Capítulo Nº 46

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**Un Rey**


Su trabajo tenía que ser muy simple, tanto que sino prometía regresar a su antigua gloria, se sentiría ofendido - Cuidado con la familia Cabello - Ella le dijo - Cuando te envíe la señal, procederás a eliminarlos.

El hombre No comprendía que tenía que ver todo aquello con el "amor", ni entendía que había hecho esa familia de campesinos pobres para merecer aquella orden. Pero no puso en duda lo que la Duquesa le pidió y tampoco le importaba.

- Cuando mi hija se convierta en reina, lo primero que tendrá que hacer el Rey, es devolverte tu status - Y eso fue todo lo que quería escuchar el ex Conde de ella.

Y así fue como dio inicio con su malvado trabajo, encontró una nueva ciudad donde habitar. Su comportamiento no era diferente y su presencia no daba motivos para llamar la atención. La mayoría de las personas lo veían como un simple borracho. Con ayuda de la Duquesa, pudo alquilar un cuarto en una pequeña posada. Ya se encontraba siguiéndole los pasos a la familia Cabello y desde lejos, tomaba nota de sus pintorescas vidas. Eran ocho los que al final del día, regresaban a la pequeña casa. Negó con la cabeza. Eran una familia grande, con muchos jóvenes. En su vida pasada, pudo haber encontrado la tarea un poco despreciable desde el principio, pero con los años donde él fue burlado, humillado, golpeado y rechazado; habían endurecido su corazón contra el mundo. Con su espalda reclinada contra la pared de la calle, fingía dormir borracho. Si tenía que matar a una familia completa para recuperar todo lo que era suyo anteriormente; lo haría.





Si el príncipe Julian hubiera conocido que lo que había ocurrido en el pasado, había sido terrible, no hubiera querido ser coronado. Tuvo pesadillas sobre la coronación. Su pesado cuerpo se removía en la cama, despertándose muy agitado y con su frente perlada de gotas de un sudor frio.

Había pasado más de una semana desde el funeral y ya era hora de que tomara el trono. El Duque, había tratado de prolongar la coronación tanto como le fue posible, pero aún así, no podía evitar lo inevitable. El sol de la mañana estaba en todo lo alto del cielo, fue cuando decidió escapar del castillo un rato.

Le gustaba montar a caballo. El viento frío, cortaba en sus mejillas dejándolo casi ciego por la velocidad en la que iba, pero confiaba en su caballo. Le recordaban sus tiempos de juventud cuando él y su padre hacían carreras a través de la llanura y este siempre le dejaba ganar. Su padre era un buen hombre, un buen Rey y un buen padre. La idea de tener su propio hijo, le llevó a pensar en cierta Joven pelirroja hermosa de ojos verde-Grises del campo.

El joven Príncipe la amaba.

Fue un pensamiento que le surgió naturalmente después de muchos días de recordar cómo su voz le había abrazado a su cansada y triste alma. Había estado enamorado de ella antes, pero no tenía claro cuán profundo tenía sus sentimientos hacia ella, no hasta que en realidad hubieron conversado más cordialmente. No era una mujer tan elegante como lo eran Lauren o Becky pero tenía algo que le sembraba confianza en sí mismo y eso, era algo que ninguna de las dos poseía. Ella se veía tan segura de sí misma y eso le agradaba.

"Somos de mundos tan opuestos". Julian pensó amargamente. Su caballo llegó lentamente a una parada en la ruta que quería tomar desde un principio. Bajó y se sentó junto a un arroyo. Allí era donde él y su padre iban a descansar cuando estaban cazando o montando a caballo, pero esta vez, se encontraba sólo.

- Padre - Susurró - Por favor, ayúdame a ser la mitad de lo que eras tú como Rey.


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Lauren había cogido un resfriado en el último día. No era nada terrible, solo una leve tos y estornudos, pero su madre le ordeno que estuviera en la cama mientras su padre estuviera fuera. Michael, no había regresado a la mansión ya que tenía pendiente los preparativos de la coronación así que Camila tuvo que hacer de enfermera de Lauren. Buscó el desayuno de su señorita, directamente desde la cocina y caminó con cuidado por las escaleras, tropezando con la Duquesa, cuando sin percatarse, se la encontró por el camino cuando llegaba al cuarto de la ojiverde.

- Cuidado!! - Clara le reprochó. Camila se inclinó y se disculpó, sacudiendo la bandeja haciendo que la Duquesa rodara sus ojos. Tales encuentros eran raras veces. La Duquesa apenas y trataba con ella durante todo el día. Le resultaba inquietante, una vez más; que una parte de la familia Jauregui, fuera tolerante con la chica...aunque ella sabía exactamente qué tipo de relación las dos tenían.

Pero la castaña trataba de no pensar demasiado, no sabía cuánto tiempo pasaría antes de que la Duquesa o el Duque, recuperaran sus sentidos y la terminaran echando otra vez. Mientras estuviera con Lauren, lo aprovecharía al máximo y omitiría las acciones de los demás.

Cuando entró, Lauren estaba en medio de un ataque de tos. Su cara estaba roja e intentaba lo mejor que podía, parecer una dama, incluso cuando su cuerpo no estaba cooperando. El resultado fue una escena dulce de la ojiverde tratando de encubrir su tos, convirtiéndola en pequeños chillidos y gemidos no muy diferentes a los ladridos de un cachorro. Camila no pudo evitar reír parada en la puerta.

- No veo porqué tengo que limitarme a un reposo en cama - Dijo Lauren indignada reclinada contra la almohada - Ni que estuviera embarazada - Camila sonrió colocando la bandeja de comida a un lado.

- Espero que no. Que yo sepa, no tengo los medios para hacerte un hijo, no importa cuántas veces lo hayamos intentado - Los ojos de Lauren se posaron rápidamente en la puerta, mirando con pánico y sorprendida por lo atrevido y fuerte que Camila había dicho. Ella no quería errar en nada y que cualquier criado escuchara o peor aún, su madre. Clara tenía la mala costumbre de aparecer cuando era menos conveniente especialmente a veces en esos momentos en las que se mostraban afecto. Afortunadamente, Camila en esos momentos había conseguido esconderse.

La castaña miró hacia la puerta cerrada, antes de inclinarse y depositarle un beso en la frente - Te sientes caliente - Señaló.

- Cualquiera se sentiría caliente bajo esta montaña - La ojiverde resopló, al ver las capas de mantas apiladas en su estómago. Camila se había sentado junto a ella llevándose a su regazo un tazón con un líquido espeso y mal oliente dándole una cucharada. Lauren arrugó la cara.

- No más - Suplicó, pero Camila levantó la cuchara hacia sus labios.

- Te ayudará a mejorar - Prometió - Tuve que decirle al cocinero que agregara más miel para hacerlo más dulce - Lauren hizo una mueca y abrió su boca. Camila rápidamente metió la cucharilla antes de que esta cambiara de opinión. La mezcla era demasiado dulce para su gusto. La amargura del limón y el Ron, así como algunas hierbas que Lauren no pudo distinguir, hicieron que sintiera nauseas de inmediato. Tan pronto como se lo tragó, Camila tenía preparada otra cucharada.

- No quiero más - Suplicó; pero Camila le reprendió con una mirada severa.

- En cuanto no sientas más ese frío desagradable, podrás dejar la cama - Ella argumentó.

- Creo que me estoy empeorando - Dijo la ojiverde mirando el brebaje. Camila lo colocó a un lado y la besó en los labios.

- Por cada cucharada de medicina que tomes, te recompensaré con un beso - Camila ofreció. Lauren lo pensó por un momento, colocando en una balanza imaginaria lo mucho que odiaba el sabor de la medicina contra cuánto amaba Camila. Finalmente dobló sus brazos frente a ella y con una rabieta y cerró los ojos.

- Acepto, aunque renuentemente más de lo que puedas imaginar - Suspiró. Camila sonrió y volvió a darle cucharadas. Cuando ya la ojiverde se había tomado todo, Camila la había besado por lo menos una docena de veces.

La castaña se quedó en la cama con Lauren mientras esta no encontraba nada más tentador que hacer y tomo un libro para leerlo. Cada cierto tiempo, la mano de Lauren se desviaba hasta donde estaba reclinada Camila para ponerla en su rodilla, esta también, con la palma abierta de su mano; acariciaba sutilmente la mejilla de su ama. No se dejaban perturbar por cualquier pesar y era una tranquilidad que Lauren fácilmente encontró que podría acostumbrarse. Imaginaba cómo sería vivir con Camila, ser capaz de compartir una casa. Monótomamente pasaba las páginas mientras que sus pensamientos iban construyendo y abriendo paso a su imaginación. Imaginó despertar perezosamente en la mitad de la tarde con Camila todavía durmiendo junto a ella. Pensaba en que cenaban juntas y en la noche salían a pasear por su jardín. Porque por supuesto que tendrían un jardín, afirmó Lauren, tendrían un jardín donde siempre sería primavera, y siempre tendrían flores frescas sobre su mesa.

Cerró su libro y miró a Camila. La idea era tan tentadora y tan maravillosa que por un momento pensó en correr lejos de su vida, de las responsabilidades de la nobleza y ser feliz. Camila sintió no escuchar más el sonido de las páginas al pasar y se dio la vuelta para ver a Lauren quien la veía dulcemente.

- ¿Estás bien? - Camila preguntó, levantando una mano para tocar su frente. Lauren subió la mirada.

- ¿Qué tal si... Qué pasa si...? - Lauren preguntaba dubitativamente. La castaña le dio una mirada burlona.

-¿Qué pasa si qué? No vas a ir a ninguna parte hasta que te hayas recuperado –Camila dijo y Lauren negó con la cabeza.

- Lo que quise decir fue... ¿Qué pasa si dejo todo esto? - Hizo un gesto señalando toda la habitación - ¿Qué pasa si nos escapamos juntas? Encontrar un lugar en el país donde podamos ir a vivir, donde nadie nos moleste - Camila serió de sus palabras, haciendo que Lauren cruzara los brazos airadamente - No es broma - La sonrisa de Camila se desvaneció de su cara cuando se dio cuenta, deque la ojiverde estaba seria. Su boca se secó por falta de palabras. Finalmente,una sonrisa nerviosa regresó a su rostro.

- Debes tener fiebre - Dijo retirando su mano - Voy... Voy a buscarte agua -Dejó la habitación a toda prisa y Lauren miró que sobre la mesa que estaba cerca de la puerta, había una jarra de plata, descansando en el centro,acompañado de dos copas. Los tres estaban llenos de agua.
 

Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora