Capitulo 22: Los celos de Dean

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Gabriel no lo podía negar: estaba preocupado. Preocupado por su hermano y por el hecho de que había salido con un chico que apenas conocía. Temía que, hasta incluso, podía tener otras intenciones, puesto que, si bien Castiel estaba rebelde, esa inocencia que sólo era de él no se había ido del todo. Sam se mantenía optimista y decía que no debía preocuparse. Sólo tenían quince años y, si bien es una edad donde los adolescentes quieren experimentar otras cosas, tampoco van a tener otras intenciones con chicos o chicas de su edad.

- ¿No te dijo a qué hora regresaba?-le preguntó Gabriel a Dean. Si bien estaba molesto, y no enojado, se seguía preocupando mucho por Castiel.

-No, pero supongo que no regresará tarde-respondió, mientras leía una de sus tantas revistas. Apenas Castiel se había ido, él se fue a dormir un rato. Era justo lo que necesitaba después de haber sido pateado tantas veces por el menor. Así que se encontraba de mejor humor.

-A todo esto, ¿saben si ese chico está pasando por lo mismo?-preguntó Sam.

-Castiel me contó que David le dijo que no tiene hermanos, así que lo dudo-contestó Dean.

- ¿Cómo dices?

-Tardé en darme cuenta, pero me atrevo a decir que esto sólo le pasó a quienes tienen hermanos.

-Pero a Sam no le pasó nada-comentó Gabriel.

-No sé, entonces-dijo Dean, encogiéndose de hombros-. Nada más decía lo que pienso.

Después, sin dejar de pensar en sus propias palabras, Dean lanzó la revista a la mesa y se echó hacia atrás en el sofá. Pensaba en lo que Gabriel y Sam había dicho: las ganas que tienen muchos adolescentes de probar nuevas experiencias y eso podía llegar hasta querer besar a alguien del mismo sexo. Con ese pequeño pensamiento, comenzó a molestarse. Pensar que Castiel y ese chico podían llegar a hacer eso, lo irritaba. No quería que ni su hermano ni su cuñado lo notaran, sino se iban a burlar de él toda la vida.

-Ya no tengo más ideas para seguir el caso. Creo que nos queda esperar-exclamó Sam, estirando los brazos.

-Pienso lo mismo. No tengo ganas de estresarme más. Además, Castiel parece disfrutar su vida de adolescente, aun si se manda lo que se manda-dijo Dean.

Gabriel suspiró silenciosamente ante esas palabras. ¿Qué estarían hacían en ese momento?

David y Castiel habían ido a un lugar donde estaba lleno de videojuegos. Algunas daban tickets, otros simplemente eran para pasar el rato y había algunos que eran muy agitados, literalmente. El rubio le mostró uno en especial: era como un simulador de lugares que iban recorriendo una montaña rusa gigante. Había diferentes escenarios. A ellos y a otras personas les tocó uno en el que parecía que iban en un carrito de mina y había curvas cerradas y hasta parecía que iban en caída libre. Para Castiel, la experiencia fue lo mejor. Salió un poco mareado, pero eso no le quitaba lo genial a ese juego.

- ¡Me encantó!-fue lo primero que dije al salir.

- ¡Lo sé! ¡Es genial!-dijo David, mientras se ponía a su lado.

-Dios, ¿cómo pasé tanto tiempo sin venir aquí?-exclamó el moreno, sin dejar de sonreír.

-Bueno, no sé tú, pero yo tengo hambre.

-Todas las veces que salgo con alguien, comemos en algún lugar de comida rápida. No creo que sea bueno.

-Está bien, no necesariamente debemos comer una hamburguesa con papas-comentó David.

-Creo que hoy prefiero no comer nada-se decidió el otro.

David respetó eso y lo llevó hacia la parte del cine.

El amor de un hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora