Capitulo 16: Problema de hermanos y algo inesperado

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- ¡Buenas!-saludó el moreno, entrando al lugar.

-Hola, campeón-saludó Dean, que estaba sentado en el sofá-. ¿Cómo estuviste con los gemelos?

- ¡Muy bien! Ellos son geniales. Creo que podremos volver al lugar de baile cuando hagan otro encuentro-contestó Castiel.

-Que bueno, Cas. Espero que ellos te traten bien siempre, sino tendrán problemas conmigo-bromeó Dean, fingiendo seriedad.

Castiel rió y dijo:

-Créeme, estando contigo, nadie se atrevería a meterse conmigo.

-Por supuesto que no. ¡Siempre estoy con quienes me importan!

- ¿Y quienes no te importan?

-Que se las arreglen.

El moreno sacudió la cabeza y se sentó al lado de Dean, mientras recostaba la cabeza en el hombro de éste. El mayor pasó su brazo por los hombros de Castiel y dejó su cabeza contra la de él. Eso era lo mínimo que podía hacer sin sentirse mal.

El menor comenzó a sentirse agotado. Cerró los ojos y a los pocos minutos se quedó dormido contra el hombro de Dean. De su mente no salía la conversación que había tenido con él sobre el tema de enamorarse. Había entendido la parte de los sentimientos y las emociones, pero el inquietaba el hecho se sentir siempre las ganas de estar con la persona que le gustaba. Es decir, ¿por qué debía pasarle eso? Era lo que él pensaba. Cuando era adulto, nunca se había sentido verdaderamente enamorado. Ni siquiera atraído hacia alguien. Y de adolescente, pensaba bastante en eso de enamorarse. Tal vez estaba apresurándose, pero quería a alguien con quien poder descubrir que era enamorarse de verdad.

Dean miró al chico durmiendo en su hombro y, casi inconscientemente, le besó la frente. Por suerte no sintió una punzada. Todo lo contrario. Le gustaba poder tener esos pequeños acercamientos. No podía ir a mucho más o terminaría en la cárcel.

«Debo dejar de pensar en esas cosas», se dijo.

Sin darse cuenta, sus parpados comenzaron a cerrarse, hasta que cayó dormido, sin dejar de abrazar a Castiel.

Gabriel salió del cuarto de Sam y dejó la puerta entreabierta para luego volver. Simplemente había ido a la cocina para buscar algo de comer. Eso de tener siempre hambre era molesto para él. No quería comer mucho y preocuparse por su salud, cosa que no hacía cuando era arcángel. Se frotó los ojos y miró al sofá casi por inercia. Al hacerlo, vio a ese parcito durmiendo, mientras Dean tenía abrazado a Castiel. Sonrió, a la vez que suspiraba. No podía negar que sentía algo de celos, pero sabía perfectamente que Sam no mentía cuando dijo que Dean quería a Castiel más de lo que cualquiera podía imaginar, así que decidió que debía empezar a controlarse un poco en ese sentido.

Tomó un paquete de frituras y regresó al cuarto, no sin antes mirar una vez más al par que dormía en ese sofá.

-Dean. ¡Dean! Despierta-dijo Castiel, moviendo al mayor para que despertara.

- ¿Mm?-Dean abrió un poco los ojos y vio la hora-. Las dos de la mañana-murmuró.

-No deberíamos dormir aquí-dijo el menor-. Podría dolerte la espalda.

-No soy tan viejo, Cas-bromeó el rubio.

-Lo sé, pero aun así...

-Lo entiendo. Ven, vamos a la cama-dijo Dean, mientras se levantaba y hacia que su cuello «crujiera.»

Los dos fueron y Castiel se quitó la gabardina y se acostó en la cama de Dean, dejando el espacio del otro lado para cuando éste quisiera acostarse. El rubio se quitó los zapatos y la chaqueta, se cambió la camisa y los pantalones, y luego se acostó al lado del moreno. Castiel se dio la vuelta e inconscientemente apoyó su cabeza en el pecho de Dean.

El amor de un hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora