Capitulo 23: Fue muy lejos

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Eran las once y media de la noche. En dormitorio del rubio, él y Castiel se daban la espalda, fingiendo dormir.

De costado, mientras miraba la puerta, Dean podía escuchar la respiración lenta y tranquila de Castiel. En sus oídos, aparte de eso, retumbaban los gritos que había soltado esa tarde en el auto. Fueron cosas que realmente no debió decir. Había llegado a sentir un ardor en la garganta luego de haberle gritado al moreno, cosa que lo dejó terriblemente amargado. Y ni Sam ni Gabriel habían ido a preguntarle que sucedió, por miedo a molestarlo más, según las palabras de su hermano menor.

Al girar un poco la cabeza, pudo ver con el rabillo del ojo que Castiel ni siquiera estaba enviando los mensajes que solían enviarles a los gemelos como lo hacía la mayoría de las noches en las que dormía con él, ni tampoco se movía con esa pequeña brusquedad que siempre lo despertaba en la noche. Simplemente estaba ahí, de espaldas a él. Y Dean era perfectamente consciente de que no estaba durmiendo. Era un simple adolescente de quince años triste porque su mejor amigo le había gritado sin motivo alguno. Eso hizo que Dean se sintiera mal, y hasta que sintiera ganas de abrazarlo y disculparse con él. Sabía que no estuvo bien al gritarle de esa manera. Castiel no sabía nada de los sentimientos del rubio hacia él. Si no lo había notado cuando era adulto, no debía contar con que lo hiciera teniendo quince años de edad.

Suspiró y salió de la cama. Castiel, al sentir que se levantaba, giró despacio la cabeza, sólo para verlo salir de la habitación, rumbo a la cocina. El menor salió de la cama procurando hacer el menor ruido posible y fue a verlo. Aprovechando la oscuridad, se quedó pegado a un muro con la cabeza asomada para ver a Dean: estaba sentado en la mesa, con algunas botellas de cerveza delante de él.

— ¿Por qué me pongo así? ¿Desde cuándo soy tan débil?—lo escuchó decir—. Maldita sea...

—Dean—exclamó, mientras avanzaba hacia él.

—Cas, ¿qué haces levantado?—preguntó al separar la botella de sus labios.

—Me preocupé cuando no te vi en la cama—respondió.

—Ve a dormir. Yo iré enseguida.

—Pero...

—Cas, por favor—dijo, pausadamente.

No rechistó y regresó al cuarto, dándole un último vistazo a Dean, antes de irse definitivamente. Le dolía ver al rubio así. Pero le dolía más el hecho de que le hubiese gritado de esa forma.

— ¿Por qué, Dean?—se preguntó al acostarse.

Diez minutos después, Dean se acostó a su lado, dándole la espalda nuevamente. Pero solamente hicieron falta cinco minutos para que el rubio lo girara con gentileza, dejándolo boca arriba, y le diera un delicado beso en la frente.

La pareja no estaba durmiendo aún. Ni siquiera estaban cansados. Gabriel estaba sentado en la cama, con las piernas sobre la misma y cruzadas, y Sam en la mesa donde estaba su portátil, pero sin usarla. No podían dejar de pensar en cómo Dean había reaccionado con lo que David le había dicho. Se habían puesto a pensar en eso luego de que Castiel les contara que se había enojado cuando el rubio menor dijo lo que dijo.

— ¿Crees que tu hermano estará así mucho tiempo?—Gabriel fue el primero en romper el silencio.

—La verdad... ya no sabría que decirte. Dean rara vez se ponía así. Ni con Lisa tenía un ataque como este.

—Nunca pensé que estaría para ver un ataque de tu hermano. Y yo que siempre me meto con él.

—Es diferente, él está acostumbrado a tus bromas, pero debió ser duro saber que Castiel no corresponde sus sentimientos. Espero que eso sea por el hecho de que es adolescente, porque sino... habrá un problema más grande cuando vuelva a ser adulto.

El amor de un hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora