Capítulo Nº 52

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**Un paseo por el jardín**


Julian caminaba de arriba hacia abajo en el estudio mordiéndose las uñas. Veía los libros que estaban delante de la enorme biblioteca tratando de sacarse la preocupación de encima. Trazó un camino hasta una silla y se sentó. Respiró profundamente y cerrando los ojos mentalizó: "Piensa en algo más feliz Julian" se dijo así mismo. Sin embargo, sus pensamientos sólo se fueron hacia su padre muerto. Movió la cabeza: "No, debo seguir adelante". Intentó desenterrar otro recuerdo, algo más reciente, la música flotaba en su cabeza. Una canción que flotaba de unos labios suaves, flexibles y en su mente un nombre apareció. Elena...

La puerta se abrió y el Rey saltó sobre sus pies, tumbando la silla. Puso sus manos en el frente, cuidadosamente dobladas, juntas formalmente. Michael entró cautelosamente, asomándose dentro de la habitación para asegurarse de que el Rey estuviera listo. Cuando Julian asintió con la cabeza, abrió la puerta del todo y entró. Lauren lo seguía, con sus ojos enterrados en el piso. Cuando alzó la vista, abrió los mismos denotando sorpresa.

- Su Majestad - Inmediatamente inclinó su cabeza y dobló sus rodillas para mostrar respeto. Por su mente corrían todos los escenarios posibles que pudieron haber traído al Rey allí - Viene de visitar a su padre?

- Yo ehm! Lo siento... - Julian miró al Duque quien inmediatamente negó con la cabeza, como sintiendo lo que estaba a punto de venir. ¿Quién abre una propuesta hablando de muerte? Julian se exigió mentalmente a sí mismo. La habitación estaba un poco pesada para su gusto, tosió - Siento haber venido sin previo aviso. Y entiendo que es tarde, espero no ser una molestia - Lauren negó con la cabeza y miró a su padre con una expresión burlona.

- En absoluto, su Majestad - Ella dijo. El rostro de su padre era ilegible y estoico. Se volvió detrás del Rey, quien se removía más de lo habitual.

- Disculpe, Duque. ¿Podría dejarnos a solas un momento? - Michael se inclinó sin decir nada y salió de la habitación. Lauren sintió un sudor frío comenzar a invadirle.

Así que no estaba allí para hablar con su padre. Más que una pregunta, fue una afirmación. El estar a solas con una jovencita, realmente sólo significaba una cosa. Su mirada aterrorizada cayó sobre sus prendas oscuras. "Pero todavía está de luto" Trató de razonar la ojiverde.

- ¿Cómo ha estado? - Preguntó jugando con las manos.

- Bien, gracias - Lauren respondió secamente - Y usted, su Majestad?

- Ocupado. Hay mucho que hacer con el Reino. Me he encontrado que cuento con la ayuda de su padre lo que más podía haber esperado. Él es un hombre brillante, probablemente el más adecuado para éste trabajo que yo mismo.

- Estoy segura de que su Majestad demostrará para que estudió - Lauren, dijo.

Julian tiraba de su collar. En el cuarto fue creciendo un calor insoportable y deseaba estar al aire libre.

- ¿Quieres dar un paseo conmigo a través de los jardines? - Preguntó - Ha pasado un tiempo desde que lo he visitado - Lauren asintió con la cabeza y los dos abandonaron el estudio. Los guardias, apostados justo afuera de la puerta hicieron un movimiento para seguiros, pero el Rey movió la cabeza y se quedaron dónde estaban. Lauren lo llevó a través del pasillo, a través de varias habitaciones y finalmente, afuera por el camino de piedra.

La noche se había asentado con sus sonidos y olores. Los grillos cantaban y una brisa refrescó la frente sudada del Rey. Era relajante estar fuera de un lugar encerrado como lo era la habitación. Dejó escapar un suspiro de alivio.

- Lauren... - Comenzó - Su padre ha sido muy importante para mí. No sé si habéis oído lo terrible que es sentir el malestar de la gente común. La política no es lugar para una mujer, pero tienes el ingenio de tu padre - Dejó de caminar cuando se acercaron a la fuente que marcaba el punto medio entre la corriente y el Palacio de los Jauregui. Lauren sintió un escalofrío de temor correrle por su espalda. Ella se negó.

- Su Majestad, por favor, disculpe, pero he tenido un día agotador y deseo reti.. - Julian la interrumpió agarrando su brazo y tirando de ella más de cerca. Su empuñadura era fuerte y segura, y por un momento parecía como si él iba a darle un beso. En cambio, la miró fijamente a los ojos con una mezcla de determinación y arrepentimiento.

- Ya se lo he pedido a tu padre y ahora te lo pido. Más que nunca necesito a una reina que sea astuta cuando no esté, fuerte cuando parezca débil y decisiva cuando me incline. Te necesito, señorita Lauren. Tienes que ser mi reina.

- Su Majestad, está usted todavía de luto...

- No puedo esperar más. Mi padre podrá entender desde donde esté- De repente, sintió las ganas de dejarla ir. La determinación osciló y desapareció de sus ojos - Entiendo que esta debe ser una pesada carga para usted ahora - Su expresión se asemejó a la de un perro acorralado y Lauren se sentía igualmente.

¿Cómo iba a responder? Siempre supo que iba a casarse con alguien que ella no amara, pero ya había probado el amor verdadero y quería mantenerlo un poco más antes de tener que cumplir con sus deberes como la hija de un Duque.

- ¿Cómo voy a rechazar a un Rey? - Se preguntó en voz alta. Era una pregunta muy real y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero Julian lo vio diferente. Confundió las lágrimas de incredulidad y tristesa con las de alegría.

- Usted no puede entender lo que esto significa para mí, mi señorita - Tomó sus manos pequeñas en sus palmas y las retuvo por un segundo. Para Julian, parecía que algo estaba finalmente marchando a su favor y que muy pronto el país tendría la reina que se merecían.

- Debe estar muy cansado - Él no podía contener su sonrisa.

"Idiota". Lauren se repetía una y otra vez en sus pensamientos, dándose la vuelta mientras seguía llorando.

- Puedo acompañarte de regreso. Yo...- Besó sus nudillos - Estoy agradecido.


Camila no era la única criada viendo el intercambio desde las ventanas abiertas. Toda la mansión se asomaba por los diminutos cristales en el comedor, tratando de echar un vistazo al Rey.

-¿Qué crees que estén hablando? - Una joven le preguntaba a Katia, saltando hacia arriba y hacia abajo, tapándole la vista. La mujer le calló.

- ¿Qué parece? idiota - Le preguntó - Le está proponiendo matrimonio - La misma palabra envió murmullos ondulantes a través del grupo.

Arriba, lejos de los chismes, Camila estaba parada en una ventana en el pasillo. La luna brillaba a través del vidrio y miraba hacia abajo su sombra, cuando Julian besó la mano de Lauren. "Así es como debe de ser", pensó. "Esto está bien".
Pasos suaves se le fueron acercando y se secó las lágrimas que ella misma prometió no estaban allí. Los hombros fuertes y grandes del Duque aparecieron a su lado al igual que ella ya había detenido sus ganas de llorar.

- Su madre habría estado orgullosa - Dijo. Era la primera vez en mucho tiempo, que había oído al Duque hablarle con mucho cuidado. Ella se admiró por lo cansado que sonaba - Me siento orgulloso - Camila se centró en la respiración, tratando de mantener su voz estable.

- Estamos muy felices por la señorita Lauren - Dijo suavemente. Los dos miraban hacia el jardín.

- Su madre está muerta - El sonido de su voz fue tan baja que Camila no creyó que había hablado en lo absoluto. Cuando entendió, sus ojos se colocaron agudamente en la cara de Michael. Conocía esa mirada y esperaba que hubiera animosidad, después de todo, él no había hablado con ella debido a los incidentes que involucraron a su familia. Pero en cambio, lo que vio allí era una expresión que había visto en los ojos de su madre el día que murió su padre. Sintió un dolor no diferente. Michael, volteó a mirarla con la pregunta en la mirada, como si pudiera leerle los pensamientos. Negó con la cabeza - No tengo el coraje de decirle que... -Su voz era entrecortada y continuaba viendo a su hija con un duro silencio. Camila abrió la boca para decir alguna una especie de frase reconfortante para aliviar su dolor, pero no se le ocurrió nada. Ya el Duque había puesto su rostro frío y una mirada perdida, distante y vidriada a través de sus ojos y se dio cuenta que sus palabras no le alcanzarían. Tampoco importarían, ella recordó su lugar y rápidamente, en silencio desapareció hacia su habitación como una buena criada.

Estando en su cuarto, se reclinó sobre la cama muy atenta. Podía escuchar el menor de los sonidos, desde el de los ratones a través de las grietas en las paredes, hasta los pasos suaves del Duque retirándose a su cuarto, seguido por el repique de una ventana de vidrio correrse y la bebida que tomaba antes de acostarse. Pero el sonido que esperaba, parecía llevar una eternidad el oírse. Eventualmente pudo escuchar un conjunto diferente de pasos acercarse a la sala junto a ella. Se puso de pie, se sentó, para luego ponerse de pie nuevamente. Esperó escuchar el sonido familiar de una campana, pero nunca sonó. Segundos más tarde, se preguntó si había imaginado sólo esos pasos.
Finalmente abrió la puerta y salió al pasillo vacío. Estaba silencioso, facilitando las cosas para poder escuchar contra la puerta de Lauren. Al momento en que iba a presionar su oreja contra el marco, la puerta se abrió. La ojiverde saltó cuando vio a Camila y esta se puso erguida inmediatamente.

- Señorita! Lo siento, yo... - Lauren lanzó sus brazos alrededor de la castaña. Sin palabras, entraron en la habitación de la ojiverde, guiándola hasta la cama para luego sentarse sobre la misma.

- Me pidió que me casara con él - Lauren dijo. Camila sintió su sangre helarse como el aire nocturno. Se aferró a la ojiverde tan fuerte como pudo. Las uñas de Lauren se clavaron en su piel mientras se defendía con lágrimas - No dije que no - Dijo. El pensamiento horrorizado de Camila inmediatamente fue el que Lauren iba a estar casada y nadie podía hacer nada para detenerlo.

- Yo sé – Camila respondió con simpatía.

- Pero podría tenerte - Lauren dijo, corriendo en círculos su mente - No podía haber dicho 'no'. Mi padre me habría votado, de eso estoy segura . Y él es el Rey!

- Entiendo, señorita - Camila, dijo. La garganta se le hizo un nudo y fingió toser para despejarla. Lauren acurrucó su rostro en las ropas sucias por el trabajo diario de Camila. Ésta, besó la parte superior de su cabeza mientras acariciaba su cabello.

- Ojalá pudiéramos quedarnos jóvenes para siempre - Lauren le susurraba. Camila no podía hacer cualquier cosa menos que apoyarla tratando de ocultar su desesperación. La comprendió y con los índices de sus dos manos los llevó a los labios.

- Señorita, si te casas con un Rey o un humilde plebeyo, no me importa. Sé que yo le juré a usted, amarla completamente. Sólo la muerte me hará cambiar de parecer y tardarían cien manos que me levanten de su lado - Dijo en calma. Lauren respiró profundamente, mirando los ojos húmedos de Camila.
Se inclinó lentamente y Camila conoció la mitad del camino. Su mano encontró el lugar donde los músculos de sus espalda estaban curvados sobre su columna vertebral. Camila la envolvió en un suave abrazo. Cuando se separaron, la castaña la miró amorosamente a su rostro. Corrió con sus nudillos a lo largo de la mejilla de Lauren y esta cerró los ojos sintiendo la suavidad en el toque. Todavía no tenía ni idea de lo de su madre. Camila se dio cuenta y se echaba hacia atrás. La mano de Lauren tiraba de ella nuevamente contra su cara; saboreando el toque, mientras que el conocimiento de la muerte de la Duquesa, quemaban muy dentro el pecho de la castaña. Pero no era su trabajo revelarlo.

- Podríamos huir - Dijo, aunque ambas sabían que no era una opción. Aún así, Camila sonrió.

- Podríamos, perder.



La mañana vino demasiado rápido. Lauren se despertó, queriendo sólo que regresara la seguridad del sueño. La primera cosa en saludarla, fue el recuerdo de la noche anterior. Había sido un día tan gozoso, como para que la hubiese arruinado, una propuesta inesperada y no deseada. Camila entró, cuando Lauren hizo sonar su campana. Vestía sencillamente.

Abajo, escuchaba voces, Julian y su padre. Se tensó cuando escuchó la voz del Rey. Lo último que quería era interactuar más con él. Camila y ella no dijeron nada por temor a que se notara la tensión. Finalmente, su padre habló algunas palabras de despedida, pero en verdad se relajó cuando escuchó el sonido de los caballos y los carruajes, desapareciendo en la distancia. La castaña estuvo a punto de colocar un beso en sus labios cuando alguien golpeó inesperadamente, haciéndolas ponerse alerta. Lauren se puso de pie y aclaró su garganta.

- Entre - Dijo mientras la castaña acomodaba el plegamiento del vestido de noche de Lauren. Michael entró en silencio y simplemente miraba a su hija. Sus ojos se entrecerraron cuando la vio. Cuanto había crecido. Se veía más alta y más hermosa. ¿Cómo la había dejado escapar de él aquellos últimos meses?

- Su Majestad, habló con usted? - Lauren preguntó. El Duque se acercó a ella y la abrazó. Sus brazos eran más débiles que lo que Lauren recordaba, ya había pasado mucho tiempo desde que la alzaba en brazos.

- Ven conmigo. Hay algo que necesito mostrarte - Su voz era débil y sombría. Lanzó una mirada preocupada a Camila antes de seguir con su padre por la puerta.

Caminaban por las escaleras, a través de la mansión hacia una zona poco visitada por la ojiverde. Estaba en la esquina noreste, donde su madre generalmente pasaba el tiempo y todo, desde las alfombras a las pinturas, le hicieron recordar los días cuando su madre le arrastraba para que fuera a estudiar las lecciones.

- ¿Por qué estamos aquí? - Preguntó, mirando a los hombros de su padre. El Duque se detuvo en el estudio principal de su esposa.

- Lo siento por no decirte antes, Lauren - Dijo simplemente antes de abrir la puerta. Una fragancia agradable pero abrumadora irrumpieron a través de la puerta abierta y Lauren dio un paso atrás cuando le asaltaron sus sentidos.
Tentativamente, dió un paso dentro de la habitación. Estaba tal cual como su madre la dejó, pero una caja de madera grande, ahora estaba en medio de la misma. Estaba sellada por todos lados y Lauren caminó unos pasos hacia ella. No la reconoció en un principio, una parte de ella negó la veracidad de su existencia, pero mientras más se acercaba, su forma se hacía familiar. Sus pies iban lentamente hacia la caja. Cuando completamente se dio cuenta de lo que era y las consecuencias de su presencia, un adormecimiento la envolvió cuando miró hacia el ataúd cerrado, sabiendo muy bien lo que estaba en su interior sin todavía atreverse a confirmarlo. Su padre tomó lugar al lado de ella y de inmediato empezó a temblar. Lauren miraba y sabía que era más difícil para él lo que para ella era.

- Lo siento, Lauren, no pude proteger a tú...- Su voz era entre cortada y Lauren se preguntó porque no pudo terminar la frase, ya que nunca la consideró como una madre. Rozó el borde del ataúd con sus dedos. "No se olvide lo que ha hecho"... una voz le advirtió, pero la tristeza se hundió en su cuerpo y ya la había sobrecargado. Tan cruel e injusta como había sido Clara, no dejaba de ser su madre. De alguna manera, Lauren no quería creer que la Duquesa se encontraba en esa caja de madera fina. Su madre había sido fuerte e implacable.

- Cómo... - Lauren empezó, pero se ahogaba en sus propias palabras. Los rumores de las revueltas no habían escapado a sus oídos, y sólo podía adivinar lo que había sucedido. Los ojos del Duque se endurecieron ante el pensamiento. Los puños apretados sobre sus costados, para luego inhalar profundamente. Sus sentidos se llenaron con el perfume floral que enmascaraba el olor de la muerte.

- Encontraré a los hombres responsables de esto y créeme cuando digo que os vais a arrepentir, cada minuto de sus vidas sin valor - Dijo suavemente. Por un momento, Lauren creyó haber oído a su madre, de la forma en que ella era: fría e implacable. Un escalofrío se colocó sobre sus hombros y se estremeció cuando miró la cara cálida y amorosa de su padre. El momento pasó y suavizó su expresión, para luego ceder. Miró con tristeza a su hija y la atrajo hacia él con otro abrazo - Lo siento por no haberte dicho - Dijo otra vez - Pero anoche, estaba destinada a ser una ocasión muy feliz. Tu madre hubiera estado muy feliz - Su abrazo se iba desvaneciendo, sintiéndose un poco culpable por mantenerle oculta la verdad - Te casarás con un Rey...- Su corazón se hundió cuando escuchó la esperanza en la voz de su padre. Sostuvo el dobladillo del vestido.

- Espero que estés feliz - Dijo. Lauren podría haberle dicho la verdad; que no quería casarse. Tal vez eso hubiera cambiado todo. Pero ella hizo lo que haría toda buena hija; sonrió y asintió con la cabeza sin objetar nada.

Volvió a su habitación donde Camila simplemente se encontraba retirando las cortinas para dejar entrar la luz. Cuando cerró la puerta con un suave clic, la castaña se volvió con una sonrisa en su rostro para saludar a su señorita. Pero cuando vio la mirada de Lauren que se enterraba en el piso, inmediatamente supo que algo andaba mal.

- Señorita? - Lauren levantó su cabeza y sus labios finamente entre abiertos.

- Tendrás que escoger ropa nueva para mí - Ella dijo. Camila bajó la cortina que tenía en sus manos - Mi madre está muerta, es lógico que estaré de luto... y justo después de que el Rey me propone... - Se sentó repentinamente y Camila a su lado en ese instante - ¿Qué he hecho para merecer esto? - Dijo haciendo que el peso de todos los acontecimientos, le pegaran a la vez. Camila reunió a la ojiverde entre sus brazos y fue un abrazo que acogió con agrado, un abrazo que le dio la esperanza de que Dios no le había totalmente dado la espalda en su contra. Pero fue difícil tomarlo con comodidad, cuando su vida había cambiado tan rápidamente para lo peor en un solo día. Ella siempre había creído que la vida sería mejor sin su madre - Todavía es mi madre - Lloraba - Perdí a mi madre...- Camila la besó en la parte superior de su cabeza.

- Estará bien - prometió - Yo estoy aquí - Lauren limpió sus ojos sobre el hombro de la castaña.

- Puedes... solo abrazarme? - Preguntó. Camila miró hacia la puerta y se puso de pie, pero Lauren tiró de ella y le susurró contra sus labios - No me importa. No me importa si alguien nos ve - Camila abrió la boca para protestar pero la ojiverde ya la arrastraba a la cama, envolviendo a Camila con sus brazos alrededor de su cintura. Al rato, la fatiga superó a la ojiverde, haciéndola caer en un sueño mientras las lágrimas manchaban su almohada.



Becky fue a sentarse algo tarde a almorzar cuando su madre irrumpió en la habitación y arrojó una carta sobre la mesa, casi aterrizándole entre la sopa.

- Una buena noticia antes de comer - Dijo.

Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora