Capítulo Nº 50

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**La pared se derrumba**

" Dios debe odiarme". Pensó la chica que volvía a sentirse mal del estómago nuevamente durante el desayuno. Desde la cena de anoche, se había estado sintiendo un poco mal. Pensó, que de hecho, podía haber sido la ternera, olía raro, pero sus padres habían comido lo mismo y se veían perfectamente bien. Se ocupaba de su malestar mientras que su padre deambulaba pensando acerca de cómo el país había tomado a un idiota como Rey. No importaba que Julian apenas fuese Rey no poco más de un mes. La decisión de devolverle el título y las tierras a un pobre hombre; que su propio padre había tomado cuando el padre de éste había muerto, había sido una pésima decisión. "Vaya chico tan inmaduro". Becky rodó sus ojos ante las quejas que su padre vociferaba en voz alta: "Dios debe prohibir lo justo".

- Esto nunca hubiera pasado si el viejo Rey estuviera vivo. Tiene que tener algún sentido como el de respetar el último deseo del difunto señor Lawer y ese era, que repudiaba a su hijo de por vida! - Exaltado exclamó el Marqués Watson, cortando su desayuno con molestia.

- Sus tierras eran de poca utilidad de todos modos. El suelo era pobre, los trabajadores débiles y no olvidemos que está en la frontera de nuestro buen vecino - La Marquesa Watson trató de tranquilizarlo. Él frunció el ceño y la Marquesa se dió cuenta de que ella no podía calmarlo, así que en cambio se dirigió a Becky - Becky, apenas has comido. ¿Todo bien?

- No tengo hambre, madre - Respondió.

- No has comido nada. Fue la carne de ternera, ¿no? - Dijo su madre tratando de adivinar.

- No madre yo...

- Te dije, que no me gusta esa nueva cocinera que contrataste. Ella me dirige miradas sucias cada vez que la veo. Creo que puede estar envenenando nuestra comida. Debes deshacerte de ella inmediatamente - Exigió la Marquesa dirigiéndose a su marido.

- Tal vez es porque usted le exige demasiado - Murmuró Becky para sí misma, pero sus palabras fueron más fuertes de lo que pensó y su madre le dedicó una mirada.

- No es apropiado para una dama emplear ese tono. Tal vez estás realmente enferma. Sube a tu habitación y te mandaré comida más tarde - Ordenó su madre. Becky rodó los ojos. Quería dejar la mesa de todos modos y se levantó del lugar yendo hasta su habitación pisando fuerte por las escaleras. Había sido más de un mes desde que el Duque Bilan le había humillado y desde entonces, sus padres parecían haber renunciado a buscar a alguien de clase alta para que se casara con ella. Afirmaban cada vez más, emparejarla con hombres de clase menos alta. A menudo eran demasiado viejos que le dedicaban miradas lascivas. Se preguntó si sus padres se estaban burlando o castigándola por su fracaso, pero aún así, aquello era demasiado.

Cerró la puerta de su habitación y se sentó en su cama. Como iban las cosas, sería mejor casarse con ese mozo idiota de Austin. Sus propios pensamientos le causaron miedo, y se irguió en la misma posición sobre su cama. No podía tomar en serio a ese chico. Había estado tan absorta en sus propios problemas últimamente, que simplemente lo había olvidado. Pero ahora, se encontraba pensando en su piel bronceada y en sus fuertes brazos sujetándola cuidadosamente, y se preguntaba si aquel chico estaría pensando en ella también.

"Será mejor que no lo hiciera". Pensó, tumbándose boca arriba en su cama. "Nada bueno me esperará estando con él".

Austin recorría con sus manos, la parte baja de la espalda de Katia, mientras ésta reía dejando besos por toda la piel bronceada del chico, marcando su piel. El chico, le mordió lo suficientemente fuerte, dejando un moretón rojo oscuro sobre su cuello mientras ésta, se apartó rápidamente gimiendo de dolor y desagrado.

- Eres afortunado de que tu ropa oculte cosas como éstas! - Exclamó con enojo. Austin gruñó y luchó con ella sobre la tierra. Se encontraba sobre ella, donde yacía pasivamente. La tomó fuertemente de la cintura. Los ojos azules de Katia le taladraban, pero fue allí cuando recordó los ojos marrones de una mujer de la nobleza. Recordó sus pequeños gritos cuando la hacía suya. No se comparaba en nada a las mujeres que pasaban cada que podían por su cama. Pero fue lo que Becky le dijo aquella vez, lo que hicieron que la recordara más.

Una Caja Musical me Llevo a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora