siempre podemos usar el tablero Ouija—comentó Gabriel, mirando de reojo a Dean.

— ¡Ya cierra la boca!—vociferó el rubio. Gabriel se partió de risa en su cara.

—Vamos, tal vez tengamos suerte—dijo Castiel.

Entraron a la casa, mirando en todas direcciones para comprobar que nadie los estaba viendo, y subieron las escaleras para entrar al cuarto.

—Dean, ¿fue aquí donde viste ese recuerdo?—preguntó Gabriel.

—Sí. Toqué la ventana y pudo ver algunos recuerdos. Además, en todos vi algo que me dejó un poco... sorprendido—contestó.

— ¿Qué cosa?—preguntó Sam.

—Siempre que algo pasaba, Manuel y Lucas estaban en la ventana. O solo Manuel, pero, por ejemplo, cuando sus padres discutían, ellos estaban sentados contra el marco de la ventana. O cuando Lucas trataba de hablar con él, Manuel estaba sentado en la ventana. Y lo último que vi, fue cuando él... se suicidó.

—Y a raíz de todo eso, ¿pudiste ver qué pasó con Lucas?—preguntó Gabriel.

—No. Eso sí me molesta.

—Chicos, no olviden a que vinimos—dijo Sam—. Lucas, si estás aquí, ¿puedes darnos una señal?

Todos quedaron en silencio unos minutos, escuchando únicamente el viento, que estaba bastante fuerte. Miraron a todos lados, esperando poder ver algo. Pero nada pasó. No escucharon ni vieron nada.

—Espero que sea algo del momento—murmuró Dean.

—Lucas, ¿estás aquí? ¿Puedes aparecer?—habló Castiel.

Nuevamente guardaron silencio, esperando. Y esta vez, sí escucharon algo: el ruido de las escaleras rechinando. Gabriel sacó su espada, que por suerte no la había perdido, en caso de algún peligro. Castiel imitó su acción. Los pasos se acercaban más, mientras los Winchester sacaban sus armas con balas de sal. Pero ante eso, Castiel les dijo que las guardaran o no resultaría.

El amor de un hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora