Capítulo N° 29

452 48 1
                                    

***Malos augurios***

El país entero retumbaba con los rumores y los cotilleos. Era la noticia más importante de la década. Se escuchaba que el Rey había enfermado y no mostraba signos de mejorar, era el tema principal de las conversaciones. Campesinos y nobles susurraban por lo más bajo, que tal vez tendrían a un nuevo Rey. Hombres ambiciosos y de gran renombre, tenían a la vista al joven príncipe para así poder detectar algún signo de debilidad y abalanzarse para robarle el trono.

También habían rumores de que tal vez un Rey no era tan necesario después de todo. Estos eran los temas más peligrosos y de los que menos hablaban ya que sería como traicionar al Rey. Era emocionante y al mismo tiempo aterrador para los habitantes de la zona. La realeza nunca había sido tema popular entre la gente más pobre, pero en su mayoría trataban de no foguear más en el tema, pero con un nuevo Rey al mando, era obvio que debía venir una nueva reina para ayudar a continuar el linaje.
El rumor más emocionante de todos era que el príncipe debía tener una esposa para finales de año y la especulación comenzó en cuál de las jóvenes nobles, éste escogería.

Algunos pensaban que podría ser una princesa de otro país, otros creían que tenía ojos solo para la hija de un tal Gregorio Brown que vivía fuera del país, y que sacrificaría la política por ella.

Pero la mayoría creía que sería...

- La señorita Lauren Jauregui - Un hombre le susurró a un mensajero itinerante.

- Dicen que ella ha conspirado a su manera en favor del Rey y del príncipe.

- Ella es despiadada, ¿crees que puede ser una bendición para el príncipe?. Ella puede ser muy manipuladora con cada estrategia para alcanzar la corona.

- Tú lo dijiste, es despiadada - El hombre contestó. La conversación fue interrumpida por una castaña delgada, corriendo por las escaleras para luego salir por la puerta. Tenía una canasta tejida a mano en las manos, llena hasta el borde con flores blancas, amarillas y rosas; su mercancía durante el día.

- Apurada para ganarte el sustento, Camila? - El propietario de la casa donde ésta se quedaba le dijo juguetonamente, viéndola como corría por la calle.

- Una chica tiene que comer de alguna manera! - Camila gritó mientras caminaba.

- Consíguete un marido que se encargue de ti! - Gritó el hombre. Ella se rió serenamente y se perdió fuera de vista.

El mensajero, un hombre que radicaba en la plena juventud, tenía la mirada perdida tras ella.

- Ella está casada? - Preguntó con voz chillona mientras pensaba en la castaña como si un ángel había descendido desde el cielo. Su risa irradiaba luz y sus ojos eran de un marrón chocolatoso, el más inquietante que nunca hubiera visto.

- Una chica guapa como ella, no creo que ni un marqués la notaría.

- Pero ella ha estado aquí durante casi un año y no ha mencionado nada, ni de tener algún pretendiente - El propietario de la vivienda lo golpeó con su bastón.

- No pienses tanto, muchacho. Hasta los hombres más encantadores que usted, nunca sueñan en obtener en todo lo que persiguen - El joven muchacho se apoyó contra la pared. Seguramente tendría sus razones.

Camila tomó su lugar habitual en el cruce de la calle que estaba dividido por un camino de tierra, donde no más de treinta personas pasaban a diario. Se limpió el sudor de su rostro y echó un vistazo; confiaba en que haría unas cuantas monedas por la venta de las flores antes de volver corriendo a la casa y preparar comida para el propietario.
Lo ayudaba en los asuntos domésticos ya que sus rodillas le molestaban a tal grado que no dudó en hacerse cargo de alguno de los quehaceres que éste tuviera pendiente. El buen hombre le redujo el precio del alquiler para que ella, con lo que conseguía vendiendo flores estando de aquí para allá y ayudando a el sastre a coser botones; le dejaran ganancia de algunas monedas preciosas.

Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora