Capitulo 25: Lo que él esperaba

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Dean despertó de un sueño completamente tranquilo, en donde una paz infinita lo invadía en cada parte de su cuerpo, y, como si no fuera la realidad, pensó que las cosas no podían ir mejores en ese momento. Claro que aún quedaba ver qué hacer por Castiel, pero mientras tanto, las cosas con Gabriel habían mejorado, así que no debían preocuparse por ese lado.

Sólo cuando el moreno regresó del baño y se recostó a su lado, dándole la espalda, salió de sus pensamientos.

- ¿Estás bien?-preguntó el menor.

-Claro que sí. La verdad, mejor que nunca-respondió Dean, casi en un susurro, mientras pasaba un brazo por la cintura del menor.

Durante los próximos diez minutos, ni Castiel ni Dean volvieron a hablar, ya que no tenían nada para decirse, pero podían pensar y asegurarse que se sentían completamente tranquilos con la presencia y cercanía del otro. Castiel, por su lado, seguía pensando en las cosas en que pensó cuando David estuvo por besarlo: «Él... él... no es Dean.»

«No lo entiendo... ¿Por qué habré pensado eso?», se preguntó internamente.

Quiso hacerse la idea de que no lo había pensado con claridad en ese momento, pero en su interior, sabía que no era cierto. Eso lo hizo recordar la vez que Dean le dijo como se sentía estar enamorado y en base a aquello, comenzó a sacar sus propias ideas.

«Pensé eso cuando David me iba besar porque él es muy parecido a Dean... Pero no es él... Maldición, ¿será que yo me enamoré... de Dean?», esas eran las cosas que pesaban por su cabeza en ese momento, junto a muchas otras más. Pensando en todo eso, se quedó dormido casi sin darse cuenta.

Cuando se hizo de día, los cuatro estaban desayunando nuevamente juntos. No había tensión en el aire. Castiel les contó cómo había sido su noche con los chicos, omitiendo el hecho de que David casi lo besa. Les dijo que los cuatro se pasaron con las bebidas energéticas, cosa que hizo que bailaran como nunca y que Ignacio terminaran besando a una chica, que luego, sin que él lo notara en el momento, dejó su número en el bolsillo del chico y por eso el gesto de que la llamara.

-Dios, Cas, ¿enserio bebieron cuatro latas de esa bebida?-dijo Sam, algo sorprendido-. Esa cosa tiene mucha cafeína.

-Sí, nos dimos cuenta cuando tuvimos esos ataques. El mundo parecía ir más lento-agregó, con un gesto confundido.

-O tal vez ustedes iban muy rápido para el mundo-dijo Dean.

-Eso solo pasa en las películas, Dean-comentó Sam.

-Decíamos lo mismo de los demonios y monstruos y yo encima era ateo. Luego, aparecieron todos ellos y bueno, ya ves por donde voy.

Sam rodó ligeramente los ojos y siguió comiendo. Gabriel sonrió ligeramente e imitó la acción de su novio. Pensaba en el alivio que sentía porque las cosas estaban mejor. Haber hablado con Castiel y haber podido arreglarse fue como quitarse un peso extra de encima. Uno demasiado grande. Los chicos no se habían equivocado: lo mejor que podían hacer era hablar. Siempre es la mejor solución antes de comenzar a ignorarse y tratarse bastante mal. O incluso, decir palabras tan hirientes a alguien a quien se quiere mucho.

Dean intercambió una mirada de complicidad con Castiel cuando el rubio terminó de decir lo que dijo. Muy dentro suyo, seguía con la esperanza de que el moreno recordara eso y todo lo otro: que él había sido la única razón por la que había comenzado a creer; que nunca le negó su ayuda por todo el cariño que le tenía y todo lo demás; las cosas que siempre dijo en voz alta, pero que Castiel confundió con el amor de familia que a Dean tanto le dolía en el interior y lo que causaba que se sintiera roto al estar con el ángel, sin que éste pudiera notar lo que el humano sentía por él.

El amor de un hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora