Capítulo N° 30

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Ya había pasado un año y el Palacio se convirtió en un segundo hogar para ella. Siguió el consejo de su madre y pasaba más de la mitad de su tiempo con el Príncipe. Al principio era incómodo. Accidentalmente, ese día, se había tropezado con Julian cuando estaba al lado de su padre, pero éste le permitió que se quedara y pronto se convirtió en una escena un tanto familiar.

- Qué fue eso? - Ella preguntó. El príncipe suspiró y se sentó en los escalones, inclinando su cabeza contra la pared de piedra.

- Las cosas no se han puesto para nada fáciles - le respondió con los ojos cerrados - Él es, Alex Lawer. Su padre fue el último Conde Lawer. Él comenzó a repudiar a su hijo, después de que Alex contrajo nupcias con una chica oriental que conoció en uno de sus viajes. Recientemente, murió su padre y maestro, y Alex ha estado tratando de recuperar su título y sus tierras - Julian, explicó.

- Si su padre lo desheredó, entonces no tiene derecho a nada - Lauren respondió.

- Pero no le puedo decir eso! - Exclamó el Príncipe - Se quedaría sin nada.

- Si todo el mundo viene a pedirte algo y le das algo, tarde o temprano te quedarás sin nada - Lauren dijo fríamente - Estás destinado a ser Rey y eso significa tomar decisiones, y algunas muy desagradables.

- Nunca pedí esto - Julian gimió. Lauren lo miró con desprecio. Su madre le había enseñado a odiar la debilidad en las personas y esto sólo lo podía ver en el Príncipe

- No estoy listo para gobernar. No puedo mirar a un hombre a los ojos y decirle que no puede tener lo que debería. Él no hizo nada malo aparte de casarse con alguien que su padre no aprobaba.

- Lauren cerró la puerta detrás de ella cuando Julian se cubrió el rostro con sus manos - No soy un líder - Lauren se apoyó contra la puerta. No era un líder, pero era el siguiente en la línea al trono y eso muy bien lo sabía la ojiverde.

Algún día moriría el Rey y Julian tendría que asumir la carga de un país entero. Lauren distraídamente giraba la flor todavía en sus manos y Julian al descubrir su cara, se fijó en la flor blanca que giraba frente a él.

- Qué es eso? - Preguntó, señalando la flor. Lauren miró sus manos sorprendida por la pregunta, ya que no recordaba tenerla en las manos - ¿ Es un clavel? - Yo no sabía que aquí en el Palacio los cultivábamos.

- No - Lauren respondió. Ella había caminado los jardines del Palacio mil veces. Se hubiese percatado de los claveles blancos antes. Sabía que se le había caído de la capa al señor Lawer y se especuló en donde había éste hombre obtenido, un accesorio tan femenino.

Los pétalos brillaban en la oscuridad de la sala. Una sonrisa paseó por su cabeza, haciendo que los nervios le recorrieran la espina dorsal. Recordó unos ojos marrones chocolates como un bosque en verano. Ella le entregó la flor a Julian rápidamente, desesperada por deshacerse de él. Julian olió la misma. Se levantó y lo colocó junto a la figura dormida de su padre. Lauren negó con la cabeza como si con ese gesto, pudiera borrar todos los recuerdos de su cabeza.

- Claveles blancos... - Julian pensó en voz alta - No significan amor puro?

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Austin pateaba el suelo frente a la finca Watson muy distraídamente. Mentalmente sabía que debería dejar de estar andando de aquí para allá, establecer algo serio. Se las había arreglado para reprimir sus sentimientos durante el año pasado. Se dedicó a robar vino de la bodega Jauregui y seducir a tantas mujeres como podía.
Algunas noches, cuando la bodega estaba siendo fuertemente custodiada y todos los sirvientes ya se habían ido a la cama, se encontraba tomando largas caminatas, terminando a menudo no a pocos pasos de la puerta de la entrada de Becky. Las lámparas aún se encontraban encendidas afuera, lo que significaba que alguien estaba aún en la ciudad y no había regresado.
Austin dio vuelta y decidió irse antes de que alguien descubriera que había un extraño parado frente a la casa. Peor aún, tal vez era Becky quien todavía estuviera fuera, si ella lo descubría, no sería capaz de inventarle alguna excusa por haber estado allí.
Caminaba por la carretera, cuando un carruaje daba vuelta en la esquina y se dirigía directamente hacia él. Austin se agachó entre los arbustos, con el corazón latiéndole rápidamente. Esperaba que el conductor no lo hubiera visto zambullirse precipitadamente entre los arbustos. Observó y esperó a quien quiera que fuera saliera del coche y así poder hacer el viaje a casa sano y salvo.

- Ha sido una buena noche - Dijo una voz masculina. La puerta se abrió y un hombre mayor, tal vez de unos treinta años, salió fuera del coche. Llevaba puesto un gran abrigo extraño que era sofocante para el verano y tenía una barba finamente peinada. Extendió su mano y Becky también salió del coche.

El aliento de Austin quedó atrapado en su garganta cuando vio a la hija del Marqués bajar delicadamente. Llevaba un vestido azul bebé, su cabello hacia atrás en una cola y un maquillaje impecable. Claramente quería impresionar a alguien y Austin tenía una sensación distinta y horrible al ver aquel hombre sosteniendo su mano.

- He tenido una agradable noche también - Becky respondió. Y luego todo pasó demasiado rápido, el hombre agarró de su mano firmemente y tiró de ella para darle un beso. Por un segundo, Becky quedó paralizada, no estaba segura de cómo reaccionar. Entonces ella lo empujó lejos.

- Eres hermosa - Exclamó. La acercó otra vez hacia él - Vamos a terminar la noche correctamente, ¿de acuerdo? - Preguntó el chico con muy mala intención.

- Que no la toques! - Austin se levantó de un salto de su escondite y salió hacia su encuentro. Antes de que cualquiera de ellos pudiera reaccionar, Austin empujó al hombre con fuerza, provocando que cayera al suelo.

Los ojos de Becky se abrían como platos cuando se dio cuenta de quién era su salvador.

- Austin! - Gritó.

- ¿Cómo te atreves! - El hombre exigió. Sacó su espada, pero Becky saltó entre los dos.

- Por favor, no vale la pena.

- Se atrevió a hacerme daño - El hombre dijo.

- Está un poco loco, viste? Además, es nuestro mozo de cuadra,... - Becky se apresuró a inventar una excusa suficientemente creíble para impedir que su pretendiente atravesara su hoja de la espada, en el estómago de Austin - Por favor, no tiene idea de lo que está haciendo. Te lo ruego, no vale la pena - El hombre apretó los dientes mientras Austin le miraba retadoramente.

Becky lo miro rogándole con sus ojos para que se marchara. Finalmente el hombre envainó su espada después de unos pocos segundos.

- Tienes que educar mejor a tus siervos - El hombre dijo. Suavemente empujó a un lado a Becky y se paró frente a Austin mirándolo con desprecio. El chico levantó más la barbilla en un esfuerzo por parecer más intimidante. El hombre se mofó - Y tú chico, sé feliz porque no quiero derramar tu sangre delante de una dama - Él le escupió en la cara al chico y se dio la vuelta. Becky saltó enseguida al frente cuando Austin intentó atacarlo nuevamente - Nos vemos pronto, señorita Watson - El hombre volvió al carruaje. Tan pronto como el coche se había alejado, la chica le pegó una gran bofetada a Austin.

- ¿Estás loco? - Gritó - ¿Sabes quién es? Es el Duque Bilan ¿Quién eres tú? No eres nadie. En el nombre de Dios ¿qué haces aquí?

- No me importa si es el propio príncipe - Austin dijo y se limpió la cara con la camisa - No tenía derecho a tratarte así.

- Estás absolutamente loco, y venir agredirlo así - Becky se rió por lo absurdo de todo. Nunca creyó que ocurriría algo así.

- Yo no estoy loco - Austin contrarrestó.

-¿Vamos a quedarnos aquí e insultarnos como niños? - Becky se mofó - Tiene más dinero y más poder del que tú verás en toda tu vida.

- Eso No le da derecho a tratarte como lo hizo. ¿Simplemente porque es un Duque, le dejas hacer eso? Tú no eres mejor que una puta que puede comprarte con todo el dinero - Estalló Austin.

- ¿Cómo te atreves! - Becky exclamó levantando su mano para golpearlo otra vez. Austin desafiantemente se puso delante de ella, listo para recibir otro golpe. Su orgullo se reflejaba claramente en sus ojos. Dejaría que lo golpeara hasta que su cara se hinchara, pero nunca cambiaría su manera de pensar. Derrotada, Becky bajó su mano.

- Admito, nunca pensé que llegaría tan lejos como lo hizo. Pero no pareces entender. Si esto significa asegurar un lugar en la corte, entonces estaría encantada de hacer su voluntad

- Austin soltó una risa amarga.

- No puedo imaginarme lo que habrías hecho por el príncipe entonces. Dijo el chico


- Puedes - Becky replico tranquilamente, ganándose una mirada confusa de Austin - No me importa. No perteneces aquí y no debes más nunca, más nunca involucrarte en mis asuntos otra vez...

- No se preocupe señorita que más nunca me meteré en sus asuntos personales - Austin le prometió.

¿Cómo podía un plebeyo entender los dolores que tenía que pasar para que su futuro estuviera asegurado, y así poder vivir a las altas expectativas de sus padres y superar la fila ya elevada de su hermana? Becky atormentaba su cerebro tratando de idear una buena excusa por no sentir nada por él, no entendía porque había crecido inculto, todo hubiese sido diferente si no fuese así. Pero no se le ocurría nada para contrarrestar su compasión por él y por su vida.


Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora