Capítulo N° 3

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Alejandro: Yo nunca le vendería a mi hija. Ella es mi hija. Cómo puedo vender a mi hija primogénita? - Casi gritó. Sinu se acostó en la cama y cerró los ojos. Alejandro corrió sus dedos por su cabello y suspiró frustradamente.

Su padre apagó la vela y Camila escuchó como sus padres caían dormidos. Ella no podía hacer lo mismo. La idea de que su padre la vendiera la mantuvo despierta. Camila juntó sus manos y oró para que su padre no la vendiera. El Conde dejó de aparecer por la casa después de aquella noche.

Ya no percibían más dinero y poco a poco los niños volvían a crecer delgados y comenzaban a llorar del hambre. Alejandro miraba a sus hijos que en algún momento eran felices y saludables para de nuevo caer en la pobreza, cansados y hambrientos. Cada día que pasaba, traía más dificultades para la familia. Alejandro, esperaba sentado en las afueras de su casa, esperando que alguien se compadeciera y le diera trabajo. Pero fue la época de relativa prosperidad haciendo que su familia nuevamente cayera en desesperación.
Era la víspera del décimo aniversario de Camila. Alejandro no tenía nada que ofrecerle como regalo de cumpleaños. Incluso, él no podía hacer zapatos nuevos ya que no contaba con el material. Veía como su hija mayor había andado descalza durante mucho tiempo.

Él se sentó dentro de su casa con las manos en su rostro, pensando cómo hacer para que su familia sobreviviera. Su hijo menor, acababa de enfermarse y no tenía dinero ni para comprar las medicinas. Todo parecía no tener esperanzas para él. Sintió un golpe en la puerta y pasó sus manos sobre su cara para limpiar algunas lágrimas. Cuando Alejandro abrió, se encontró del otro lado al Conde York y de inmediato en su cara se dibujó una sonrisa de alegría.

Alejandro: Bienvenido de vuelta Conde - Dijo con una voz claramente contenta por aquella inesperada visita. El Conde entró, su expresión era bastante seria.

Alejandro: ¿Cómo está?
Conde: Muy bien – York respondió - ¿Y su familia?
 Alejandro: El pequeñín ha caído enfermo. Los demás están pasando hambre. Mañana es el cumpleaños de Camila y no tengo nada para darle – Alejandro suspiró. El Conde asintió con la cabeza como si esperaba esa situación. Él se acercó a la mesa donde estaba el pequeño y lo tomó por un brazo.


Conde: Entonces he venido en el momento oportuno - Dijo, para llamar la atención total de Alejandro.-Tengo una propuesta para ti - Alejandro sonrió, finalmente iba el Conde a contratarlo como su zapatero personal, al menos eso pensó - Me gustaría aliviar las cargas de la familia - El Conde jugó con el dobladillo de su manga como si fuera gran cosa - Te ofrezco pagar por tu hija Camila para tenerla en mi casa.

La cara de Alejandro se puso pálida y se tambaleó un poco con lo que acababa el Conde de proponerle. Se sentó de nuevo en la silla que ocupaba hace rato mirando muy confundido a la cara del Conde.

Alejandro: Conde yo no....
Conde: Ella va a estar muy bien cuidada, te lo aseguro. Ella se comportará como una dama adecuada. Su vida será mucho más cómoda que la que tiene ahora.
Alejandro: ¿Por qué? - declaró.
Conde: Yo le he tomado un gusto a ella. Ella es una niña encantadora y crecerá hasta ser una joven hermosa bajo mi cuidado - Alejandro sentía su estómago voltearse. Su esposa había tenido razón. El Conde York compraba niñas y él ya podía adivinar con qué propósito. Abrió la boca para protestar pero el Conde puso su mano delante de él interrumpiéndolo.

Conde: Naturalmente, serás bien compensado. Te puedo pagar, lo que vale un año de trabajo y te advierto que seré muy generoso y será suficiente para ti y vuestra familia.

Alejandro negó con la cabeza. Él le había prometido a su esposa que no iba a vender a su hija. Más que eso, que no iba a renunciar a Camila en ningún momento. Ella era su orgullo y alegría
Alejandro: Conde, ella es mi hija. ¿No puede...
Conde: Dijo que era su cumpleaños mañana? Lástima. A este ritmo, me pregunto si alguno de sus hijos llega a su décimo cumpleaños -Dijo, moviendo su capa. Para él, era como si comprara una nueva mesa o aparador. Era simplemente un asunto de negocios y que iba a ganar - Sería una vergüenza si morirían de hambre, especialmente un enfermo.

Alejandro giró su cabeza bruscamente y pensó en su hijo menor, así como en el resto de sus hijos, que ya no sonreían, siempre estaban llorando. Daría cualquier cosa para ver esas sonrisas otra vez.
Conde: Mañana estaré en la casa de subastas. Toma una decisión esta noche y tráela a mí entonces. Tienes una familia entera para cuidar, recuerda eso. - Se irguió sobre sus pies de manera recta y salió de la casa. Alejandro bajó la cabeza.


Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora